Estados Unidos
El desafío urgente de los gobiernos en la defensa de la familia
Francisco aterriza hoy en Roma tras culminar los cinco días y medio de su visita a Estados Unidos con la multitudinaria misa que presidió ayer en Filadelfia ante cientos de miles de personas y que puso punto y final al Encuentro Mundial de las Familias (EMF). La noche antes el Papa participó en una vigilia de fiesta y oración con marcado sabor estadounidense en la que la Iglesia católica reivindicó su propuesta de familia frente al desgaste de la descristianización. Como en las ocasiones en que se siente más libre, Jorge Mario Bergoglio dejó a un lado el discurso que tenía preparado e improvisó una alocución en la que defendió la institución familiar como el mejor lugar para vivir. El Pontífice dijo además que no hay familias perfectas e invitó a la sociedad a cuidar a los niños y a los ancianos.
En la Eucaristía conclusiva de la octava edición del EMF celebrada en la explanada del Benjamin Franklin Parkway, ubicada en el centro de Filadelfia, el Santo Padre ofreció la receta para alcanzar la felicidad. Dijo que ésta, como la santidad, «está siempre ligada a los pequeños gestos», a supuestas nimiedades que «se aprenden en el hogar». «Son gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada», aseguró. «Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión». Jorge Mario Bergoglio puso como ejemplo «el plato caliente» de alguien que espera a cenar a un ser querido y el «desayuno temprano» compartido con quien madruga. Son también «gestos de hogar» la bendición antes de dormir o el abrazo al volver a casa tras un día de trabajo.
«El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida tenga siempre sabor a hogar», insistió Francisco. La fe precisamente florece en ese contexto: «Crece con la práctica y es plasmada por el amor». Es por eso que las familias, los hogares, son «verdaderas iglesias domésticas». Constituyen el mejor lugar para que la fe «se haga vida y la vida se haga fe». En esta multitudinaria misa el Papa volvió a hacer un llamamiento a las autoridades para que defendieran la familia y unió este empeño con la protección del medio ambiente. «El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar», pidió.
Antes de oficiar la Eucaristía, el Santo Padre quiso verse cara a cara con algunos de los excluidos de la sociedad que tantas veces recuerda en sus intervenciones. Visitó la cárcel de Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia, donde abrazó y escuchó a los presos y a sus familias. Se presentó como «un hermano» que acudía a «compartir su situación» y a hacerla propia. Les habló sobre todo de reinserción, tendiéndoles la mano para «volver al camino». «Todos tenemos algo de lo que ser limpiados, purificados. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás». La silla que Francisco utilizó había sido fabricada por los propios presos.
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