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El Papa condena el genocidio armenio

Recuerda la masacre de armenios por el antiguo Imperio otomano en la I Guerra Mundial. «Si se opta por negar el mal, es como si se dejara que una herida siga sangrando sin curarla»

Francisco saluda a Aram I, del Catolicado de la Santa Sede de Cilicia
Francisco saluda a Aram I, del Catolicado de la Santa Sede de Cilicialarazon

El Papa Francisco recordó ayer el centenario del genocidio de un millón y medio de armenios con la celebración de una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano en la que declaró doctor de la Iglesia a San Gregorio Narek, monje de esta nacionalidad que vivió en el siglo X.

El Papa Francisco recordó ayer el centenario del genocidio de un millón y medio de armenios con la celebración de una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano en la que declaró doctor de la Iglesia a San Gregorio Narek, monje de esta nacionalidad que vivió en el siglo X. En el saludo que dedicó a los fieles de rito armenio al inicio de la ceremonia, el Pontífice lamentó que también hoy se esée produciendo «una especie de genocidio» entre los cristianos.

«Desgraciadamente todavía hoy oímos el grito angustiado y desamparado de muchos hermanos y hermanas indefensos, que a causa de su fe en Cristo o de su etnia son pública y cruelmente asesinados –decapitados, crucificados, quemados vivos–, o bien obligados a abandonar su tierra», dijo Jorge Mario Bergoglio, dolido de que estos crímenes se produzcan en medio de la «indiferencia general y colectiva» y del «silencio cómplice».

En su homilía, el Papa retomó una declaración de 2001 de San Juan Pablo II para calificar de «primer genocidio del siglo XX» la situación que vivieron los armenios durante la Primera Guerra Mundial. «Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos». Estos crímenes se produjeron cuando los ciudadanos armenios fueron exterminados y deportados de la actual Turquía, muriendo muchos de ellos en su travesía por Oriente Medio. Las palabras de Francisco supusieron un bofetón para Ankara, que no reconoce que se tratase de un genocidio, minimiza el número de muertos e interpreta aquellos sucesos como un episodio más dentro de las catástrofes de la Primera Guerra Mundial.

El obispo de Roma hizo un llamamiento para que se retome «el camino de reconciliación entre el pueblo armenio y el turco», aunque insistiendo en la importancia de reconocer la gravedad de aquellos hechos. «Hacer memoria de lo sucedido es un deber no sólo para el pueblo armenio y para la Iglesia universal, sino también para toda la familia humana», escribió en el mensaje que entregó a las autoridades religiosas de esta comunidad cristiana de rito oriental una vez acabada la misa. «Que la advertencia que nos viene de esta tragedia nos libere de volver a caer en horrores similares, que ofenden a Dios y a la dignidad humana».

Si en lugar de reconocer la magnitud de estos desastres se opta por «esconder o negar el mal», es como si se dejara «que una herida siga sangrando sin curarla». «Es necesario recordarlos, es más, es obligado recordarlos; porque donde se pierde la memoria quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta», advirtió el Papa, dolido de que también hoy existan conflictos que degeneran en «violencias injustificables instrumentalizando la diversidad étnica y religiosa». Por ello, invitó a quienes ocupan puestos de responsabilidad en el gobierno de las naciones o de las organizaciones internacionales a que se opongan a estos crímenes «sin ceder a ambigüedades ni a compromisos».

Francisco relacionó el genocidio armenio con las otras dos grandes «tragedias inauditas» que la humanidad conoció el siglo pasado: el nazismo y el estalinismo. «Y más recientemente ha habido otros exterminios masivos, como los de Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia». Pese a esta historia reciente, la humanidad «no consigue dejar de derramar sangre inocente». «Parece que el entusiasmo que surgió al final de la Segunda Guerra Mundial está desapareciendo y disolviéndose», lamentó el Pontífice. «Da la impresión de que la familia humana no quiere aprender de sus errores, causados por la ley del terror; y así aún hoy hay quien intenta acabar con sus semejantes, con la colaboración de algunos y con el silencio cómplice de otros que se convierten en espectadores. No hemos aprendido todavía que la guerra es una locura, una masacre inútil».

En el encuentro que mantuvo tras la ceremonia con el patriarca supremo armenio Karekin II y otras autoridades eclesiástica de esta comunidad cristiana oriental y de su rama ortodoxa, Francisco insistió en cómo el martirio «de tantos hermanos y hermanas que han sacrificado la vida por su fe» sirve para amalgamar las distintas confesiones. Es lo que llama el «ecumenismo de la sangre» y que llevó a San Juan Pablo II a celebrar en el año 2000 a todos los mártires del mundo. «También la celebración de hoy se coloca en este contexto espiritual y eclesial. En este evento participan representantes de nuestras dos Iglesias y se unen espiritualmente numerosos fieles repartidos por todo el mundo».

En el encuentro estuvo presente Serž Sargsyan, presidente de Armenia, donde el 23 de abril se celebrará la ceremonia de canonización de los mártires de la Iglesia Armenia Apostólica. Tendrá lugar en la catedral de Etchmiadzin, la ciudad sagrada de este país caucásico.

El detalle

Retratados para la historia

La misa de conmemoración del genocidio fue concelebrada por el Papa Francisco y el patriarca de Cilicia de los Armenios Católicos, Nerses Bedros XIXM, y el Supremo Patriarca de los Católicos de todos los Armenios, Karekin II. Fue seguida con máxima expectación por los asistentes, que lo retrataron con el móvil.