Medicina Estética
¿Qué pasa con el ácido hialurónico que no se reabsorbe?
La mejor manera de evitar la encapsulación del producto es acudir
a médicos con una sólida experiencia
Los rellenos faciales son sustancias inyectables que se emplean para suavizar arrugas y pliegues, añadir volumen o mejorar los contornos faciales. Uno de los más comunes es el ácido hialurónico (AH), que en los últimos años ha disparado su popularidad. Otro de sus grandes atractivos es, además, que con el tiempo se reabsorbe. Pero, aunque es un producto muy seguro, como todo en medicina, no está exento de riesgos, y uno quizás no muy conocido es que una pequeña cantidad puede permanecer en el organismo.
Es decir, que se puede dar una acumulación progresiva de restos de producto como consecuencia de un uso repetido y, en ocasiones, migrar haciéndose incluso permanentes dentro del rostro. «Aunque el AH es reabsorbido en gran medida por el organismo, la aplicación repetida de rellenos puede llevar a una acumulación de restos del producto, especialmente si las inyecciones se realizan antes de que el producto anterior se haya degradado por completo. Esta acumulación puede aumentar el riesgo de encapsulación, inflamación crónica y otras complicaciones», confirma Carmen Górriz, subdirectora de la Unidad de Medicina Estética de IMR. Por eso, asegura, es fundamental ponerse en manos de médicos con una sólida experiencia.
Aunque como señala Natividad Cano, dermatóloga del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de la AEDV, sobre qué porcentaje de producto perdura en el organismo, «no podemos dar un número exacto sobre esta afirmación, (es decir, no sabemos qué porcentaje de AH se reabsorbe y qué porcentaje no), gracias a que actualmente los mejores productos del mercado tienen mucha ciencia detrás que avala su persistencia, durabilidad y reabsorción, sí sabemos que hay dos variables claras: la calidad que tiene el producto y la zona en la que lo apliquemos. Si el ácido hialurónico tiene poca densidad hay zonas donde la durabilidad es menor como, por ejemplo, los labios. Ahí la reabsorción es rápida y la naturalidad se mantiene; mientras que en otras zonas más profundas, como pueden ser los pómulos o la rama mandibular, al ser depositado el AH sobre estructuras óseas, la durabilidad es mucho mayor, llegando a perdurar toda la vida en algunos pacientes».
Lo que también se conoce es que, dependiendo de estas variables –la densidad del relleno aplicado, la profundidad a la que se inyecta y, por supuesto, del paciente–, se mantiene desde seis meses hasta años. «Es imposible predecir cuánto tiempo va a durar un relleno en la estructura y anatomía de un paciente. Hay que valorarlo de forma totalmente individualizada, pero claramente, cuanto menos denso sea un relleno y más móvil sea la zona donde se aplica, menos tiempo durará», prosigue Cano.
Uno de los problemas derivados de esto es que se produzca un encapsulamiento. También conocido como granuloma, es una reacción tardía del propio organismo frente a algo extraño, como es el AH. Aunque los hialurónicos cada vez más se fabrican de manera más natural y compatible con nuestro cuerpo, puede ocurrir que se formen granulomas que se diagnostican de forma más o menos precoz y que se tratan con hialuronidasa.
Pero, ¿qué riesgos supone la encapsulación, a parte de la obvia modificación de los rasgos? «Cuando el cuerpo reacciona al relleno y lo rodea con tejido fibroso, formando una especie de cápsula, puede causar varios problemas: inflamación y dolor; migración del relleno desde su ubicación original; asimetría y bultos, dando lugar a irregularidades en la superficie de la piel; o infección, aunque de forma rara, en la zona tratada», explica Górriz.
Uso masivo
Sin embargo, como apunta Gema Pérez Sevilla, colaboradora de Laboratorios Croma, y experta en Cirugía Maxilofacial y Medicina Estética, esto es algo «que ocurre muy pocas veces; el AH es una molécula que se emplea masivamente a nivel mundial y cuando vemos los problemas que pueda a ver son mínimos para el uso masivo que se hace». Por eso hay que diferenciar entre el buen uso y el abuso. «El caso más claro es el abuso en los labios, personas que quieren una cantidad que su anatomía no puede admitir, ahí el producto pasa a estar forzado, hay mucha presión alrededor de la zona donde se pone porque no cabe y puede haber más reacción inmunológica y que el organismo encapsule defendiéndose». Y añade, «el encapsulamiento no tiene por qué ser un problema si es en una zona donde es bueno que el tejido esté elevado, por ejemplo en pacientes muy mayores que tienen grandes pérdidas de volumen. En estos casos no va a provocar ningún problema y es incluso beneficioso. El que sí lo es es el que viene generalmente de una mala praxis o de problemas de inmunidad del paciente, ya que los hay más reactivos (aunque son pocos casos). Hay que dejar claro que el AH es el producto más seguro que tenemos hoy en día. Y también hay que diferenciar mucho los tipos de rellenos, porque no es igual de hablar de AH (totalmente reabsorbible) que de hidroxiapatita de calcio, que tiene una parte reabsorbible pero hay acúmulos de calcio y calcificaciones, por ejemplo, y no tiene antídoto como sí tiene el AH (hialuronidasa)».
«Es verdad que, si el profesional hace un mal uso del AH y no permite que la hialuronidasa vaya degradando la parte que quiere que se degrade, puede haber un acúmulo si no respeta esos tiempos de degradación del AH. Por eso es tan importante el criterio médico, y por eso los médicos tenemos que echar atrás a los pacientes cuando desean más y más», concluye Pérez Sevilla.
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