Prevención
La dieta mediterránea reduce el riesgo de Covid-19 un 64%
Un estudio español, pionero en el mundo, demuestra por primera vez que el patrón de alimentación saludable protege frente a la infección por SARS-CoV-2
Mientras las ansiadas vacunas siguen llegando a cuentagotas al brazo de los españoles, la alimentación se convierte en el escudo más potente frente al temido SARS-CoV-2 –con permiso de las mascarillas y la repetida distancia social–. Así se refleja en un completo estudio científico español, pionero en el mundo y adelantado a A TU SALUD, que ya está pendiente de revisión y que confirma que una fuerte adherencia a la dieta mediterránea reduce el riesgo de contagio por coronavirus un 64% en comparación con aquellas personas que siguen un estilo de vida menos saludable. «Se trata de la primera vez que demostramos que con un patrón alimentario en su conjunto logramos aminorar la vulnerabilidad frente al nuevo coronavirus», reconoce Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de la Universidad de Harvard y director del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, quien ha liderado este trabajo de la mano de la red de investigadores Predimed.
Para llegar a esta conclusión, durante estos últimos meses el equipo de Martínez-González ha realizado un análisis minucioso de unas 5.000 personas incluidas en el proyecto SUN (Seguimiento Universidad de Navarra), un estudio epidemiológico prospectivo de cohortes con un 93% de fidelización. «Conocemos todos los detalles de salud de estas personas, su historial médico y su patrón de alimentación. En este caso, de entre más de 9.000 individuos hemos excluido a los profesionales sanitarios porque durante los primeros meses de pandemia estuvieron muy expuestos al virus sin las medidas de protección adecuadas, lo que podía tergiversar los resultados. Así, a través de modelos epidemiológicos comprobamos que en esas 5.000 personas había una protección muy robusta de la dieta mediterránea frente a la infección por coronavirus con un claro efecto dosis-respuesta, es decir, cuanto mejor es el seguimiento de esa alimentación, menos infecciones existen», detalla el catedrático, quien revela que el riesgo baja hasta un 50% cuando la adherencia a ese patrón resulta moderada, en comparación con aquellos que no lo siguen.
Ante ese dato tan contundente de protección cabe preguntarse dónde está el secreto. Y Martínez-González lo tiene claro: «No hablamos del ’'poder’' de un único compuesto, sino de un estilo de dieta global y, por tanto, que es capaz de proporcionar todos los nutrientes, vitaminas y minerales necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo, con un gran potencial antiinflamatorio y antioxidante». Esa capacidad se traduce en efectos directos sobre el sistema inmune y la respuesta inflamatoria «a través de los ácidos grasos monoinsaturados, tocoferoles y polifenoles de los que es rica; e indirectos, al ser una dieta baja en grasas saturadas y tener un buen perfil de ácido linoleico/alfa linolénico», asegura Pablo Suárez, miembro del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Y esta misma explicación la refrenda Carmen Martín Alonso, vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), quien reconoce que, «sin duda, nuestro sistema inmune es la mejor arma que tenemos contra la Covid-19 y la dieta mediterránea contiene todo lo necesario en proporciones adecuadas para un correcto funcionamiento del mismo. Una buena hidratación es importante también, sobre todo en personas mayores, ya que el virus entra a través de las mucosas y si no están bien hidratadas, porque no tomamos agua suficiente, se lo estamos poniendo más fácil».
Poder antiinflamatorio
La relación entre nutrición y sistema inmune resulta muy compleja «e intervienen muchos factores como vitaminas, minerales, la microbiota… La deficiencia de algunos de estos micronutrientes, como el zinc o la vitamina D, puede ocasionar desórdenes inmunológicos, mientras que patrones alimentarios “proinflamatorios” son capaces de empeorar la capacidad inmune de las personas y dificultar su defensa contra agresiones externas», explica Suárez, quien añade que «las dietas ricas en fibra y prebióticos como la mediterránea se han asociado a la disminución de algunos parámetros inflamatorios sanguíneos, así como modificaciones favorables en la microbiota intestinal, que parecen influir en el estado inmunológico».
Sin embargo, tal y como advierte la inmunóloga, «ninguna dieta evitará el contagio por sí sola, pues eso sólo se consigue con hábitos de comportamiento seguros, higiene y vacunas». Eso sí, en lo que coinciden todos los expertos es que el hecho de llevar un patrón de dieta mediterránea redunda en un buen estado de salud general, «ya que se trata de personas con un menor índice de obesidad, menos presencia de diabetes, de colesterol, de presión arterial alta... En definitiva, su estado de salud, gracias a esa alimentación equilibrada, resulta mucho mejor y sin esas patologías de base el riesgo de contagio y de peor pronóstico frente a la Covid-19 resulta mucho menor», explica Martínez-González.
¿Qué comemos?
Con estas evidencias sobre la mesa, toca pasar a la práctica y conocer en qué se debe traducir esa dieta mediterránea en nuestro plato: «El aceite de oliva virgen extra, que es el alimento más característico de este patrón, proporciona la mayoría de sus propiedades inmunomoduladoras, antiinflamatorias y antioxidantes a través de los ácidos monoinsaturados, mientras que las nueces y el pescado, también predominante en esta dieta, presentan gran cantidad de ácidos grasos omega-3, con consagrada capacidad antiinflamatoria», destaca Suárez.
Pero eso no es todo, pues resultan muy importantes «las vitaminas y minerales que a pesar de necesitarse en pequeñas cantidades son imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestras defensas. Es clave la vitamina D, que requiere la ingesta de grasas vegetales (aceites, frutos secos) y exposición a la luz solar. También los yogures y otros probióticos, pues se ha demostrado científicamente que estimulan y refuerzan la inmunidad natural, mientras que el zinc y el selenio, que se encuentran en carnes, granos integrales y quesos, también son necesarios para las defensas», asegura Martín Alonso, quien recomienda priorizar los alimentos frescos y de proximidad.
Los alimentos que hay que evitar
Casi tan importante como lo que comemos es aquello a evitar, ya que «una dieta rica en ultraprocesados empeora la capacidad de respuesta del sistema inmune», asegura Carmen Martín Alonso. Y eso se traduce en reducir el consumo de «quesos procesados y carnes rojas, ricos en ácidos grasos saturados y trans, capaces de promover un estado proinflamatorio perjudicial. Además, algunos estudios vinculan la ingesta de azúcares refinados con una disminución de la capacidad inmune y, por tanto, mayor susceptibilidad para contraer infecciones», advierte Pablo Suárez. La explicación reside en que «cuando hay estos excesos, las defensas están activas continuamente, las células del sistema inmune funcionan peor y pueden iniciarse respuestas incontrolables, además de dañar la pared de las venas, facilitando los trombos», aclara Martín Alonso.
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