Abusos a menores
Federico Lombardi: Reconocemos que no se ha hecho lo suficiente en la Iglesia frente a los abusos"
Al hombre de confianza de Benedicto XVI y de Francisco no le tiembla la voz al reconocer la responsabilidad del clero, pero destaca la «responsabilidad común» con la que se ha abordado el problema. «Lo hemos entendido pagando un precio muy alto».
Al hombre de confianza de Benedicto XVI y de Francisco no le tiembla la voz al reconocer la responsabilidad del clero, pero destaca la «responsabilidad común» con la que se ha abordado el problema. «Lo hemos entendido pagando un precio muy alto».
El despacho de Federico Lombardi todavía no ha llegado la revolución digital. Es algo que se nota nada más entrar. La montaña de papeles que se acumulan en su escritorio demuestran que a sus 76 años todavía tiene mucho trabajo por delante. Portavoz de la oficina de prensa de la Santa Sede durante una década, bajo los pontificados de Benedicto XVI y de Francisco, ahora el Papa argentino lo ha recuperado, tres años después de su marcha, para una misión que considera crucial. Será el moderador de la cumbre sobre pederastia que reunirá en el Vaticano a los presidentes de conferencias episcopales de todo el mundo desde hoy hasta el domingo. Su papel, sin embargo, no será testimonial, sino que será el encargado de coordinar la comunicación del encuentro. De hecho, ayer ya fue uno de los anfitriones que recibieron a una docena de víctimas de abusos.
¿Cómo se encuentra volviendo a la escena pública?
Había empezado a dedicarme a otros aspectos culturales, pero el tema de la protección de menores no lo he abandonado nunca porque me tocó profundamente durante el pontificado de Benedicto XVI, quien se ocupó enormemente. Ésta es una de las líneas sobre las que la Iglesia debe trabajar en profundidad para encontrar el comportamiento adecuado en su misión con los jóvenes. Hay que eliminar esta sombra que aún está en muchos países.
Parece que en este momento se habla más incluso que en tiempos de Benedicto XVI...
También entonces hubo momentos en los que se habló mucho de este tema. Después de los casos que saltaron en Irlanda y de la carta que Benedicto mandó, que es un texto amplio y complejo. También cuando hubo una nueva oleada de problemas en Estados Unidos, en Alemania, en Holanda... La novedad de esta cumbre es que Francisco llama a un encuentro universal con representantes de la Iglesia de todo el mundo. El problema se afronta como una responsabilidad común, de forma colegial y sinodal.
¿Se ha comunicado bien lo que ha hecho la Iglesia para proteger a los menores?
Hace años, en la propia web del Vaticano creamos un sitio en el que se recogían todos los documentos que tienen que ver con la protección de menores. Y ahora hemos vuelto a recoger las líneas básicas de conferencias episcopales de todo el mundo. Hay algunas que han creado su propia hoja de ruta sobre cómo comportarse en la protección de menores. Algunas diócesis incluso han desarrollado programas de escuchas a las víctimas y otros para gestionar denuncias. También sobre la prevención, que es un aspecto muy importante. Tienes que reaccionar cuando hay crímenes, pero es más importante aún crear las bases para que no se vuelvan a producir.
Las víctimas lamentan que sólo ha habido palabras.
Entre las víctimas hay personas que tienen una agenda de activismo para empujar a la Iglesia en este sentido. Por otro lado, hay otros que no lo cuentan y prefieren ser acompañados de un modo privado. Es gente que ha sufrido enormemente y que no quiere más publicidad. Yo estoy muy lejos de decir que todo ha sido perfecto, muchas críticas son fundadas y, además, en la Iglesia hay una fuerte capacidad de autocrítica. Reconocemos que no se ha hecho suficiente y que no hemos tenido en cuenta de forma suficiente el sufrimiento. Y también la ocultación, por preocuparse más de defender el buen nombre de la Iglesia que de afrontar el problema buscando hacer justicia.
El arzobispo Scicluna, uno de los organizadores de la cumbre, ha dicho que se ha acabado el periodo de la «omertá».
Pensar que se ha acabado un problema en todo el mundo y para siempre no es algo realista. Tenemos una comunidad muy amplia. La idea del Papa es acertada: este encuentro tiene que crear una conciencia común y cada vez más extendida sobre la realidad de los abusos a menores.
¿Por qué ha existido ese silencio?
Supongamos que en tu familia, tu madre sea una prostituta. ¿Tú estarías orgulloso de salir a decirlo a voces? Es un problema universal, es algo humano. Cualquier persona honesta entiende que es difícil hacer públicos problemas graves o vergonzosos que existen en su comunidad. Pero nos damos cuenta de que esto ha provocado graves daños en la Iglesia y hay que superarlo. Si uno no afronta los problemas y los esconde porque pone en primer lugar el buen aspecto de su institución, incluso antes que el sufrimiento de otros, está perpetuando el abuso y además lo hace más profundo. Lo hemos entendido pagando un precio muy alto.
Se ha hablado mucho de expectativas. ¿Sería justo decir que es un momento decisivo en el pontificado de Francisco?
A mí me parece un poco excesivo. Soy el primero que dice que tenemos que trabajar para que la Iglesia sea una institución creíble. Pero yo en esto llevo trabajando desde hace diez años, no se puede decir que se vaya a hacer todo en tres días. Es cierto que es un gran paso en el deseo de Francisco de involucrar a todo el pueblo de Dios. Lo importante es que los episcopados de todo el mundo tengan una consciencia clara de la gravedad del problema y el sufrimiento que crea. Y también que los responsables de la Iglesia sepan que tienen que intervenir y el modo en el que lo deben hacer.
¿Cómo será el trato con las víctimas?
El encuentro con las víctimas en esta cumbre no será lo más importante. Es algo que hay que hacer en los distintos países. Cuando les pedimos a los episcopados del mundo que se encontraran con víctimas, algunos nos respondieron que lo están haciendo desde hace más de 25 años.
¿Están contentos con los deberes que han hecho las Iglesias?
Que la respuesta a los cuestionarios que les enviamos llegue al 90 por ciento es algo casi milagroso. Esto quiere decir que los religiosos se han tomado en serio la preparación y que, por tanto, en el encuentro será igual.
¿Cuál sería el mensaje claro que tiene que salir de estos días de trabajo?
Que la Iglesia católica es consciente del problema de los menores en el clero y que queremos ser parte de la solución. Queremos cambiar los comportamientos que pueden ser origen de abuso, entre ellos el abuso de poder. Y, a partir de ahí, debemos hacer que la Iglesia sea creíble en su vocación de servicio a menores de todo el mundo.
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