
Opinión
Atar a los enfermos
Basta pasar un día con su noche en un hospital público para ver que si no fuera por los familiares de los ingresados aquello sería un caos funesto

«La experiencia de la contención, de la privación del movimiento, es vivida por el enfermo como un evento traumático. Es terrible hacerlo y terrible vivirlo. Nadie quiere participar en algo así», explica Pérez Sola, presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Y yo estoy segura de ello, porque una persona que se revuelve, que intenta tirarse de una cama o quitarse una sonda o aferrarse a algo que no está; o que se enfrenta a un enemigo inexistente, es que necesita salvarse de algo. Si a esa persona conmocionada la atas estás violentando su ser en lo más profundo.
El colectivo de psiquiatras ha reaccionado firmemente a la desatinada idea de la ministra del ramo de contabilizar el número de retenciones mecánicas que se realizan a los pacientes en cada Comunidad autónoma, como si los sanitarios lo hiciesen por agrado y no como una necesidad perentoria y amarga. La ministra en su alarde señaló al respecto que para que se llegue a una sujeción mecánica es que los recursos han fallado, cuando en muchos de los casos son innecesarias. ¿Y cuáles son esos recursos? No existen, basta pasar un día con su noche en un hospital público para ver que si no fuera por los familiares de los ingresados aquello sería un caos funesto. El recurso esencial es que haya personal suficiente para que no sea irremediable tener que sujetar a la fuerza a nadie. Una carencia que ocurre en casi todos los Servicios y que, en alguno como geriatría, uvi, medicina interna o psiquiatría, conlleva esa enormidad de la atadura. Si un enfermo en situación exasperada no tiene quien le atienda puede hacerse daño o a hacer daño a otro. ¿Y cómo lo resuelve un enfermero que está atendiendo a otros tantos a la vez?
Lo que hace daño es un sistema disfuncional, una falta de responsabilidad de sus instituciones, un echar balones fuera ante problemáticas inaceptables. A veces pienso que los políticos se enajenan con los cargos. Se enajenan y no hay manera de atarles.
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