
Salud
El ozono y la luz ultravioleta C pueden ser peligrosos para la salud
La desinfección de espacios debe realizarse con equipos profesionales y bien protegidos para evitar dañar los ojos, la piel y las vías respiratorias
La «nueva normalidad» que se atisba en el horizonte tiene unos invitados de los que apenas habíamos escuchado hablar antes: máquinas de ozono, purificadores de aire, luz ultravioleta C, nebulizadores, óxido de etileno... Eliminar hasta el último rastro del temido SARS-CoV-2 que provoca el Covid-19 se ha convertido casi en una obsesión para todos, desde pequeñas a medianas empresas, pasando incluso por los hogares de los más hipocondríacos. Pero, ojo, no todo vale, pues algunas de estas soluciones, mal empleadas, pueden resultar dañinas para la salud: «Este tipo de procedimientos deben usarlos profesionales, formados para ello y con los EPIs correspondientes para evitar lesiones, ya que al igual que se destruyen los microorganismos, también pueden dañar nuestro ADN, la piel, los ojos, las vías respiratorias...», advierte Estanislao Nistal, virólogo y profesor de Microbilogía de la Universidad CEU San Pablo de Madrid.
En la lista de los dispositivos susceptibles de eliminar el SARS-CoV-2, las máquinas de ozono y las lámparas de luz ultravioleta C se ponen a la cabeza de los más prometedores, aunque el Ministerio de Sanidad no se ha posicionado por ninguno de ellos, pues falta evidencia científica. Sin embargo, «aunque no hay estudios específicos con el Covid-19, podemos asumir que son eficaces, ya que así se ha demostrado con otro tipo de coronavirus, y por ahora no hay motivo para pensar que en este caso sea distinto», asegura Nistal.
Luz ultravioleta
Uno de los utensilios más potentes en esta particular batalla contra el Covid-19 son las lámparas germicidas de irradiación ultravioleta (UVGI), empleada en quirófanos y hospitales. «Emiten radiaciones ultravioleta B y C. Estos equipos se emplean para la limpieza de las habitaciones y para la desinfección de quirófanos, TAC, radiología, etc. Están desarrollados específicamente para el ámbito sanitario», explica Francisco Guillén, especialista en Medicina Preventiva de la Clínica Universidad de Navarra, donde ya los utilizan. Pero Guillén advierte de que «no se pueden usar en presencia de personas. Se introducen en la habitación, se programan y el personal sale mientras suena una alarma. Al cabo de un minuto se ponen en marcha. En el caso de que alguien entrase de forma accidental, llevan sensores de presencia y de movimiento, con lo que se paran automáticamente», detalla. Se trata, por tanto, de una herramienta que, mal utilizada, puede resultar muy peligrosa para la salud. «Estas máquinas podrían provocar quemaduras muy serias y cataratas casi de inmediato en los ojos, por eso no se pueden usar sin protección», asegura Celia Sánchez-Ramos, investigadora y doctora en Ciencias de la Visión y en Medicina Preventiva.
Frente a estos dispositivos, también es posible comprar por internet o en comercios «máquinas de ultravioleta por varias decenas de euros, frente al precio de las que se utilizan en los hospitales, que cuestan decenas de miles. Estas máquinas tan baratas no tienen la capacidad de producir la misma energía que las profesionales y su efecto no ha sido comprobado, por lo que su eficacia probablemente sea bastante reducida», advierte Guillén. Y no sólo eso, ya que, si se emplea en espacios pequeños o en locales puede provocar una falsa sensación de seguridad.
¿Funcionan las máquinas de ozono?
Y algo similar ocurre con leas ya famosas máquinas de ozono que comienzan a verse en lugares públicos. «Producen una cantidad de ozono capaz de acabar con virus y bacterias pero a niveles que resultan tóxicos para el ser humano, por eso deben emplearse con fuertes medidas de seguridad y cuando la estancia está vacía, normalmente por la noche, ya que después hay que dejar un tiempo de espera antes de que pueda entrar alguien», explica Nistal. De hecho, «se ha de cumplir una normativa de higiene y salud en el trabajo, ya que hay que vigilar que se mantenga en unos niveles de concentración en el aire», asegura Carmen Diego, neumóloga y secretaria general de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Separ.
Las consecuencias para la salud de un mal uso de estos aparatos son claras: «Si se exceden los límites permitidos, el exceso de concentración de gas ozono puede producir irritación de ojos, nariz y garganta. A concentraciones más elevadas puede causar alteraciones visuales, nauseas y dolor de garganta. Y a dosis aún más altas, edema pulmonar y aumentar la susceptibilidad a infecciones respiratorias. Por este motivo resulta fundamental no aplicarlos en presencia de personas, los operarios deben contar con los equipos de protección adecuados, se debe ventilar adecuadamente el lugar desinfectado antes de su uso y, finalmente, recordar que puede reaccionar con sustancias inflamables y puede producir reacciones químicas peligrosas al contacto con otros productos químicos», advierte la doctora Diego.
La lejía diluida, barata y muy eficaz
Según los expertos, ante la avalancha de posibles aparatos que ahora parecen resultar imprescindibles para volver a la normalidad, «no hay que volverse loco, pues lo más barato y lo que funciona muy bien en todos los casos es la lejía, diluida en agua al 0,1%. Esto puede emplearse con toda seguridad para la desinfección de lugares, calles, suelos, mesas, superficies que no se dañen... Resulta muy barato y es eficaz», Cuenta Estanislao Nistal. Sin embargo, tal y como destaca el virólogo, no hay que olvidar que estos dispositivos «desinfectan las superficies de forma temporal, por lo que lo más recomendable es insistir en la necesidad de lavarse muy bien las manos, utilizar mascarillas en lugares cerrados y cumplir el distanciamiento social para evitar posibles contagios».
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