Iglesia Católica

El Papa reflexiona sobre los «millennials»

El Papa reflexiona sobre los «millennials»
El Papa reflexiona sobre los «millennials»larazon

En «Dios es joven», el nuevo libbro de Francisco, escrito junto con el periodista Thomas Leoncini analiza los desafíos que están marcando a las nuevas generaciones –emigración, redes sociales, precariedad laboral...– de cara al Sínodo que celebrará el Vaticano para recuperar a los jóvenes.

l Pontífice se ha marcado un reto para este año: recuperar a los «millennials». Las claves las da en el libro «Dios es joven» (Planeta), realizado a partir de las conversaciones iné-ditas que Francisco ha mantenido con el periodista Thomas Leoncini. LA RAZÓN publica algunos fragmentos.

«Los corruptos están a la orden del día. Pero los jóvenes no deben aceptar la corrupción como si fuera un pecado como los demás, no deben acostumbrarse jamás a la corrupción, pues lo que dejamos pasar hoy, mañana volverá a repetirse, hasta que nos acostumbremos y también nosotros nos convirtamos en parte del engranaje indispensable.

Corrupción

El corrupto no conoce la humildad, siempre consigue decir: ''no he sido yo'', y lo hace con una cara de falsa santidad –«fa la mugna quacia», como decimos en dialecto piamontés (pone cara de no haber roto un plato)–; vive en la mentira, se cansa de pedir perdón y deja muy pronto de pedirlo. Por el contrario, pensemos en el Evangelio: Mateo, el buen ladrón, y Zacarías son figuras que pecan, pero no son corruptos, no se han plegado a la corrupción; les ha quedado un ancla de salvación que los protege de la corrupción».

Redes sociales

«Hoy, las redes sociales parecerían ofrecernos este espacio de conexión con los demás. Pero el problema es que Internet implica su propia virtualidad: deja a los jóvenes en el aire, y por ello extremadamente volátiles. Me gusta recordar una frase del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: ''Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado''. Cuando vemos unas bonitas flores en los árboles, no debemos olvidarnos de que podemos gozar de esta visión solo gracias a las raíces.

Una manera poderosa de salvarnos creo que es el diálogo, el diálogo de los jóvenes con los ancianos: una interacción entre viejos y jóvenes, incluso saltándonos, temporalmente, a los adultos. Jóvenes y ancianos deben hablarse y deben hacerlo cada vez más a menudo: ¡es algo muy urgente! Y deben ser tanto los viejos como los jóvenes quienes tomen la iniciativa. Hay un pasaje de la Biblia (Joel 3, 1) que dice: ''Vuestros ancianos tendrán sueños, vuestros jóvenes tendrán visiones''».

Emigración

«Para entender a un joven debemos entenderlo en movimiento, no puedes estar quieto y pretender encontrarte con él en su longitud de onda. Si queremos dialogar con un joven, debemos ser flexibles, y entonces será él quien se ralentice para escucharnos, será él quien decida hacerlo. Y cuando se ralentice, empezará otro movimiento: un movimiento en el que el joven empezará a ir más lentamente para hacerse escuchar y los ancianos acelerarán el paso para encontrar el punto de encuentro. Se esfuerzan ambos: los jóvenes en ir más despacio y los viejos en ir más deprisa. Esto podría determinar el progreso.

Un joven tiene algo de profeta, y debe darse cuenta de ello. Debe ser consciente de que tiene las alas de un profeta, la actitud de un profeta, la capacidad de profetizar, de decir, pero también de hacer. Un profeta de hoy tiene capacidad de hacer reproches, pero también de mirar con perspectiva. Los jóvenes tienen estas dos cualidades. Saben reprochar, aunque muchas veces no expresan bien sus reproches. Y tienen también la capacidad de escrutar el futuro y mirar hacia adelante. Pero los adultos son crueles y dejan sola toda esta fuerza de los jóvenes. Los adultos a menudo desarraigan a los jóvenes, extirpan sus raíces y, en lugar de ayudarlos a ser profetas por el bien de la sociedad, los convierten en huérfanos y en desarraigados. Los jóvenes de hoy están creciendo en una sociedad desarraigada.

Por eso una de las primeras cosas en las que tenemos que pensar como padres, como familias, como pastores, es en los escenarios donde arraigar, donde generar vínculos, donde hacer crecer esa red vital que nos permita sentirnos en casa. Para una persona, es una terrible alienación sentir que no tiene raíces, significa no pertenecer a nadie».

Precariedad

«No podemos aceptar que quienes dan trabajo esperen de los jóvenes un trabajo precario y, para colmo, incluso gratuito, como sucede. Sé que hay casos de trabajo gratuito, y a veces incluso con una preselección para poderlo llevar a cabo. Esto es explotación y genera las peores sensaciones en el alma; sensaciones que poco a poco crecen y pueden incluso cambiar la personalidad de los jóvenes. Los jóvenes piden ser escuchados y nosotros tenemos el deber de escucharlos y acogerlos, no de explotarlos. No valen excusas.

Pienso que debemos pedirles perdón a los chicos porque no siempre los tomamos en serio. A menudo no sabemos hacerles soñar y no somos capaces de entusiasmarlos. Es normal buscar dinero para construir una familia, un futuro, y para salir de ese papel de subordinación a los adultos que hoy los jóvenes sufren durante demasiado tiempo. Lo que cuenta es evitar experimentar la codicia de la acumulación. Hay personas que viven para acumular dinero y piensan que tienen que acumularlo para vivir, como si el dinero se transformara después en alimento también para el alma. Esto significa vivir al servicio del dinero, y hemos aprendido que el dinero es concreto, pero dentro tiene algo de abstracto, de volátil, algo que de un día para otro puede desaparecer sin previo aviso; piensa en la crisis de los bancos y en las recientes suspensiones de pagos». [...]

Poder

«Pero hay otra consecuencia, que no sé si es la peor, pero que es muy recurrente: acabar por resultar ridículo. Y del ridículo no se vuelve.

¿Cuál fue una de las figuras más ridículas de la historia? En mi opinión, Poncio Pilatos: si hubiera sabido que tenía delante al Hijo de Dios, y que el Hijo de Dios había usado su poder para lavarles los pies a sus discípulos, ¿acaso se hubiera lavado las manos? ¡Creo que no!

El evangelista Juan nos cuenta que el Señor era consciente de tener todo el poder del mundo en sus manos. ¿Y qué decidió hacer con todo ese poder? Un único gesto, que fue un gesto de servicio, en concreto el servicio del perdón. Jesús decidió que el poder se tenía que transformar, desde ese momento y para siempre, en servicio. ¿Cuál ha sido el verdadero mensaje profético de todo esto? Ha hecho caer a los poderosos de sus tronos y ha ensalzado a los humildes. El poder es servicio y debe.

Miedo a la vejez

«Parece que crecer, envejecer, estancarse es algo malo. Es sinónimo de vida agotada, insatisfecha. Hoy parece que todo esté maquillado y enmascarado. Como si el propio hecho de vivir no tuviera sentido. ¡Recientemente he hablado de lo triste que es que alguien quiera hacerse un lifting incluso en el corazón! ¡De lo doloroso que es que alguien quiera borrar las arrugas de tantos encuentros, de tantas alegrías y tristezas!

Es un juego diabólico. No logro comprender cómo es posible que un adulto sienta que compite con un muchacho, pero lamentablemente sucede cada vez más a menudo. Es como si los adultos dijeran: ''Tú eres joven, tienes esta gran posibilidad y esta enorme promesa, pero yo quiero ser más joven que tú, yo puedo serlo, puedo fingir que lo soy y ser mejor que tú también en esto''.

Hay demasiados padres con cabeza adolescente, que juegan a la eterna vida efímera y, más o menos conscientemente, convierten a sus hijos en víctimas de este perverso juego de lo efímero. Pues, por un lado, educan a hijos sumidos en la cultura de lo efímero y, por otro, hacen que crezcan cada vez más desarraigados, en una sociedad que llamo por ello desarraigada.

No somos nada sin la cabeza y sin el corazón, no somos nada si nos movemos presa de los instintos y sin la razón. La razón y el corazón nos acercan los unos a los otros de una manera real; y nos acercan a Dios para que podamos pensar en Dios y podamos decidir ir a buscarlo. Con la razón y el corazón podemos también entender quién está mal, identificarnos con él, convertirnos en portadores del bien y del altruismo. No olvidemos nunca las palabras de Jesús: ''Quien quiera ser grande entre vosotros servirá, y quien quiera ser el primero de entre vosotros será esclavo de todos. Ni siquiera el hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir''. (Marcos 10, 43)».