Historia

Roma

Entre la leyenda y la historia

Al frente de la Iglesia católica ha habido tres Papas españoles: Dámaso I, Calixto III y Alejandro VI, unos nombres que se han movido en ocasiones entre la veracidad y las exageraciones, pero que también fueron determinantes

No todo fue negativo durante el papado de Alejandro VI. Promovió muchas obras culturales, se convirtió en un árbitro de la política italiana (y buscó la independencia de los estados pontificios respecto a España y Francia), concedió el título de Reyes Católicos a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y durante su papado se descubrió América.
No todo fue negativo durante el papado de Alejandro VI. Promovió muchas obras culturales, se convirtió en un árbitro de la política italiana (y buscó la independencia de los estados pontificios respecto a España y Francia), concedió el título de Reyes Católicos a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y durante su papado se descubrió América.larazon

Al frente de la Iglesia católica ha habido tres Papas españoles: Dámaso I, Calixto III y Alejandro VI, unos nombres que se han movido en ocasiones entre la veracidad y las exageraciones, pero que también fueron determinantes

Los italianos no les han olvidado y aún mascullan silenciosas palabras al pasar junto a sus tumbas, en la Iglesia de Santa María de Montserrat de los españoles, en Roma, una iglesia proyectada por Antonio da Sangallo el joven y con fachada de Francesco da Volterra. En una capilla lateral se conserva el mausoleo de Calixto III y Alejandro VI, dos de los tres pontífices españoles que han conducido a la Iglesia. La leyenda, con su clara tendencia a las exageraciones, se ha impuesto a la historia, y aunque muchos hechos de los que se narran desde entonces son sin duda ciertos, el tiempo y el desconocimiento de una época controvertida y difícil han deformado, quizá demasiado, el perfil de estos dos papas. Si Trajano y Adriano, los emperadores hispanos, dejaron tras de sí una estela de hombres capaces y firmes para sobrellevar el peso político del Imperio romano, no parece que repita la historia las mismas alabanzas cuando se estudia el paso de los españoles por la sede de Pedro. Pero, antes de ellos, de su llegada, en el siglo IV después de Cristo, sí hubo un pontífice cuyo nombre, sin la fama de la controversia, ha pasado más desapercibido y que dejó una huella y una herencia positiva.

Damaso I. Fermín Labarga, profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de Navarra, recuerda la importancia de este Papa que dirigió el destino de la Iglesia del año 366 al 384. Aunque nació en la ciudad del Tíber, sus padres eran hispanos y él siempre ha sido considerado hispano. «Hay un hecho fundamental. En el 380, Teodosio reconoció al cristianismo como religión del imperio». Un hecho que coincide con su papado, pero que no es el único, como precisa Labarga: «En el 381 se celebra el Concilio I de Constantinopla. Ahí se termina de perfilar el Credo, el que hoy todos recitamos en las misas. En este momento es cuando sale esta fórmula de fe». Pero hay un perfil intelectual en él, de hombre próximo a los conocimientos y el arte, que sobresale. «Hay que destacara su revitalización cultural y cultual que hace de Roma. Él aprobó la construcción de basílicas en esta ciudad y el adecentamiento de las catacumbas. Compuso, además, himnos para los mártires que todavía se conservan. San Jerónimo fue su secretario».

Calixto III. La personalidad de este Papa, valenciano, de Játiva, es la de un estudiante sin tachas. Forjó una trayectoria académica impecable. Su prestigio y celebridad hizo que fuera reclamado por el rey Alfonso V de Aragón. Le pidió su asesoramiento como consejero. Una labor que cumplió. «Gracias a él se acaba el Cisma de Occidente. Hizo posible que el antipapa, Benedicto XIII, desistiera de cualquier derecho. Ese gesto fue reconocido después. Era un hombre austero y piadoso», recuerda Labarga. Calixto III fue elegido Papa muy tarde, a una edad avanzada, con 76 años, después de que falleciera Nicolás V. «Su principal preocupación, como era corriente durante esa época, es la cruzada contra los turcos, que representaba la principal amenaza de la cristiandad». Pero, la gestión de este Papa se vio enturbiada por su propensión a rodearse de hombres procedentes de sus tierras, de valencianos y de aragoneses, algo que después le reprocharon sus adversarios. «No tuvo reparos en nombrar cardenales a sus sobrinos, pero durante esa época, el nepotismo era una práctica habitual. El Papa tendía a reunir gente de su confianza para dirigir los estados pontificios, porque no sólo era Papa, también era señor de unos estados y tenía que preocuparse por gobernarlos correctamente, encargarse de su economía, de la recaudación de impuestos... Por eso se refugiaban, en primer lugar, en la familia», explica Labarga. Un hecho importante de su pontificado fue la beatificación de Vicente Ferrer.

Alejandro VI. El más controvertido, el más polémico y el que más leyenda ha generado. Fue Papa entre 1692 y 1503. Tuvo cuatro hijos: Juan, Jofré, César y Lucrecia. Los dos últimos son de sobra conocidos. «Es sobrino de Calixto III por parte de madre. En 1456, al año de que su tío acceda a la sede de Pedro, es nombrado Cardenal. Es muy rico y vive como un príncipe del Renacimiento en Roma. Hay que reconocerle que fue muy hábil, listo, astuto, buen diplomático, con dotes de gobierno evidentes. Buscó la paz entre los reyes cristianos para frenar el avance de los turcos. Pero, por otra parte, moralmente era poco ejemplar», comenta Labarga, quien admite que su comportamiento tampoco era tan infrecuente en la época. Aunque Alejandro VI llevó los extremos un poco más allá: «Hubo excesos, permitió comportamientos ostentosos, como la boda de su hija en El Vaticano. Aunque ningún cortesano de la época se escandalizó demasiado». Luego, Labarga subraya: «Otros Papas también tuvieron hijos. Pero en su juventud. Pero cuando se convertían en pontífices no resultaba tan habitual». Después matiza también un aspecto de su mala fama: «Estableció una familia con gran poder en Roma y eso le llevó a tener mala prensa en la época, porque había intereses de familias italianas. Ése es parte del origen de su leyenda».