Papa Francisco
Francisco: «La Pascua no es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más»
Francisco invita en la Vigilia Pascual a reconocer «el misterio» de la Resurrección.
El Papa Francisco presidió la celebración más importante del año para los cristianos: la Vigilia Pascual, que conmemora el paso de Jesús de la muerte a la vida, su resurrección. Según San Agustín, «la madre de todas las vigilias» o, como se recita en el pregón pascual al inicio, «la noche santa que ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia».
En su homilía, el Papa quiso reflexionar acerca del misterio que encierra el sepulcro vacío que encuentran las mujeres al amanecer, el misterio de la resurrección: «Fue una noche en vela para los discípulos y discípulas de Jesús. Las mujeres al alba del día siguiente fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ‘‘¿Cómo haremos para entrar? ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?’’. He aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta. Entraron en el sepulcro. En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos en reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor».
Tomando como punto de partida esta palabra, Francisco afirmó que «no se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio», porque «no es un hecho inteclectual, sólo conocer, leer... Es más, mucho más». Según dijo, entrar en el misterio de la resurrección significa «capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla». En cambio, continuó, entrar en el misterio es «no tener miedo a la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huír ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogante...». También lo explicó en positivo diciendo: «Significa entrar ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón».
En este punto, el Pontífice argentino deslizó en su intervención a la clave fundamental para poder entrar en el misterio de la resurreción, que no es otra que la humildad. «La humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio», explicó Bergoglio.
El Papa hizo hincapié en la figura de las mujeres que aquella noche «velaron junto a la Virgen Madre, que las ayudó a no perder la fe y la esperanza». De este modo, siguió Francisco, «no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor». «Salieron y encontraro la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida», afirmó.
Tras su intervención, el Santo Padre bautizó y confirmó a diez personas, seis mujeres y cuatro hombres de diferentes nacionalidades: una camboyana de 13 años, que recibió el nombre de María; la pintora portuguesa Helena Lobato, de 45 años; junto con cuatro italianos, tres albaneses y una keniata.
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