Vaticano

Faustino Míguez, en los altares

El Papa canoniza al escolapio gallego, fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, e invita a seguir su ejemplo.

Un tapiz de Faustino Míguez cuelga de la fachada de la basílica de San Pedro del Vaticano
Un tapiz de Faustino Míguez cuelga de la fachada de la basílica de San Pedro del Vaticanolarazon

El Papa canoniza al escolapio gallego, fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, e invita a seguir su ejemplo.

Tanta espera mereció la pena, porque «por fin Faustino ha sido proclamado santo». Como Carmen hay muchos otros españoles que no caben en sí de gozo porque Faustino Míguez, fundador del Instituto Calasancio Hijos de la Divina Pastora y considerado un santo feminista que luchó por los derechos de las mujeres, ha subido ya a los altares. Y lo hizo ayer, en una ceremonia multitudinaria en la plaza de San Pedro, junto a otros 34 nuevos santos: Cristóbal, Antonio y Juan, conocidos como los «Niños Mártires de Tlaxcala», México, el capuchino italiano Angelo da Acri, Andrea de Soveral, Ambrosio Francisco Ferro y otros 28 compañeros mártires de Brasil.

Ya desde primera hora de la mañana los peregrinos aguardaron para hacer los arduos controles de seguridad de acceso a la plaza y coger puesto. Muchos de ellos españoles, algunos de los cuales llevaban banderas y carteles con la imagen del nuevo santo.

El momento más emotivo fue cuando el Papa Francisco pronunció la fórmula de canonización después de que el Prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, leyese una breve biografía de cada uno, a lo que le siguió un gran aplauso de los miles de fieles congregados.

Francisco, en su homilía, explicó que los 35 «han dicho “sí” al amor con sus palabras y por un tiempo, pero con la vida hasta el final». «Su vestido diario ha sido el amor de Jesús, ese amor loco que nos ha amado hasta el final, que ha dejado su perdón y sus vestiduras a quien lo crucificaban». «Si no se ama se envejece antes y uno se vuelve malo», añadió.

El Papa invitó a pedir a los nuevos santos «la gracia de elegir y llevar puesto cada día este vestido y de mantenerlo limpio» y para ello hay que «ir a recibir, sin miedo, el perdón de Dios» porque «es el paso decisivo para entrar en la sala del banquete a celebrar la fiesta del amor con Él».

Y es que el Pontífice comentó el Evangelio del día en el que se compara el Reino de Dios con un banquete de bodas, un relato en el que «los invitados somos nosotros porque con cada uno el Señor desea celebrar las bodas». «Es nuestra relación con Él» por lo que también es el de «la esposa con el esposo». «El Señor nos desea, nos busca y nos invita y no se contenta con que cumplamos las obligaciones y observemos sus leyes, sino que quiere tener con nosotros una verdadera comunión de vida, una relación de diálogo, confianza y perdón».

Bergoglio afirmó que «esta es la vida cristiana, una historia de amor con Dios, donde el Señor toma gratuitamente la iniciativa y donde ninguno de nosotros puede presumir de la exclusiva de la invitación. Ninguno es un privilegiado respecto a los otros, pero cada uno es un privilegiado ante Dios», destacó.

El Papa exhortó a todos los que se encontraban presentes en la ceremonia de canonización a dirigir palabras cada día a Dios porque «si se pierde el amor, la vida cristiana se convierte en algo estéril, en un cuerpo sin alma, una moral imposible» y denunció que «una vida cristiana de rutina, donde uno se contenta con la normalidad, sin entusiasmo, sin empuje, y con la memoria corta» es un peligro.