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Tras las «huellas» genéticas del cáncer

Un conscorcio internacional de científicos ha identificado las mutaciones que generan los 30 tumores más comunes

Tras las «huellas» genéticas del cáncer
Tras las «huellas» genéticas del cáncerlarazon

¿Por qué, por qué, por qué? Ésa es la pregunta que repetidamente se hacen los investigadores que luchan contra el cáncer en todo el mundo y, por supuesto, los pacientes de la enfermedad y sus familiares. ¿Por qué algunas células de un ser humano cambian de comportamiento y se vuelven tumores incontrolados y otras no? ¿Por qué una persona fumadora desarrolla un cáncer de pulmón y otra puede fumar de por vida sin enfermar?... ¿Por qué? La pregunta puede empezar a obtener respuesta a partir de hoy. Un equipo de investigadores del Wellcome Trust Sanger Institute acaba de publicar en «Nature» el primer catálogo de huellas genéticas características de los daños en el ADN que conducen a 30 de los tipos de cáncer más habituales.

Es como si hubieran podido identificar la huella dactilar de cada uno de esos cánceres y, a partir de ahora, pudiéramos buscar esas huellas en nuestro organismo antes incluso de que el cáncer actúe.

Todos los tumores están provocados por mutaciones en el ADN que tienen lugar en el interior de las células en algún momento de nuestras vidas. Son copias defectuosas del mismo libro de instrucciones que nos sirve para vivir, pero que, en este caso, matan. La ciencia sabe desde hace tiempo, por ejemplo, que la radiación solar puede generar mutaciones en determinadas regiones de nuestro código genético como el proto-oncogén ras o el gen supresor de la proteína p53. Está muy bien demostrada la implicación de estos dos genes en el desarrollo del cáncer de piel. Pero no sabemos todavía cuál es el proceso exacto que lleva desde la recepción del exceso de sol hasta la acumulación de modificaciones a nivel celular que conducen a la enfermedad. Lo mismo ocurre con otros cánceres, como el de pulmón y su relación con el tabaco.

Imaginemos un escenario más visual. En una batalla, un ejército puede haber detectado la existencia de aviones dispuestos a bombardear sus filas y pueden ser conscientes del daño que harán... Pero si carece de un radar que sepa detectar su presencia a distancia no será capaz de defenderse.

Un nuevo radar

La investigación ahora presentada puede ser ese radar. Los autores han identificado la mayoría de las huellas que deja la serie de mutaciones continuadas que conducen a esos 30 tipos de cáncer. Según uno de los implicados, Ludmil Alexandrov, de la Universidad de Cambridge, «hemos empezado a entender los complicados procesos que ocurren a lo largo de un periodo de tiempo más o menos largo, que son responsables del desarrollo de un cáncer y que dejan huellas hasta ahora invisibles». El problema es que estas huellas son muy complejas. El ADN de un paciente de cáncer no sólo presenta mutaciones relacionadas con su enfermedad sino todo un arsenal de variaciones acumuladas a lo largo de su vida y que no son necesariamente dañinas. El libro de instrucciones de nuestro cuerpo (el ADN) está presente en el interior de cada una de nuestras células y se copia una y otra vez cada vez que las células se reproducen. En cada copia pueden cometerse pequeñas erratas. Muchas de ellas no suponen ningún problema para la comprensión del texto. Pero, en ocasiones, algunas copias (o errores provocados por agentes externos como el tabaco, el sol, la radiación nuclear...) generan un desaguisado. ¿Imagina tener que copiar «El Quijote» a mano una y otra vez? Es muy probable que en vez de «En un lugar de la Mancha» pudiéramos poner «En un lugar de la Mincha». En ese caso el texto no cambiaría de sentido, se ve a la legua que es una errata. Pero, si ponemos «en un lagar de la Mancha», hay una diferencia de significado muy grande entre las palabras lagar y lugar. Eso podría ser un cáncer: una mutación de la que se derivan instrucciones capaces de convertir una célula sana en tumoral.

La investigación ha logrado distinguir entre la mutación «mincha» (inocua) y la mutación «lagar», (que conduce al malentendido, al cáncer). Y lo ha hecho estudiando la historia genética de 7.042 pacientes de cáncer para descubrir 20 señales propias de procesos que provocan mutaciones de ADN causantes del mal.

Líneas mutacionales

Por desgracia, en muchos tipos de cáncer confluyen varias de esas señales. Todos implican al menos dos tipos de señal distinta. Los procesos de mutación propios del cáncer de ovario, por ejemplo, albergan dos líneas mutacionales. El cáncer de hígado requiere de seis. Algunas de esas señales están presentes en más de un tipo de tumor; otras son exclusivas de una modalidad de cáncer. De los 30 estudiados, en 25 casos las señales delatoras están relacionadas con procesos que tienen que ver con el envejecimiento de las células. En otros, las mutaciones se relacionan con defectos en la capacidad reparadora del ADN. Mutaciones en los genes BRCA1 y 2, por ejemplo, están presentes en el desarrollo de los cánceres de mama, ovario y páncreas.

Una familia de enzimas conocidas como APOBEC tiene la función de «borrar» el ADN de los virus para protegernos de la infección; sin embargo, está presente en la mitad de los cánceres estudiados, como si el proceso pre-tumoral pudiera ser un «daño colateral» de nuestra lucha contra los virus.

Este gran hallazgo ofrece una herramienta espectacular para luchar contra el cáncer. Ahora conocemos qué tenemos que buscar en los genes, cuáles son las huellas que deja el asesino en el lugar de los hechos antes de actuar. Son huellas múltiples, difíciles de analizar, mezcladas unas con otras, minúsculas. Y nada nos garantiza que, una vez vista la huella, podamos detener la acción del criminal. Pero es el primer paso para fabricar un sistema de alarma que proteja a nuestras células de ese delincuente cada vez más acorralado al que llamamos cáncer.