Alerta

Las bebidas energéticas dañan la salud física y mental de los menores de edad

Los médicos confirman que el consumo abusivo puede provocar insomnio, taquicardias, ansiedad, fatiga, diabetes, hipertensión, obesidad y falta de rendimiento cognitivo

Bebidas energéticas
Bebidas energéticasLa Razón

No es un trago cualquiera, ni resulta inocuo para la salud. Sobre todo cuando se convierte en la bebida de referencia de un adolescente y se inicia su consumo en plena infancia. Las bebidas energéticas no son cosa de niños por su elevada presencia de cafeína, taurina y azúcares y, sin embargo, cada vez es más habitual observar a menores con una llamativa lata de este tipo en la mano durante el recreo, antes de un examen o después de jugar un partido de fútbol entre amigos.

Y no es una simple percepción, ya que los datos resultan contundentes y confirman la sensación de los expertos de que existe un abuso del consumo de estas bebidas entre los niños y adolescentes. Buena prueba de ello es que el último informe Estudes, elaborado por el Plan Nacional sobre Drogas y publicado en 2022, alerta de que el 45% de los jóvenes de entre 14 y 18 años las toman con frecuencia, siendo la prevalencia mayor en los chicos (50,7%) que en las chicas (39%). «Lo más grave es la tendencia», advierte Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo y catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, quien alerta de que «en los datos recogidos se puede apreciar que la prevalencia de consumo de bebidas energéticas en 2021 es la mayor de toda la serie analizada, lo que deja claro que estamos ante un problema que va a más».

Inicio precoz

Una de las mayores preocupaciones que reconocen los especialistas consultados por A TU SALUD es la edad a la que se inicia el consumo de este tipo de bebidas. «Vemos que cada vez se empiezan a tomar antes, con niños que reconocen haberlas consumido con apenas ocho o diez años motivados por el entorno y porque existe una inadecuada percepción de lo que son estas bebidas. De hecho, se confunden con las isotónicas para deportistas porque patrocinan muchos eventos de este tipo y al estar catalogadas como energéticas, cuando en realidad el calificativo que debería usarse es el de estimulantes, porque solo estimulan y no aportan nada de energía», aclara Félix Notario, presidente de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA).

A ese inicio precoz se añade que son alternativas muy al alcance de los menores, pues se venden «en las tiendas donde ellos compran un snack, un paquete de cromos o una revista. Este fenómeno hace que su consumo se esté disparando y que ya sea algo habitual en la mitad de los adolescentes», lamenta Notario. Una circunstancia que Martínez-González cataloga de «absoluta barbaridad y un grave peligro. Si esto no se frena puede tener serias consecuencias para la salud de nuestros jóvenes a medio y largo plazo. Es un problema de salud pública de primer orden», alerta.

Los más vulnerables

Aunque existen otras alternativas más saludables –y el agua resulta imbatible en esta comparación–, tomar una bebida energética de forma esporádica no tiene por qué suponer un riesgo para la salud. La clave está, precisamente, en ese matiz de esporádico. «Un consumo aislado de una cantidad muy pequeña no tiene por qué producir alteraciones», asegura Francisco Pita, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Sin embargo, tal y como advierte el especialista, hay perfiles más vulnerables a su consumo, incluso en esas cantidades reducidas: «Habría que tener mucha precaución y no sería recomendable en personas con enfermedades psiquiátricas, cardiológicas o metabólicas, como diabetes o hipertensión. Lo más adecuado sería intentar evitar el consumo de este tipo de bebidas, ya que no se ha determinado una cantidad como límite de seguridad a partir de la que puedan no ser dañinas».

Y los menores de edad no solo engrosan la lista de los perfiles más vulnerables al efecto perjudicial de estas consumiciones, sino que la encabezan. «Los motivos son numerosos, ya que los niños y adolescentes tienen su cerebro en formación. La corteza prefrontal, responsable de habilidades como planificar, establecer prioridades y el control de los impulsos, es una de las últimas en madurar; de hecho, suele alcanzarse pasados los 20 años. Por ello, tomar estas bebidas en la infancia y en la adolescencia resulta muy peligroso, porque impide el desarrollo adecuado de las conexiones neuronales. Ese cerebro inmaduro es más proclive a la probabilidad de caer en el consumo abusivo y en la adicción, porque no está preparado para poner los límites», explica Gurutz Linazasoro, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Por ello, «si estas consumiciones deben tomarse de forma esporádica por los adultos, en el caso de los menores se debe evitar su ingesta por todos los medios», insiste el neurólogo.

Secuelas físicas y mentales

Ante un consumo abusivo de estas bebidas, el cerebro responde, pero de una manera perjudicial. «Tomar una lata de estas, que pueden llegar a ser de medio litro, equivale a consumir la cantidad de cafeína de entre dos y tres cafés expresos. ¿Le daríamos eso a un niño de 12 años?», se pregunta Rosaura Leis, presidenta del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP). La respuesta es obvia, «ya que es como extraer todo lo bueno del café, como sus antioxidantes, y mezclarlo con agua y azúcar. Es de locos», lamenta Martínez-González. De ahí que la AEP haya lanzado hace unos días un contundente comunicado en relación a la venta y consumo de este tipo de estimulantes en la infancia y en la adolescencia.

No es para menos, pues el impacto en la salud física y mental de los menores de edad que abusan de estas bebidas es muy peligroso. «Su uso continuado y en grandes cantidades puede ser dañino. El aporte de azúcares conlleva el riesgo de aumento de peso y alteraciones del metabolismo de los lípidos e hidratos de carbono. Por otro lado, el aporte de cafeína y otras sustancias estimulantes puede llegar a producir alteraciones en el patrón del sueño y, finalmente, aumento de fatiga pese a su denominación. En este escenario, pueden aparecer trastornos psiquiátricos como ansiedad, manía y, en casos seleccionados, cuadros relacionados con la esquizofrenia, además de favorecer la adicción psicológica a este tipo de bebidas, siendo en este punto especialmente vulnerables los menores», alerta el portavoz de la SEEN.

Y así lo ratifica Notario, quien añade que «dado que los menores tienen un peso corporal bajo, el impacto que tienen la cafeína, la taurina y el azúcar en ellos resulta más desproporcionado, de ahí que ya estemos viendo en las consultas sintomatología relacionada con la irritabilidad, la ansiedad, el nerviosismo, dolores de cabeza e incluso, en los casos más graves, hasta convulsiones e intoxicaciones».

Y el corazón también se resiente, ya que «a nivel cardíaco, el exceso de cafeína puede producir taquicardias, arritmias o empeoramiento de trastornos del corazón ya previos», apunta Pita. De hecho, «estamos observando menores con una tensión arterial por encima de lo recomendable, lo que puede derivar en una hipertensión aguda y desencadenar en un accidente cardiovascular o en un ictus en los casos más extremos. El sistema cardiovascular a estas edades es más inmaduro y sensible a todos los tóxicos y además nos enfrentamos a dos fenómenos muy peligrosos, que son el de la tolerancia a estos agentes estimulantes y el de la dependencia de ellos», alerta el presidente de la SEMA.

Todos estos riesgos se disparan si, en plena adolescencia, estas bebidas energéticas se mezclan con alcohol, una tendencia cada vez más común «que multiplica exponencialmente el impacto perjudicial para la salud de esos compuestos adictivos y psicoactivos», advierte Martínez-González. «Esto desencadena estados subjetivos alterados que incluye una disminución de la percepción de intoxicación etílica y que sabemos que suele ser la puerta de entrada al consumo de otras sustancias tóxicas prohibidas, como el tabaco, el cannabis u otras drogas», alerta Notario. Por todo ello, los expertos son rotundos: Es el momento de tomar cartas en el asunto, concienciar a la sociedad y poner límites al consumo de bebidas energéticas en los menores.

Un paso más hacia su regulación

El pasado 16 de octubre la Xunta de Galicia anunció que tramitará una norma para limitar el consumo de bebidas energéticas en menores, un anuncio que ha servido de pistoletazo de salida para que, al menos, otras autonomías también se planteen dar el paso. Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Navarra y el País Vasco ya prevén estudiar la regulación entre los más jóvenes, mientras que la Comunidad Valenciana y Castilla y León ya han comenzado a abordar la cuestión de una forma seria. «Es una buena noticia que se tomen medidas, pero aquí deben actuar al unísono políticos, pediatras, padres y profesores. Hace falta una legislación al respecto, pero también el apoyo de todos esos agentes para hacerla cumplir y concienciar a la sociedad. Un buen etiquetado nutricional, que deje claro el alto contenido en cafeína y azúcares y el riesgo que tiene para los menores, es esencial», exige Leis.