Coronavirus

Plandemia: el virus del bulo

¿En qué se parecen las conspiraciones y la Covid-19? Ambos se transmiten por vía oral, los contagios se multiplican por redes, no hay vacuna, es difícil hallar el paciente cero y el mejor tratamiento es la educación

El domingo por la tarde se llevó a cabo una manifestación en Madrid en contra del uso obligatorio de las mascarillas. El objetivo era repetir las cifras de manifestantes de la convocatoria que realizó un grupo similar en la ciudad de Berlín, que contó, según los organizadores con un millón de personas…aunque las cifras de autoridades, fuerzas de seguridad y medios, cifró en 20.000.

Finalmente, a la plaza de Colón, en Madrid acudieron entre 2.500 y 3.000 personas. Todas ellas con el mencionado propósito: destacar que el uso de mascarillas no debería ser obligatorio.

Las consignas eran que no se trata de una pandemia, sino de una Plandemia, una hoja de ruta creada para un nuevo orden mundial. Que el virus no existe, que los test son falsos, que los enfermos asintomáticos son una invención… Toda la cornucopia de lo que se consideran bulos.

La gran diferencia entre un bulo y los hechos es que estos últimos se basan en hechos, mientras que las conspiraciones se sostienen en personas: Bill Gates, los masones, los chinos, los musulmanes, los judíos… Pero, pese a sus notorias distancias, lo que más importa, a la hora de evitar los bulos (sean del origen que sean) es sus similitudes con un virus: se transmiten por vía oral, los contagios se multiplican por redes, no hay vacuna, es difícil hallar el paciente cero y el mejor tratamiento es la educación.

¿Cuál es el origen de la «Bulitis»: infección por el virus del Bulo (estrafalarios conspiranoicio)? Vamos a comenzar desde el inicio. Del mismo modo que el estrés de ciertos ecosistemas (deforestación, cambio climático, hambrunas, etc.) ha llevado a que muchas especies portadoras de virus se acerquen a los humanos y estos se contagien, el estrés en una sociedad (crisis económicas, sanitarias y hasta deportivas) es un terreno fértil para la infección por bulos y conspiraciones. Y lo opuesto también es válido: en tiempos de bonanza, no hay bulos.

La incertidumbre laboral, la caída económica, el aislamiento…todo ello contribuye a elevar nuestros niveles de estrés. Un estudio publicado en el número de julio de «Brain, Behavior, and Immunity» entrevistó a 3.500 españoles y señaló que un 20% de los encuestados cumplían los requisitos para ser diagnosticados con depresión, casi un 25% por ansiedad y un 16% por desorden de estrés post-traumático. El aislamiento por la pandemia también ha incrementado un tercio los casos de violencia doméstica, mientras que un análisis reciente (número de agosto de «Psychiatry Research») muestra que un 37% de la población encuestada, unos 900 voluntarios, tenían un mayor sentimiento de soledad.

Todo esto demuestra que hemos experimentado, en mayor o menor medida, sentimientos de soledad, ansiedad, depresión… todos ellos ingredientes de estrés. Y esto es importante de reconocer porque son la puerta de entrada a las conspiraciones. En un análisis publicado en «Social Psychology» por el experto Anthony Lantian, se establece una guía para comprender porqué creemos en teorías conspirativas.

Por un lado ayuda a combatir la soledad y aporta un sentimiento de pertenencia a un grupo exclusivo: «Las teorías de la conspiración – explica Lantian– se apoyan en narrativas que hacen referencia a conocimientos secretos (masones, calendario maya, nuevo orden mundial, etc.) o información, que, por definición, no es accesible para todos, de lo contrario no sería un secreto y sería un hecho notorio. Las personas que creen en las teorías de la conspiración pueden sentirse «especiales», en un sentido positivo, porque pueden sentir que están más informadas que otras sobre eventos sociales y políticos importantes. Gracias a esta nueva pertenencia, los niveles de ansiedad, depresión y soledad se reducen pues hay un culpable a quien señalar y un grupo de apoyo.

El virus «Bulitis»

Los virus más exitosos son aquellos con una alta tasa de infección y un porcentaje de muerte muy bajo. Eso les permite contagiar a mucha gente sin provocar la muerte de su huésped. Se trata de virus maquiavélicos: que actúan con astucia para conseguir su propósito, es decir, reproducirse. Lo mismo ocurre con los bulos. Quienes están a la cabeza de los bulos, de acuerdo con Lantian tienen una personalidad con rasgos maquiavélicos, «centrados en sus propios intereses. Capaces de manipular, engañar y explotar a los demás para lograr sus objetivos.

En términos cognitivos, tienen más probabilidades de atribuir intencionalidad donde es poco probable que exista y tener niveles más bajos de pensamiento analítico». Al igual que con el SARS-CoV-2, es muy fácil estar en contacto con el virus de los bulos, pero ser portador de ellos no significa que estemos enfermos. Los anticuerpos, que impiden que nos volvamos a contagiar, son en este caso la información y el pensamiento crítico. Cuando un virus entra en nuestro cuerpo, el sistema inmune le pide «documento». Es un control de entrada para determinar si es nocivo, si lo reconoce de contactos previos, etc. Lo analiza. Con el bulo ocurre lo mismo: hay que analizarlo para comprender su origen.

El contagio

Trabajo, familia, amigos, vecinos, esas son nuestras redes y a través de ellas podemos contagiarnos de un virus. El «bulismo» se sirve de la misma estratagema de redes, sociales, virtuales y reales, para provocar una infección. De hecho, Internet ha ampliado las habilidades de estas personas de ideas afines para unirse para compartir y expandir sus teorías de conspiración. La red actúa como una cámara de resonancia en donde es posible hallar a personas con ideas comunes independientemente de su lugar de residencia.

Ni siquiera necesitan decir su nombre o mostrar pruebas, solo tienen que soltar el virus y dejar que se multiplique, ayudado por los algoritmos de las redes que repiten y dan un lugar destacado a todo aquello que genere más visitas. Es lo opuesto del distanciamiento social: las redes son el acercamiento digital.

Tratamiento

Contra las infecciones hay dos tipos de medidas básicas recomendadas por todos los epidemiólogos: prevención y vacuna. El uso de mascarillas, mantener el distanciamiento social, la higiene, son algunas medidas de prevención. La vacuna es una forma de que nuestro cuerpo identifique al virus y lo combata, reduciendo notablemente o anulando los efectos nocivos.

En el caso de infección por «bulismo» o conspiración, las medidas de prevención son similares: debemos mantener la distancia social, también favorecer el pensamiento crítico (no abusar de redes sociales), la higiene reduce el contagio (medios especializados, estudios científicos, expertos reconocidos ayudan a limpiar el panorama para ver mejor) y finalmente la vacuna. Un reciente estudio publicado el 10 de agosto en la revista «Journal of Gerontology: Psychological Sciences and Social Sciences», señala que para reducir el estrés provocado por la pandemia de COVID-19, lo más adecuado era informarse, dudar, comprender y preguntar.

Estamos acostumbrados a buscar respuestas y a guiarnos por ellas. Pero ya hemos llegado a un momento como sociedad en el que lo que nos impulsará son las preguntas que hagamos.