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La Razón
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Al pensar en el cardenal Cañizares, en D. Antonio, lo primero que me viene a la mente es su cercanía con todos, no importa el estrato social, el nivel cultural o la tendencia política; baste recordar el debate con el ex presidente Rodríguez Zapatero en la Universidad Católica de Ávila. Cercanía con los enfermos, con los jóvenes, con los ancianos y con los sacerdotes mayores –a los que acompañaba en la cena de Nochebuena desde su llegada a Ávila–. No tuvo que pasar mucho tiempo como obispo de Ávila para ganarse a toda la ciudad y provincia, por su sencillez en el trato. Era imposible que fuera por la calle y no se parara unas cuantas veces antes de llegar a su destino. Siempre estaba disponible, y lo sigue estando, cuando se le necesita para algo.

Su amor a la Iglesia y su pasión por la evangelización de la cultura le llevaron a fundar la Universidad Católica de Ávila con un importante apoyo de todos los estamentos sociales. Está al corriente de los problemas actuales de España y de la Iglesia, es valiente en sus declaraciones e intervenciones en los medios de comunicación, teniendo un gran conocimiento de la Iglesia y de la sociedad. Un gran intelectual con los pies en la realidad, un hombre sencillo, lleno de humanidad, firme en sus criterios y con un gran amor a la Iglesia.