A Tu Salud

Sociedad

Ángeles de la guarda

Para alrededor de un millón de nuestros mayores la voz que escuchan al otro lado es una mano tendida, amiga y consoladora en un mundo precipitado y amnésico. Se llaman teleasistencia

Teleasistencia
TeleasistenciaAntonio Cruz

Es sólo una conversación tipo de control de las miles que se desarrollan a diario en toda España:

- Buenos días, Andrea, le llamamos del servicio de teleasistencia. Me llamo Carmen. ¿Cómo se encuentra hoy?

- Bien, dentro de lo que cabe, y de mis 86 años.

- Sabemos que vive sola, pero no queremos que se encuentre sola. Estamos aquí para prestarla la ayuda que precise, también cuando necesite hablar con alguien. Que no se le venga la casa encima.

- Lo sé. Son ustedes muy amables.

- ¿Tomó su medicación, come bien?

- Sí, de momento, mi cabeza funciona. Y especialmente las pastillas, no se me olvidan.

- ¿Algún familiar la visita periódicamente?

- Cuando pueden, tienen sus trabajos, sus familias...

- Bueno, no dude en apretar el botón (del intercomunicador) para cualquier cosa. Que pase un buen día.

Hay, por supuesto, otros diálogos más dolorosos y desgarradores que todos podemos imaginar y que los profesionales que prestan este servicio conocen bien. La sociedad ha cambiado en sus patrones de respeto, entrega y sentimientos. Si hace unas generaciones, era casi imposible que los ancianos pasaran sus años postreros fuera de un entorno familiar, hoy es casi la norma. Más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solos y de ellos 850.000 tienen más de 80 años. Es aquí donde surgen instrumentos magníficos como el de la Teleasistencia que llenan de sentido a lo que conocemos como Estado del Bienestar. Las funciones que estos profesionales prestan a los usuarios son prácticamente todas en función de las necesidades de cada cual: desde la higiene personal a la limpieza del hogar, la compañía, el paseo y la atención de cualquier emergencia en todos los ámbitos de la salud física o mental. Los países deberían medir su grandeza entre otras cosas por su capacidad de no dejar desamparados a quienes más lo necesitan, en su tiempo más vulnerable. En todo caso, queda por hacer para que la asistencia llegue a todo el que lo precisa y las administraciones doten como deben a un servicio y a unos profesionales extraordinarios.