La renuncia de Benedicto XVI
El amor es el argumento central
El interior de la fe cristiana y la esperanza fueron la base principal de sus dos primeros textos. La última encíclica versó sobre la deshumanización de la sociedad. Se espera que la cuarta sea su despedida
El mismo año de su elección, el 25 de diciembre, Benedicto XVI sorprende al mundo con la primera de sus encíclicas: Dios es amor. Muchas habían sido hasta entonces las encíclicas de los Papas de la religión del Amor, pero ninguno había tematizado el amor como argumento central de este tipo de escritos. Este teólogo, subido a la silla de Pedro empezaba de esta manera su esfuerzo por llevar a la Iglesia a los temas esenciales del cristianismo.
Sí fue sorprendente. No solo el tema, sino también su claridad y dominio del lenguaje, que le permitían exponer de modo claro y sencillo las realidades más complejas y articuladas. El mundo intelectual valoraba positivamente el tono dialogante de su magisterio, desde el momento en el que la primera cita de esta encíclica era del filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
Muchos aspectos podrían destacarse de este escrito. Ha sido mil veces citadas estas palabras del segundo párrafo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Me parece que uno de los móviles de esta encíclica es éste: desde años atrás, preocupaba a este teólogo alemán la ruptura que se había producido entre dos formas de entender el amor, el «eros» y el «ágape», ruptura que hacía cada vez más difícil entender la naturaleza del amor, y más difícil que «el mundo» entendiese el amor cristiano y el Dios-Amor.
A esta primera carta pontificia le seguía el 30 de noviembre del 2007 la segunda: Spe Salvi, sobre la esperanza cristiana. Una vez más vuelve a lo esencial. El interés de este trabajo es enorme, y tremendamente sugerente. No en balde, la asignatura de Escatología –acerca de las verdades últimas– había sido impartida por él durante sus años de profesor universitario. El cristianismo, que no es informativo sino «performativo», cambia el corazón de las personas, viviendo así una vida más allá de la biológica, y que no se acaba con la muerte. Entra en diálogo con otras esperanzas «laicas», como la del marxismo. Desde un concepto saneado de la esperanza cristiana se enfrenta también con el cristianismo que, fiado en la ciencia porque mostraba progreso, se limita equivocadamente al individuo y a su salvación. El cristianismo no es individualista, ni en su camino ni en su fin.
Por último, Caritas in veritate veía la luz el 29 de junio del 2009, sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad. Afronta la deshumanización de la sociedad, y reclama la necesidad que tiene la justicia de estar acompañada por la caridad: de otra manera, la justicia deviene injusta. Subsidiariedad, solidaridad, una arquitectura económica mundial, la concepción de una familia de naciones...son algunos de los temas que afronta.
Esperemos que la tan esperada cuarta encíclica, sobre la fe, sea su regalo de despedida en este Año de la fe convocado por él.
No quiero cerrar estas líneas sin decir: Gracias, Santo Padre. Seguiremos unidos a su persona, con la oración, como muestra de agradecimiento por todo lo que ha hecho por el mundo, por la iglesia, por cada uno.
ENCÍCLICAS
Las Encíclicas son cartas solemnes sobre asuntos de la Iglesia o de la doctrina católica dirigidas por el Papa a los obispos y fieles de todo el mundo. Su origen está en las epístolas del Nuevo Testamento y es el documento más importante que redacta el Pontífice. Suele estar escrito en Latín y su título se toma de las palabras que encabezan el documento. Éstas son las de Benedicto XVI:
«DEUS CARITAS EST»
Justo el día de Navidad, el 25 de diciembre de 2005, Benedicto XVI publica su primera Encíclica, «Deus Caritas Est». Se inicia con la cita «Dios es amor; quien está en el amor habita en Dios y Dios habita en él», que conforman el centro de la fe cristiana. El mensaje es inequívoco. El Santo Padre nos invita en el amor para que la luz de Dios pueda entrar en este mundo. Dividida en dos grandes partes, en la primera se reflexiona sobre el término amor y señala que en la Biblia, y sobre todo en el Nuevo Testamento, «se profundiza en el concepto de amor, un desarrollo que se expresa en la misa al margen de la palabra ''eros'' en favor del término ''ágape'', para expresar un amor oblativo». Benedicto XVI abunda en que el «eros», puesto en la naturaleza del hombre por su mismo Creador, «tiene necesidad de disciplina, de purificación y de maduración para no perder su dignidad original y no degradarse en puro sexo».
En la segunda parte, se afronta el amor al prójimo enralzado en el amor de Dios, «más que tarea para el fiel, lo es para la entera comunidad eclesial, que su actividad caritativa desde reflejar el amor trinitario». En ese sentido, matiza que «en la estructura fundamental de la Iglesia, emergió la ''diaconia'' como servicio de amor al prójimo ejercido de modo comunitario y de forma ordenada». Benedicto XVI quiere resaltar que «la doctrina social católica no pretende conferir a la Iglesia un poder sobre el Estado, sino simplemente purificar e iluminar la razón, ofreciendo su propia contribución a la formación de las conciencias, de manera que las verdaderas exigencias de la justicia puedan ser percibidas, reconocidas y también realizadas».
«SPE SALVI»
El 30 de noviembre de 2007, el Papa hace pública su segunda Encíclica, «Spe Salvi». Con ella quería recordar a los cristianos que «sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo» el que funde la esperanza de la vida eterna, capaz de resistir a pesar de todas sus desilusiones. Consta de ocho capítulos y se abre con el pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos: «Spe salvi facti sumus» (en esperanza fuimos salvados).
«Según la fe cristiana –explica Benedicto XVI en su introducción– la redención, la salvación, no son simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente».
El Santo Padre insiste en que el elemento distintivo de los cristianos es «el hecho de que ellos tienen un futuro, saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida». Benedicto XVI también recuerda que Jesús no traía al mundo «un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco y que tampoco era un combatiente por una liberación política como Barrabás». Lo que Jesús trajo al mundo era algo totalmente diverso: «El encuentro con el Dios vivo, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud y que por ello transforma desde dentro de la vida y el mundo». «Cristo nos hace verdaderamente libres, no sólo esclavos del universo», subraya. Por otra parte, Benedicto XVI desautoriza moralmente a Marx, porque la revolución proletaria «ha dejado tras de sí una destrucción desoladora». El error fundamental de Marx fue que «ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo». El Papa indica cuatro lugares para aprender y ejercitar la esperanza: la oración, el actuar, el sufrimiento y el Juicio de Dios.
«CARITAS IN VERITATE»
El 29 de junio de 2009, Benedicto XVI publicó su tercera y última Encíclica: «Caritas in veritate» que gravitaba sobre «la Caridad en la verdad y sobre el desarrollo humano integral de la caridad y la verdad». En ella se recogen muchas de las inquietudes del Santo Padre, como el derecho a la vida, el derecho a la libertad religiosa, y la sexualidad.
La Encíclica consta de una introducción, seis capítulos y una conclusión. En la Introducción, el Papa recuerda que la caridad es «la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia».
Por otra parte, dado el «riesgo de ser mal entendida o excluida de la ética vivida» advierte de que «un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales». El Papa subraya además la necesidad de preservar la vida en toda su plenitud que «en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos» y afirma que «cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida acaba por no encontrar la motivación y la energía necesarias para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre». También ofrece una profunda reflexión sobre el terrorismo de inspiración fundamentalista. Un aspecto ligado íntimamente al desarrollo es el «derecho a la libertad religiosa. La violencia –escribe el Papa–, frena el desarrollo auténtico» y esto «ocurre especialmente con el terrorismo de inspiración fundamentalista».
El sexo y la familia merecen también su reflexión. Insiste en que la sexualidad «no se puede reducir a un mero hecho hedonístico y lúdico. Los Estados, escribe, «están llamados a realizar políticas que promuevan la centralidad de la familia».
En la conclusión de la Encíclica, Benedicto XVI afirma que el desarrollo de los pueblos «tiene necesidad de cristianos con los brazos elevados hacia Dios en gesto de oración, de amor y de perdón, de renuncia a sí mismos, de acogida al prójimo, de justicia y de paz».
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