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Bienestar emocional

Estás cansado y sin ánimos todo el día: estos son los cinco hábitos diarios que te hacen sentir así

El cansancio de la rutina en muchas ocasiones se debe a ciertos hábitos que tenemos implantados en nuestro día a día y que no concebimos como dañinos

Estás cansado y sin ánimos todo el día: estos son los cinco hábitos diarios que hacen que te sientas así Pixabay

Cada vez más personas reconocen sentirse agotadas desde que comienza el día. No se trata solo de una fatiga física, sino también de una sensación constante de desánimo, falta de energía y cierta apatía que se extiende incluso en momentos de descanso. A pesar de dormir las horas necesarias o no tener grandes exigencias físicas, el cuerpo parece no recuperar el equilibrio y la mente permanece en un estado de alerta bajo que dificulta rendir con normalidad. Esta fatiga silenciosa se va colando en la rutina y se normaliza hasta que se vuelve insostenible.

En muchos casos, este cansancio permanente no está ligado a una enfermedad ni a un cuadro clínico específico, sino a un conjunto de prácticas cotidianas que se repiten sin que uno llegue a notar su efecto acumulado. Lo que comienza como una rutina aparentemente inofensiva, termina por alterar el bienestar general, afectando la concentración, el ánimo y la calidad del descanso. Modificar algunos de estos hábitos puede suponer una mejora significativa, aunque requiere una toma de conciencia sobre cómo se estructura el día a día. Lo más preocupante es que estas costumbres suelen pasar desapercibidas porque se integran completamente en el estilo de vida actual.

Adicción al teléfono cada vez más frecuente

Uno de los comportamientos más extendidos y perjudiciales es el uso excesivo del teléfono móvil. La exposición constante a pantallas, notificaciones y redes sociales no solo interrumpe el descanso real, sino que mantiene la mente en un estado de atención dispersa. Esta hiperconexión genera una sobreestimulación que impide desconectar, interfiere con el sueño y alimenta una sensación de urgencia permanente que agota sin que uno sea plenamente consciente. Revisar el móvil antes de dormir o nada más despertarse puede parecer inofensivo, pero afecta directamente al estado de ánimo y al nivel de energía.

No respetar los ritmos de sueño por la noche

También influye de forma directa no respetar los ritmos naturales del sueño, como consecuencia del uso de pantallas que activan nuestro cerebro a destiempo. Dormir a deshoras, cambiar constantemente los horarios o reducir el tiempo de descanso por obligaciones o entretenimiento afecta de forma inmediata al estado físico y mental. El cuerpo necesita una rutina estable para regular sus ciclos y recuperar energía. Sin esa estabilidad, incluso dormir ocho horas puede no ser suficiente si se hace a un horario alterado cada día. El sueño irregular deteriora la capacidad cognitiva y debilita el sistema inmunológico con el paso del tiempo.

No cuidar la alimentación: otro gran problema

El descuido de la alimentación es otro factor central que suele pasar desapercibido. Saltarse comidas, abusar de alimentos ultraprocesados o no mantener una hidratación adecuada condiciona el nivel de energía a lo largo del día. Una dieta desequilibrada no solo afecta al cuerpo, sino también al estado anímico. Los altibajos de azúcar, por ejemplo, pueden provocar sensaciones repentinas de agotamiento o irritabilidad que se repiten sin explicación clara. Comer de forma apresurada o sin atención también influye negativamente en cómo se digieren y asimilan los nutrientes.

Llevar una vida sedentaria sin actividad física

El sedentarismo sostenido también tiene consecuencias importantes en la sensación de cansancio. Con la implementación del teletrabajo, permanecer muchas horas sentado, sin actividad física regular, ralentiza el metabolismo y reduce la circulación, lo que contribuye a una fatiga persistente. Esta situación se ha visto agravada por el teletrabajo, que aunque ofrece comodidad, también reduce drásticamente la movilidad diaria y los desplazamientos habituales. No se trata de hacer ejercicio intenso, sino de incorporar pequeños gestos diarios que activen el cuerpo, como subir escaleras o caminar durante las pausas. Incluso breves momentos de movimiento pueden cortar el ciclo de fatiga acumulada.

No guardar tiempo para desconectar del mundo

Por último, vivir sin momentos reales de desconexión mental puede pasar factura. No reservar espacios para el ocio, la calma o simplemente el silencio hace que la mente nunca se apague del todo. Trabajar sin pausas o llenar cada minuto con estímulos no permite que el cerebro se recupere del esfuerzo diario. A largo plazo, esta sobrecarga se traduce en apatía, dificultad para concentrarse y una sensación generalizada de agotamiento. Darse permiso para no hacer nada de forma consciente, aunque sea unos minutos al día, puede ser más reparador que cualquier otra actividad.