Coronavirus
Científicos en pie de guerra: Un ministro ausente y mucho trabajo echado a perder
Los investigadores critican que la ciencia no se considerara una actividad esencial
La ciencia no admite tiempo muerto, un alto como el que piden los entrenadores para cambiar de estrategia y similar al que han vivido los laboratorios desde que se decretó el estado de alarma. El Gobierno no consideró la investigación actividad esencial y ésta tuvo que frenar en seco. El resultado lo avanzan hoy para LA RAZÓN algunos de los científicos afectados.
Si empezamos por el primer sector damnificado, la oncología, algunos datos hablan solos: cada día mueren en España unas 300 personas por cáncer, unas 130.000 al año, lo que supone un coste de 19.300 millones de euros y un sufrimiento humano incalculable. Nuestro país se encuentra a la vanguardia mundial en investigación, pero, desde el punto de vista sociosanitario, el problema es enorme. Una de las quejas más sonoras por los daños de este frenazo en el avance científico llega del prestigioso bioquímico Mariano Barbacid, quien lamenta que el fútbol se haya puesto antes en marcha que la ciencia y que haya habido que esperar «a la apertura de bares y restaurantes, con todas sus limitaciones, para volver poco a poco al trabajo de investigar enfermedades que, desgraciadamente, seguirán presentes cuando el Covid-19 sea solo un mal recuerdo. Ya sabemos en qué lugar, en términos de prioridades, se nos coloca a los investigadores científicos y qué pena que los bares estén por delante», declara.
Xosé Bustelo, presidente de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA), entiende la suspensión y aplazamiento de actos y eventos de la sociedad científica. «Era inevitable desde un punto de vista biosanitario y de protección social», avanza. Lo que le cuesta comprender, sin embargo, es ver cómo los miembros de esta asociación, en su mayoría investigadores preclínicos y clínicos en cáncer, han tenido que paralizar sus líneas de investigación durante todo este periodo. «Lo más grave –añade– es que costará tiempo volver a alcanzar de nuevo la velocidad de crucero. Otra vez habrá que recuperar reactivos biológicos y ampliar colonias de modelos de animales para el cáncer, por ejemplo». En general, estima el retraso entre cinco o seis meses.
Desescalada progresiva
También los científicos más jóvenes están perdiendo un tiempo vital en su formación científica, lo que supone un serio impedimento en sus carreras. El presidente de ASEICA considera que, en las primeras fases del pico de infección, esta parada fue necesaria. «Lo que dudo más es que no pudiese haber habido una desescalada progresiva en los centros de investigación del país. Obviamente, con altos criterios de seguridad, como turnos de trabajo, distancias interpersonales apropiadas o protección con mascarillas y pantallas. Pero eso es algo en lo que los científicos estamos preparados de forma cuasi rutinaria». Como consecuencia, Bustelo señala que ha habido centros en los que se han tenido que sacrificar bastantes modelos animales de experimentación en cáncer. Esto tardará meses en volverse a rescatar. No es lo único: «Se han perdido puntos concretos asociados a experimentos de larga duración, habituales en estudios de cáncer, y muchos ensayos clínicos se han pospuesto también como consecuencia de la situación de los hospitales en estos últimos meses». Dice que hay cosas que quizá no se pudieron evitar por culpa de la crisis sanitaria, pero la mayoría podría haber tenido una afectación menor si hubiesen podido mantener las líneas de trabajo a lo largo de estas semanas.
La paradoja es que la pandemia ha revelado el alcance de la ciencia, ¿no debería merecer entonces una mejor atención por parte de los gobiernos? La respuesta de Concha Gil, catedrática de Microbiología de la UCM, no se hace esperar: «La pandemia ha puesto de manifiesto, una vez más, su importancia en la sociedad mundial. Numerosos grupos de investigación están realizando trabajos a contrarreloj sobre la biología del virus, aspectos clínicos de la enfermedad, desarrollo de métodos de diagnóstico, eficacia de los tratamientos utilizados y desarrollo de nuevos tratamientos y de vacunas efectivas». Bustelo puntualiza que ha sido una demostración clara, pero también ha retratado el estado de desatención del sistema de I+D+i en nuestro país en los últimos años. «La investigación y la tecnología no son un lujo. Son necesarias para afrontar los retos biosanitarios y la única forma de tener una economía competitiva y de alto valor añadido».
A pesar de tantas cortapisas, la reacción de los científicos no ha podido ser más generosa. Cada día se publican decenas de trabajos sobre el virus causante de la enfermedad y son muchos los que se han puesto al servicio de esta emergencia sanitaria. Para el oncólogo Rafael Rosell, presidente del Instituto Oncológico Dr Rosell, desde el estricto foco del saber, los avances para descifrar los mecanismos biológicos del SARS-2-CoV-2 han sido un revulsivo, especialmente para los expertos en cáncer de pulmón. El ha trabajado en varios proyectos sobre Covid-19 que podrán ser útiles en la predicción de nuevas epidemias. «La colaboración internacional, en mi caso con investigadores sobre todo de China, México y algunos países de Europa, ha sido lo que me ha ayudado a sobrevivir», indica Rosell. Pero la clausura de los centros de investigación ha interrumpido una parte vital de su investigación y sospecha que es el sentir general de los investigadores. «Ha sido un imperativo que debemos aceptar por el bien común, pero el cierre a cal y a canto ha sido lesivo. Es un freno muy duro y dramático, puesto que la supervivencia de cada laboratorio depende de su producción, cumplimiento de contratos, becas públicas nacionales y de la comunidad europea. Sin duda, es un batacazo no merecido».
Un mal sistémico
Para Agnès Gruart i Massó, catedrática de Fisiología de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, la pandemia subraya un mal sistémico que viene de lejos: «El científico investigador pasa desapercibido en la sociedad. La investigación científica en España viene sufriendo recortes económicos tanto institucionales como privados desde la crisis de los años 2008-2010». Destaca la falta de subvenciones, el recorte en los fondos destinados a la investigación, la prórroga de presupuestos por razones políticas o el continuo desfase en las convocatorias de financiación de los proyectos. Y pone el ejemplo de su laboratorio, dedicado al estudio del funcionamiento del cerebro y los mecanismos de aprendizaje y memoria. «Hace 20 años era similar a muchos laboratorios americanos de nuestra especialidad y ahora mismo vivimos en el pasado. Nuestros competidores nos han sobrepasado ampliamente en equipamiento, personal, movilidad y, sobre todo, visibilidad. De seguir en esta situación, el trabajo de muchos científicos españoles puede ser sencillamente irrelevante».
Gruart i Massó asegura que el confinamiento ha venido a intensificar esa tendencia negativa. Durante la cuarentena, su laboratorio suspendió los experimentos y ahora ha habido que retomarlos de cero, en cuanto a tratamientos y entrenamientos de los animales. Al menos estos sí se han podido mantener en el centro con la autorización de una persona que los cuidaba. El cierre de los laboratorios supone un retraso que, según opina Concha Gil, en algunos casos, va a ser irrecuperable. En su Unidad de Proteómica de la UCM han trabajado en remoto con los datos adquirido las semanas anteriores, pero ahora considera prioritario retomar cuanto antes las actividades habituales y a un buen ritmo porque corren el riesgo de quedarse atrás.
Bustelo vislumbra varios riesgos, como el de ser nuevamente desatendidos por culpa de la crisis económica o “que se decida poner todos los huevos de la financiación en la cesta del Covid-19, en lugar de en enfermedades tan prevalentes como es el cáncer”. Al menos su reto en diez años -pasar del 55% de supervivencia al 70%- necesita una apuesta fuerte por la ciencia y la tecnología. Es algo que reclaman todos los científicos entrevistados. En este pesar, aparece otra gran queja: la ausencia del ministro Pedro Duque. “La comunidad científica -explica Bustelo- está bastante abandonada por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Seguimos con los mismos problemas que teníamos antes y, lamentablemente, muchas de sus acciones son meramente declarativas y con poca implementación práctica. Seguimos esperando una mejor financiación y el abandono del nuevo calendario irracional de proyectos de la Agencia Estatal de Investigación, que está dejando cada año a un tercio de los investigadores españoles sin subvención durante ocho meses, con retrasos de convocatorias y con muchos más problemas”. La ciencia, concluye, necesitaría un giro copernicano en la política de este ministerio.
✕
Accede a tu cuenta para comentar