A Tu Salud

Un año ingresado

Inventar una vida paralela a la UCI y sobrevivir a la Covid

A Emilio le dieron por muerto tres veces y ya lleva un año ingresado: «No he tirado nunca la toalla», asegura

Emilio Ipiens Martínez, profesor jubilado que lleva un año ingresado en el Hospital Infanta Sofía
Emilio Ipiens Martínez, profesor jubilado que lleva un año ingresado en el Hospital Infanta SofíaJesús G. FeriaLa Razón

Después de un año ingresado y mucho tiempo para reflexionar, todavía Emilio no ha conseguido averiguar cómo se infectó de covid. Ni la más remota idea. Por aquel entonces, poco se sabía de aquel coronavirus que apareció en Wuhan y que se extendió en muy poco tiempo por el mundo.

En España, aunque se notificaron los primeros casos a final de enero, no se empezó a tomar en serio hasta marzo, cuando el Gobierno tuvo que decretar el primer Estado de Alarmapara confinar a la población y detener los contagios. Que si era como un constipado, luego como una gripe. Que si causaría apenas un par de casos, como desacertó Fernando Simón. Justo en esa época de desconcierto, Emilio Ipiens se contagió de covid-19. Eso lo supo más tarde. Al tener síntomas compatibles, se confinó en su habitación y «cada vez estaba peor». Le hicieron un seguimiento telefónico que de poco sirvió. Hasta que «mi doctora Catalina Segura, ante lo que le contaba, dijo que quería verme. Ella me remitió al hospital. Me salvó la vida», cuenta.

Diagnóstico: Covid-19

El 23 de marzo de 2019 ingresó en el Hospital Infanta Sofía de Madrid ya con un diagnóstico claro de covid. «Mi estado era malo, esa misma noche llamaron hasta tres veces a mi mujer para decirle que no sobreviviría». Pero este profesor jubilado tenía suficientes motivos para continuar. «Nunca he tirado la toalla», asegura. De la Unidad de Cuidados Intensivos salió en falso en dos ocasiones. En la UCI del Hospital Infanta Sofía estuvo ocho meses. Pero «no recuerdo nada». Tan solo lo que soñaba en aquellas largas horas de enfermedad. Emilio proyectó en su mente una vida inventada, muy alejada de aquel hospital. «Yo era consciente de mi condición de ingresado, pero protagonizaba historias alucinantes en las que montaba una vida paralela llena de acción, sorpresas, golpes de efecto y teatralidad», rememora.

Reconoce que esa capacidad para escapar de la dura realidad en la que estaba inmerso su cuerpo le ayudó a sobrellevar la enfermedad. Y la soledad, pues los protocolos impedían las visitas de familiares para evitar contagios.

Estuvo tantas horas entre máquinas y respiradores, que el doctor Miguel Ángel González Gallego se empeñó en sacarle al exterior. «Fui el primer paciente de UCI al que sacaron unos minutos fuera del hospital, ¡qué agradecido estoy!». En octubre, le trasladaron a planta de Neumología, donde se recupera de las graves secuelas que le ha dejado el virus. Este hombre ha pasado a sus 66 años por varias neumonías que todavía le provocan fatiga. También tiene afectadas las cuerdas vocales y «al estar tanto tiempo inmovilizado, tengo que aprender de nuevo a caminar». Al preguntarle por sus secuelas psicológicas, contesta rotundo que no las tiene, porque «hay que afrontar la vida tal como viene y recordar que, quien sobrevive, se adapta al medio».

Ahora solamente cuenta las horas para abrazar a su familia. «Alberto tiene 21 años y Síndrome de Down y no para de preguntarme cuándo volveré a casa. Actualmente va a la Fundación Prodis donde cursa un programa que le permitirá ir a la Universidad ¿Qué padre no desea ver a sus hijos alcanzando metas y preparándose para ser socialmente útiles?». Después de tanta lucha, él podrá ser testigo.