Opinión

Anosognosia: enfermedad o evolución

«Hay que informar sobre sus características para no caer en pseudociencias ni crear alarmismo»

El abordaje de la anosognosia exige una comprensión interdisciplinaria que incluye la neurología, la neuropsicología y la ética médica
El abordaje de la anosognosia exige una comprensión interdisciplinaria que incluye la neurología, la neuropsicología y la ética médicaDREAMSTIMELA RAZÓN

En un momento como el que estamos viviendo, donde la cronicidad es hoy uno de los fenómenos más importantes que nos está tocando vivir y que seguirá así por muchos años, toca reflexionar sobre la cronicidad, no como enfermedad, sino como evolución natural. No en vano, el 32% de los españoles tiene más de 65 años. La expectativa de vida de los hombres es de 83,60 años y de la mujer de 86,23, por lo que es lógico pensar que la posibilidad de desarrollar patologías cerebrales propias de los años se pueden entremezclar (y de ahí la importancia del diagnóstico diferencial) con patologías neurodegenerativas, por lo que hablar de anosognosia se nos antoja una obligación.

Como diría el profesor francés Bruno Dor, del Instituto de Memoria y Enfermedades de Alzheimer (IMMA), en el hospital de La Pitié-Salpêtrière, en París, la anosognosia es un olvido temporal, no una enfermedad como tal, pero es muy importante hacer el diagnóstico correcto.

El profesor aborda el tema de una manera bastante tranquilizadora: «Si alguien es consciente de sus problemas de memoria, no tiene alzhéimer». Por eso el olvido de los nombres de la familia, no recuerdo dónde dejé algunas cosas, etc., esto es, anosognosia u olvido temporal.

El 50% de las personas de 60 años o más presenta algunos síntomas que se deben a la edad en lugar de a una enfermedad (la edad en principio no es una patología).

Los casos más comunes son: olvidar el nombre de una persona, ir a una habitación de la casa y no recordar por qué vamos ahí, una memoria en blanco para el título de una película, actor o actriz, perder el tiempo buscando dónde dejamos nuestras gafas o llaves, etc. Después de los 60, la mayoría de las personas experimentan tales dificultades, lo que indica que no se trata de una enfermedad sino de una característica propia del paso de los años.

Quienes son conscientes de ser olvidadizos, no tienen un problema serio de memoria. Quienes sufren una enfermedad de memoria o alzhéimer, no son conscientes de lo que está ocurriendo.

El profesor Bruno Dubois, director del IMMA, quiere tranquilizar de forma muy didáctica a las personas preocupadas por sus olvidos. Cuanto más nos quejamos de la pérdida de memoria, menos probable es que suframos de una enfermedad neurodegenerativa.

Es verdad y hay que decirlo, que la anosognosia constituye un fenómeno clínico complejo que desafía las nociones tradicionales de consciencia de enfermedad y plantea interrogantes sobre la construcción del yo. Su abordaje exige una comprensión interdisciplinaria que incluye la neurología, la neuropsicología y la ética médica. Si el diagnóstico se realiza de forma segura, probablemente no necesite ningún tipo de tratamiento médico o un tratamiento que implique la integración de tecnología como la estimulación cerebral no invasiva.

En definitiva, la anosognosia debe ser interpretada como un fenómeno de adaptación cerebral vinculado al envejecimiento, lo que implica una mirada integradora en la que la disminución de los «insights» en adultos mayores, especialmente en enfermedades como la demencia, que no representa únicamente un daño cerebral, sino una evolución funcional del cerebro que propicia mecanismos de estabilidad emocional y protección del yo.

La anosognosia ha sido conceptualizada clásicamente como una alteración neuropsicológica derivada de una lesión estructural, pero esto ha cambiado de forma radical, ya que en ciertos contextos puede representar una adaptación evolutiva del cerebro envejecido. En esta línea, algunos autores han planteado que ciertos niveles de falta de conciencia del déficit pueden funcionar como mecanismos de autorregulación emocional o conservación del yo en la vejez (Mograbi Ann Morris, 2024).

En definitiva, que es lo importante, la anosognosia en el contexto del envejecimiento no debe ser vista exclusivamente como una patología cerebral, sino una expresión de mecanismos adaptativos de la mente humana. Tener claro esta posibilidad abre la puerta a enfoques más compasivos, personalizados y éticamente responsables en el tratamiento y comprensión de adultos mayores.

Por todo lo anteriormente comentado, es definitivo el periodismo científico, como ciencia divulgativa, no graciable, sino sistemático y además con palabras normales (no la jerga médica) que permitirá que la población tenga parámetros claros que impidan que las pseudociencias y lo que llamamos nosotros «charlatanes científicos» campen libremente, creando un clima de «alerta permanente» que produce, sin duda, patología, disminución de la inmunidad y por tanto conceptos «fake» muy dañinos.

A por todas.