Tribuna
Y la industria farmacéutica respondió
«Lo hemos hecho sobre todo gracias a nuestro modelo global de I+D de medicamentos»
Estamos cerca de cumplir dos años desde que estalló la terrible pandemia de coronavirus y el mundo mirara a nuestro sector, a la industria farmacéutica, en busca de una solución en forma de tratamientos y vacunas eficaces. Afortunadamente, respondimos –y lo seguimos haciendo– a esa tremenda prueba de fuerza. Y lo hemos hecho sobre todo gracias a nuestro modelo global de I+D de medicamentos, que desde hace años es abierto, cooperativo e internacional. Compañías farmacéuticas, comunidad científica, instituciones sanitarias y agencias reguladoras colaboran cada vez más estrechamente para detectar el conocimiento básico allí donde se genere y dedicar los recursos necesarios para tratar de convertirlo en tratamientos disponibles. La colaboración público-privada es la base del avance biomédico, y la pandemia lo ha constatado. El 11 de marzo de 2020, la OMS declaraba oficialmente la pandemia, y el 8 de diciembre, nueve meses después, una mujer británica recibía la primera vacuna contra la Covid-19. Hará falta perspectiva temporal para que tomemos conciencia del hito histórico que ha supuesto contar con hasta cuatro vacunas aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento en apenas un año.
Debemos estar también orgullosos del protagonismo notable que ha tenido España en la lucha contra la pandemia. Hemos sido el primer país de Europa en ensayos clínicos contra el coronavirus. Y esto se ha debido a que desde hace tiempo somos una referencia en investigación clínica de medicamentos. La colaboración de años entre Administración, hospitales, investigadores, pacientes y compañías farmacéuticas ha dado buenos frutos.
Hemos visto también que en los momentos más duros de la crisis no han faltado medicamentos en nuestro país. La solidez de nuestro tejido productivo, con 82 plantas de fabricación de medicamentos de uso humano, y la colaboración con la Agencia Española de Medicamentos y el resto de agentes nos han permitido afrontar un reto que en la primavera de 2020 fue realmente complicado y que ha hecho plantearse a toda Europa si nuestra dependencia de países asiáticos en la producción de ciertos principios activos y medicamentos esenciales es hoy excesiva.
Hemos visto, en fin, la necesidad de disponer de un sistema sanitario sólido, capaz de asumir picos de demanda asistencial tremendos y de organizar con rapidez y diligencia una estrategia de vacunación que, en nuestro caso, se ha revelado como una de las más eficaces del mundo. Pero también hemos comprobado que algunas de las costuras de nuestro sistema han saltado, poniendo de manifiesto la necesidad de recuperar la inversión perdida en la última década y de una estrategia capaz de adaptarlo a las demandas del siglo XXI.
No cabe inversión más rentable. La población ha visto cómo la investigación biomédica y el medicamento que resulta de ella son críticos para la prosperidad y el futuro de una sociedad moderna. Y en este terreno tenemos una oportunidad quizá única como país. La posición privilegiada de España como referencia en ensayos clínicos de medicamentos nos da una ventaja competitiva grande frente a otros países para apuntalar ese liderazgo, impulsar la investigación básica y preclínica y crear así un gran ecosistema internacional de investigación biomédica capaz de atraer más inversión internacional en un momento clave, cuando caminamos con paso firme hacia una medicina cada vez más individualizada.
La apuesta por la investigación clínica genera, además, un círculo virtuoso: atrae para el sistema sanitario inversión de la industria, que promueve más del 80% de los ensayos clínicos, y ahorro para los hospitales; contribuye a la cualificación de los profesionales sanitarios, que participan de la vanguardia científica, y multiplica las opciones para los pacientes, puesto que la participación en un ensayo ofrece alternativas que incluso pueden ser únicas en pacientes graves que no han respondido a los tratamientos disponibles.
Oportunidad es también la producción de esos principios activos y medicamentos estratégicos que, por ser ya veteranos y no tener protección industrial, son sometidos a reducciones constantes de precios, lo que ha hecho que de forma paulatina su producción se traslade a países como China e India. Tenemos que recuperar parte de esa producción, para disponer en España de una protección estratégica mayor y también como oportunidad para reforzar nuestra capacidad de producción y generar así inversión y empleo.
España necesita sectores estratégicos que contribuyan a la reactivación y a la definición de un modelo productivo de futuro, vinculado a la innovación y el conocimiento. La industria farmacéutica es uno de ellos. Es líder, junto a la automoción, en inversión industrial en I+D, y también en producción y exportación de alta tecnología, es generador de empleo de alta calidad y tractor sobre el resto de la economía: cada euro invertido en producción genera entre uno y dos en otros sectores.
Aprovechemos la experiencia de la pandemia y las oportunidades que tenemos en este ámbito para contribuir a la reactivación económica y social y para sentar bases de crecimiento y bienestar futuros. En Farmaindustria estamos convencidos de ello, y ya hemos presentado iniciativas a la Administración. Una estrategia de país, sustentada en el diálogo y la cooperación entre industria y Administración, no sólo permitirá encontrar soluciones a retos de hoy, sino que actuará de palanca para afrontar los desafíos que tenemos por delante.
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