Opinión

La «bomba» de las bebidas energéticas

Las restricciones a las bebidas energéticas deberían ser, tal vez, similares a las alcohólicas, o incluso superiores

Bebidas energéticas: una «bomba» en forma de ansiedad y patologías cardiacas
Bebidas energéticas: una «bomba» en forma de ansiedad y patologias cardiacaslarazonLa Razón

Parece que se ha abierto ya el debate sobre si es saludable o no tomar bebidas energéticas. Debate que en realidad no debería ni existir, pues es más que evidente que no son nada saludables. Claro que una cosa es que excepcionalmente (para conducir o realizar alguna actividad que exija gran atención) se consuma una lata o media de RedBull, Monster o Burn, y otra distinta es lo que hacen algunos adolescentes: ingieren como norma varias al día y, en ocasiones, cuando se van de marcha, hasta las mezclan con alcohol. El resultado es que con frecuencia nos encontramos con chavales que van al médico porque les tiemblan las manos, duermen muy poco o les cuesta mucho concentrarse, cuando no se sienten afectados por alteraciones comportamentales o trastornos cardiovasculares.

Las restricciones a las bebidas energéticas deberían ser, tal vez, similares a las alcohólicas, o incluso superiores. Constituyen una auténtica bomba de relojería para el cuerpo por la mezcla excesiva de azúcares, glucuronolactona, cafeína, taurina, ginseng o guaraná. Los minerales y vitaminas que dicen llevar son lo menos perjudicial de la mezcla. El problema es cuando lo que debería ser excepcional y ocasional se convierte en habitual bajo la excusa de incrementar la resistencia física, proporcionar sensación de bienestar, generar energía y estimular el metabolismo. Sensaciones siempre falsas porque al final acaban saturando tanto al corazón como al cerebro, y provocando crisis de sueño o incluso cardiovasculares. Si duermes poco al final acabas hecho una piltrafa y el efecto acumulado es tremendamente negativo.

En Galicia se prohibirá el próximo año su consumo en los menores de edad. El debate está abierto y tal vez deberían pronunciarse al respecto Sanidad, Consumo o la Agencia de Seguridad Alimentaria.