Día Mundial

Sufrir diabetes duplica el riesgo de depresión y adelanta la aparición de demencias

La resistencia a la insulina provoca daños colaterales que minan la salud mental de los pacientes

La diabetes tipo 2 es la más común de diabetes mellitus, siendo hasta 10 veces más frecuente que la tipo 1.
La diabetes tipo 2 es la más común de diabetes mellitus, siendo hasta 10 veces más frecuente que la tipo 1.Sandra R. PovedaSandra R. Poveda

El símil de la tormenta perfecta se convierte en una peligrosa realidad para los pacientes con diabetes, cuyo Día Mundial se celebra hoy, 14 de noviembre. Y es que, como si de un castillo de naipes se tratara, cuando la resistencia a la insulina se cuela en el organismo, las piezas comienzan a tambalearse hasta desmoronar por completo la fortaleza de la salud.

Tener diabetes implica, en muchos casos, sufrir otras patologías asociadas como coronarias, visuales, renales... Sin embargo, existen otros daños colaterales que permanecen invisibles a ojos de los diabéticos, lo que pone en riesgo su calidad de vida. Ejemplo de ello es lo que ocurre con la salud mental y el deterioro cognitivo, ya que «presentar resistencia a la insulina duplica el riesgo de desarrollar trastorno depresivo mayor en comparación con quien no la tiene, incluso cuando nunca antes se ha experimentado un episodio de depresión», según confirma un estudio científico impulsado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, publicado hace unas semanas en la prestigiosa revista «American Journal of Psychiatry».

Relación bidireccional

La vinculación que demuestra este nuevo trabajo también la ratifica la doctora Sharona Azriel, miembro del Grupo de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), quien confirma que «la relación bidireccional entre depresión y diabetes mellitus tipo 2 está ampliamente documentada. El cuadro depresivo puede preceder a la diabetes o, al contrario, ésta puede favorecer la aparición de una depresión asociada. Aproximadamente el 10% de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 puede presentar depresión mayor y hasta un 30% síntomas depresivos». Y esa cifra puede ser mayor incluso, pues «se ha demostrado que aproximadamente el 40% de los pacientes que padece trastornos del estado de ánimo son resistentes a la insulina. Además, entre el 40% y el 60% de las personas con depresión presenta alteraciones del mecanismo glucorregulador que aumentan el riesgo de diabetes. Esta relación depresión-diabetes puede contener respuestas al tratamiento de ambas condiciones», insiste Teresa Moreno, portavoz de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

La explicación para comprender esta estrecha conexión pasa porque «la depresión es un grupo de trastornos relacionados con el estrés que conducen a una activación del eje hipotálamo-hipofiso-adrenal, una disregulación del sistema nervioso autónomo y una liberación de citoquinas por un estado proinflamatorio crónico, resultando en una resistencia a la insulina que podría explicarse por un defecto de la señalización de la insulina a nivel cerebral», aclara la doctora Azriel, quien añade que «existen más nexos comunes como son el estrés oxidativo, la disbiosis intestinal, la disregulación de la síntesis de serotonina por la hiperleptinemia y la disfunción de la microvasculatura cerebral, entre otros».

En esa suma de ingredientes «culpables» de encender la mecha de una depresión hay otro factor que pesa, y mucho. Se trata de «la obesidad, que hace que el tejido adiposo de los pacientes fabrique una serie de sustancias con actividad proinflamatoria, que también afectan al sistema nervioso central y, por tanto, al cerebro. Sabemos que esa inflamación en la región cerebral del hipotálamo está relacionada con el estrés, la ansiedad, la depresión...», advierte Albert Lecube, vicepresidente de la Sociedad Española de la Obesidad (Seedo), quien añade que «el hecho de tener que pincharse insulina cada día o controlar los niveles de azúcar también incrementan la aparición de trastornos depresivos, ya que generan una sensación de enfermedad que pueda minar la autoestima del paciente o acomplejarle de forma severa».

Aunque tanto la obesidad como la depresión tienen un fuerte componente hereditario que puede ascender hasta el 40%, «todo parece indicar que tanto los pacientes obesos como aquellos que sufren una depresión mayor presentan un alto riesgo de desarrollar una activación cronificada del sistema de respuesta al estrés, la cual tiene como consecuencia una secreción desmesurada de cortisol en sangre. Así, el riesgo de padecer depresión aumenta cuando la obesidad se acompaña de un perfil metabólico muy particular, consistente en hipertensión, dislipemia, elevación de la proteína-C-reactiva (PCR) y resistencia a los efectos de la insulina, tanto en el cerebro como en otros tejidos», argumenta Carlos Riaza, psiquiatra del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid e investigador asociado al Irycis.

El doctor Riaza, junto a la doctora Concepción Vaquero (de la Universidad Autónoma de Madrid), han abierto una nueva línea de investigación centrada en evaluar cómo afectan los distintos tratamientos psicofarmacológicos sobre el riesgo de desarrollar síndrome metabólico en pacientes psiquiátricos utilizando un modelo traslacional: «El gen SAT-1 regula el metabolismo de unas moléculas denominadas poliaminas, las cuales ejercen efectos reguladores sobre diversas dianas relacionadas con enfermedades mentales y con la regulación de la liberación de insulina y de la aparición de resistencia a dicha hormona», aclara el doctor Riaza.

Deterioro cognitivo

Pero también entra en juego otro peligroso daño colateral: «La alteración cognitiva se reconoce cada vez más como una comorbilidad importante de la diabetes mellitus. Los estudios epidemiológicos han establecido un mayor riesgo de demencia, sobre todo la vascular, entre las personas con esta patología metabólica, incluido también el alzhéimer, ya que se observa resistencia a la insulina en las células neuronales de estos pacientes, lo que sugiere que dicha resistencia puede causar alteración de las células neuronales y provocar disfunción cognitiva y demencia», explica la doctora Moreno, quien hace hincapié en que «resulta fundamental que los pacientes sepan que ese deterioro cognitivo es prevenible. Se ha demostrado que, con un buen ajuste de las cifras de glucemia a lo largo de la vida, se puede revertir el efecto perjudicial de la diabetes sobre el cerebro. Hay que cuidarse con buena alimentación y actividad física y, por parte de los médicos, ajustar bien las medicaciones».

A pesar de que la evidencia científica demuestra la relación entre diabetes, depresión y deterioro cognitivo «la realidad clínica nos indica que muchos de estos pacientes no son diagnosticados ni tratados. Se debería hacer sistemáticamente a las personas con diabetes un despistaje de depresión», advierte la especialista de SEEN. Y de igual modo en el ámbito del deterioro cognitivo. El arduo trabajo debe ser común: «Ante la detección de signos de resistencia a la insulina los psiquiatras deberíamos solicitar la colaboración de los endocrinólogos. Sin embargo, todavía existe cierta reticencia a abordar los problemas de salud mental desde un enfoque multidisciplinar que incluya atender a los factores orgánicos», lamenta el doctor Riaza. Solo así sería posible «diagnosticar a tiempo y, con ello, poner una solución eficaz que evite la merma de la calidad de vida», advierte el doctor Lecube.