Escalada de precios

¿Cómo la guerra puede afectar a tu salud?

►Los expertos advierten de los riesgos de que aumenten los problemas cardiovasculares, la obesidad y el insomnio

Electrocardiograma con precios altos
Electrocardiograma con precios altosSandra R. PovedaSandra R. Poveda

«En periodos de crisis suele ponerse en peligro la alimentación equilibrada y saludable. Se necesita luz y calefacción y se recorta en comida. Pese a la escalada de precios por la guerra, hay que seguir apostando por comida saludable», explica el Dr. Javier Aranceta, presidente del Comité Científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) y miembro del Comité de Nutrición de la Fundación Española del Corazón (FEC).

Algo esencial, ya que «llevamos años con una alimentación equilibrada y saludable en peligro. Nuestra dieta no cumple las características de la dieta mediterránea, independientemente de los precios. De hecho, esta no tiene por qué ser cara ni mucho menos», recuerda la Dra. Ascensión Marcos, presidenta de la International Society for Immunonutrition (ISIN) y profesora de Investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC.

«Tenemos que empezar a comprar mejor y, por supuesto, productos de cercanía, algo que tenemos bastante olvidado. Y es imprescindible tener una alimentación sostenible, ahora más que nunca», añade la doctora.

«Quizá en vez de ir a un supermercado habrá que ir a dos o a tres para comprar más barato. O bien comprar productos a punto de vencer la fecha a la que se pueden vender o comprar fruta de pequeño tamaño a precios asumibles. También hay que primar los platos de cuchara añadiendo un trozo de carne o pescado y hacer platos de desperdicios como sopa, revuelto, picadillo o croquetas preservando previamente bien las sobras», explica el Dr. Aranceta.

Medidas esenciales para hacer frente a la subida generalizada de precios por la guerra, que podría tener como consecuencia «un aumento del riesgo cardiovascular porque los productos baratos y fáciles de hacer como pasta, arroz, chocolate, dulces suben la serotonina. Es un riesgo alimentarse con cosas de fácil preparación (con sus excepciones como pescado al horno, etc.). A ello hay que sumar el riesgo de que aumente el sobrepeso y la obesidad en todos los grupos de edad. Hay que concienciarse y dedicar más tiempo a comprar y a cocinar especialmente ahora con la escalada de precios. Lo prioritario será la alimentación. Sabemos comer mejor de lo que comemos y la realidad es que no lo hacemos por comodidad», incide el Dr. Aranceta. Pero con la subida de precios hay que hacerlo, no queda otra.

Otro temor es que baje aún más el consumo de fruta y verdura, y eso que «ya hace mucho tiempo que este consumo es bajo», precisa la doctora del CSIC.

Algo esencial porque «el Banco de Alimentos no tiene fruta, verdura ni pescado fresco. Les estamos sugiriendo que los incluyan para que las entregas de alimentos sean más saludables», añade Aranceta.

En cuanto al peligro de que se opte tanto en casa como en bares y restaurantes a reutilizar más veces el aceite, el doctor recuerda que «hay una legislación clara al respecto; sería una mala praxis. En casa, lo ideal, por mucho que suban los precios, es cambiar el aceite para freír cada vez según la temperatura y los productos. Así, no es lo mismo freír unas patatas que se permite hasta 12 usos que unas croquetas y luego las patatas, ya que cogerán la pelusilla carbonizada de las croquetas. En este caso se podría reutilizar dos veces máximo y colando antes el aceite para quitar las sustancias carbonizantes. Y siempre, freír con aceite de oliva porque tiene un punto de humo más alto. Además, el aceite de girasol se gasta más porque las patatas absorben más aceite de modo que usas más cantidad y lo ingieres en mayor cantidad».

Aunque recuerde: «cuanto menos se utilice la fritura, más saludable es la alimentación», puntualiza la doctora.

En definitiva, medidas esenciales para evitar que la escalada de precios contribuya a un aumento de la obesidad. Algo clave, ya que «en México la crisis económica hizo que la obesidad subiera un 5-6% en población joven. Esto podría suceder en España donde por la crisis podríamos acabar optando por alimentos de menor precio, así como dejar de ir al gimnasio para ahorrar», recuerda Aranceta.

Y no solo en México. La recesión mundial que tuvo lugar en 2008 forzó a muchas familias en concreto de las naciones más ricas a reducir su gasto en alimentos, especialmente los más sanos, como frutas y verduras, para comprar alimentos más baratos y menos saludables, tal y como recogió en su día la OCDE. «La crisis económica puede haber contribuido a un mayor crecimiento de la obesidad, pero la mayoría de los gobiernos necesitan hacer más para detener este crecimiento», dijo entonces el analista de salud de la OCDE Michele Cecchini.

Pero, no hay que remontarse a 2008. Como explica Thomas Ubrich, técnico del equipo de estudios de Cáritas, la crisis por la Covid golpeó a las familias que vieron cómo «se incrementaron entre un 15-20% los gastos en vivienda, alimentos y transporte: unos 100 euros de media más al mes. Por eso, sin duda la escalada de precios mermará la alimentación saludable».

A estos riesgos hay que añadir los problemas de insomnio. «Durante la pandemia cuatro de cada 10 personas han sufrido problemas de sueño y el insomnio fue la queja principal. A pesar de ello, algunos estudios consideran que la prevalencia global de estos trastornos no se ha incrementado respecto a años anteriores aunque sí han aumentado las consultas», explica la Dra. Ana Fernández Arcos, coordinadora del Grupo de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología. «La guerra ha empeorado aún más este estado de incertidumbre, magnificando un estado de hiperalerta que dificulta el sueño y favorece el insomnio en aquellas personas más susceptibles», añade.