Roma

Con el ''ojo por ojo'' no salimos de la espiral del mal

«Es el amor el que salva, no sólo la práctica de los preceptos», recordó

Con el ''ojo por ojo'' no salimos de la espiral del mal
Con el ''ojo por ojo'' no salimos de la espiral del mallarazon

El Papa Francisco volvió ayer a hablar durante el rezo del Ángelus de la misericordia, ese valor tan evangélico que ya trató en su primer domingo como obispo de Roma, considerándolo entonces uno de los «puntales de la fe». «La misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del cáncer que es el pecado, el mal moral y el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos que el mal abre en el corazón y en la historia. ¡Sólo el amor puede hacer esto, es ésta la alegría de Dios!», afirmó el Pontífice desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico.

Ante los miles de peregrinos que se congregaron en la Plaza de San Pedro pese a la lluvia, el Papa comentó que «la misericordia, la alegría del perdón» debe estar presente en el corazón de los católicos, y que si no es así «no estamos en comunión con Dios aunque observemos todos los preceptos». «Es el amor el que salva, no sólo la práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que hace cumplir todos los mandamientos», recordó. Si en lugar de optar por el perdón se apuesta por «la ley del ''ojo por ojo y diente por diente'', nunca se sale de la espiral del mal».

Francisco se despidió mostrando una vez más que no ha dejado de ser un párroco aunque lleve desde hace seis meses como obispo de Roma: «Os pido una cosa, ahora. En silencio, todos, pensemos... Que cada uno piense en una persona con la que no está bien, con la que se ha enfadado, a la que no queremos. Pensemos en esa persona y, en silencio, en este momento, recemos por ella y seamos misericordiosos con ella». Y durante unos segundos, sólo se escuchó la lluvia caer sobre la Plaza de San Pedro mientras los miles de congregados perdonaban a sus enemigos.

Imitad al nuevo beato

Durante sus saludos en distintos idiomas tras la oración mariana, el Papa Francisco recordó en español que el día anterior había sido proclamado beato en Argentina su compatriota José Gabriel Brochero, «el cura gaucho». Pidió a los sacerdotes que imiten al nuevo beato, quien «a lomos de mula recorrió infatigablemente los áridos caminos de su parroquia», para entregar así sus vidas «al servicio de la evangelización, tanto de rodillas ante el crucifijo, como dando testimonio por todas partes del amor y la misericordia de Dios». Pese a acabar sus días ciego y leproso, Brochero nunca perdió «la alegría del buen pastor».