Estados Unidos
Francisco: «El Evangelio no condena la riqueza, sino que se idolatre»
Un libro que se publica mañana en Italia recoge el magisterio social de Francisco con una entrevista inédita
Uno de los caballos de batalla del pontificado de Francisco está siendo la denuncia de la «economía que mata» y de «la cultura del descarte» que deja en la cuneta a pobres, ancianos y niños, entre otros colectivos. Siempre salen de su boca palabras para los más débiles, para los que sufren, y denuncias contra aquellos que se enriquecen a costa del descarte de otros, aumentando la pobreza y la desigualdad.
Pues bien, los vaticanistas de «La Stampa» Andrea Tornielli y Giacomo Galeazzi han escrito un libro, que sale a la venta mañana en Italia, en el que se reúne y reflexiona sobre el magisterio social y económico de Pontífice argentino, y que incluye opiniones de expertos como la del profesor Stefano Zamagni, economista asesor de los Papas, y la de Ettore Gotti Tedeschi, ex presidente del banco vaticano. Como principal reclamo, el texto incluye una entrevista que los autores realizaron al Papa Francisco a principios de octubre y en la que aborda distintas cuestiones económicas.
Habla así sobre el capitalismo y la crisis que ha sufrido nuestro mundo en los últimos años: «Es cierto que ha aumentado la riqueza mundial, pero este sistema se mantiene con esa cultura del descarte de la que ya he hablado en varias ocasiones. Existe una política, una sociología y una actitud del descarte. Cuando ya no es el hombre, sino el dinero lo que ocupa el centro del sistema, cuando el dinero se convierte en un ídolo, los hombres y las mujeres son reducidos a meros instrumentos de un sistema social y económico caracterizado, es más, dominado por profundos desequilibrios».
Una cultura que el Papa no relaciona sólo con cuestiones económicas, sino también «con el aborto que rechaza a los niños» o «la eutanasia oculta de los ancianos, que son abandonados». En este sentido, Francisco pide que se contruya una sociedad y una economía en la que el hombre y su bien, y no el dinero, sean el centro». « Detengámonos, por favor. Debemos detenernos a tiempo. No debemos considerar las cosas como irreversibles, no debemos resignarnos», apunta.
Apuesta asimismo por la ética en la economía y en la política, y por no esperar más para resolver las causas estructurales de la pobreza, «para curar a nuestras sociedades de una enfermedad que sólo puede llevarnos hacia nuevas crisis». «Los mercados y las especulaciones financieras no pueden gozar de una autonomía absoluta. Nunca resolveremos los problemas del mundo sin una solución a los problemas de los pobres. Se necesitan programas y procesos orientados a una mejor distribución de los recursos, a la creación de trabajo, a la promoción integral de los excluidos», añade.
Francisco, que ha sido criticado desde algunos católicos liberales de Estados Unidos por sus tesis económicas, defendió que «la atención a los pobres está en el Evangelio y en la tradición de la Iglesia. No es una invención del comunismo y no hay que ideologizarla, como a veces ha sucedido durante la historia». Opina lo mismo cuando lo acusan de pauperismo: «No, es Evangelio. La pobreza aleja de la idolatría, del sentirse autosuficientes. (...) El del Evangelio es un mensaje que va dirigido a todos, el Evangelio no condena a los ricos, sino la idolatría de la riqueza, esa idolatría que nos hace insensibles al pobre». También quiso dejar claro que la Iglesia está lejos de cualquier interés político y de cualquier ideología: «Movida únicamente por las palabras de Jesús, quiere ofrecer su aporte a la construcción de un mundo en donde se custodien los unos a los otros».
En este sentido, insistió en que la preocupación de la Iglesia por los pobres no es «una novedad», pues tiene su origen en el Evangelio y está documentada ya en los primeros siglos del cristianismo. De hecho, afirmó que si repitiera algunos pasajes de las homilías de los primeros Padres de la Iglesia, correspondientes al siglo II y III, sobre cómo habría que tratar a los pobres, «algunos dirían que mi homilía es marxista». Y lo hizo, con palabras de San Ambrosio: «No es parte de tus bienes lo que das al pobre; le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no sólo para los ricos». Así, cree el Bergoglio que la propiedad privada no es un derecho absoluto, sino que tiene que estar subordinada al bien común.
Francisco también abordó las palabras de Pío XI en su encíclica «Quadragesimo Anno» contra el imperialismo internacional del dinero, para afirmar que sólo «a los que se sienten golpeados y castigados por sus denuncias les parecen exageradas las palabras de este Papa». «Pero no era exagerado, dijo la verdad después de la crisis económica y financiera de 1929. Como buen alpinista, veía las cosas como era, porque sabía ver lejos». De hecho, dice que la opresión a los pobres es un pecado.
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