La inmunidad en las zonas rurales

«Vacunarles es como salir del túnel»

El engranaje funciona a la perfección en municipios como Soto del Real, donde mayores de 80 años, grandes dependientes y sus cuidadores reciben sus dosis

24.000 usuarios están adscritos a la Zona Básica de Salud de Soto, que incluye cinco municipios
24.000 usuarios están adscritos a la Zona Básica de Salud de Soto, que incluye cinco municipiosCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Miguel, de 83 años, llega el primero, una hora y media antes de su cita en el centro de Salud de Soto del Real, pueblo donde vive desde hace 55 años. Ha llegado su turno de ponerse la vacuna, y nos confiesa que está un poco nervioso. Aunque estaba deseando ponérsela, las últimas noticias sobre los casos de efectos secundarios le han provocado un poco de recelo. Pese a que por ser mayor de 80 a él le van a inmunizar con el suero de Pfizer, desconoce esta información, y mantiene su recelo. «Soy una persona fuerte, no creo que me pase nada, pero sí me pone nervioso. A la vez tengo ganas, pero no está uno para sustos».

Y es que el frenazo de la campaña de vacunación en Europa con el suero de Astrazeneca ha socavado la confianza general en la inmunización. Una posibilidad sobre la que ya advirtieron expertos y organizaciones nacionales e internacionales que, desde la llegada de las vacunas, han insistido en hacernos conscientes del peso que podían tener las informaciones negativas en la disposición de la población a inmunizarse. De hecho, más de la mitad de los españoles creen que el suero de AstraZeneca es «inseguro», frente al 25% que lo valoraban así en febrero, según una encuesta realizada por YouGov en más de ocho mil personas en Reino Unido, Alemania, Italia, España, Dinamarca y Suecia. Los últimos datos muestran que, en un mes, la desconfianza en esta vacuna se ha duplicado, y solo el 38 % de la población encuestada sigue considerándola segura.

Al mismo tiempo, ha aumentado la percepción de seguridad de las vacunas manufacturadas por Pfizer y Moderna: en el primer caso, aumentó dos puntos en este último mes y, ahora, el 74% de la población española la aprueba; mientras que el 68% apoyó la de Moderna, un punto más que en febrero. A la inversa, un 14% de los españoles continúa dudando de la seguridad de Pfizer, y un 17% de la de Moderna.

El siguiente en llegar es Carlos Calvo, de 88 años. Es mucho más optimista. «Yo tengo muchas ganas de que me la pongan, y creo que nadie debería negarse a ello. Además, si por lo que fuera tuviera algún efecto secundario pues, oye, hay que asumirlo. Lo hemos pasado muy mal la gente mayor en esta pandemia, y eso que yo soy muy afortunado porque no he tenido Covid-19, vivo en una casa en el campo y no he tenido cerca familiares o amigos que hayan estado enfermos o hayan fallecido por la enfermedad», relata.

Cuando le vacunen lo primero que hará será ver a sus nietas. «Mira, a una la tengo que llamar en cuanto me la hayan puesto, que me ha dicho que la llame porque tenemos que celebrarlo. Espero que sea con una buena comida, porque lo siguiente que voy a hacer es ponerme la dentadura, que ahora solo como cosas convertidas en puré», confiesa.

Siguen llegando más personas. Hoy está previsto vacunar a unas 20 con el suero de Pfizer (mayores de 80) y a otras 10 con el de AstraZeneca (grandes dependientes y sus cuidadores de 18 a 65 años). María Pérez, directora del centro, nos recibe con una sonrisa. «Estamos felices, esperanzados. Empezar a vacunar es como una nueva alegría, sobre todo por ver la emoción con la que los mayores vienen a vacunarse. Les llamas por teléfono y se emocionan, cuando vienen nos piden foto… Lo estamos viviendo como lo que es, la salida de un túnel que ha durado demasiado», señala.

Vicenta Candela tiene 82 años y ha venido con su hijo desde Guadalix. «Aquí estamos, con ganas ya de vacunarme, y de poder volver a ver a mi familia, a mis nietos. No tengo ningún miedo, solo quiero que me la pongan y estar tranquila», afirma. Nos cuenta que ha pasado la mayor parte de este año con su hija y que en su entorno, por suerte, no ha habido nadie con Covid-19.

Un área que funciona como un reloj

La Zona Básica de Salud de Soto incluye los municipios de Guadalix de la Sierra, Miraflores de la Sierra, Navalafuente, Bustarviejo y Soto del Real, con más de 24.000 usuarios adscritos a médicos y enfermeras de la zona. Un área que funciona como un reloj gracias a la colaboración de todos los ayuntamientos y los servicios públicos. «Cuando me informaron de que iba a comenzar aquí en el centro de salud la campaña de vacunación, me puse en contacto con las concejalas de Sanidad de los ayuntamientos de los cinco municipios para organizar un sistema de apoyo que está funcionando muy bien. Nos ayudan en todo, tanto trasladando a médicos y/o enfermeras a casa de pacientes que lo necesitaron cuando sufrimos el temporal Filomena, como ahora, trayendo a aquellas personas mayores que no tienen medios para venir a vacunarse en coches de los ayuntamientos, Protección Civil y/o la Policía local», explica.

Y es que la labor de Atención Primaria en la campaña de prevención de la Covid-19 a través de la vacunación está siendo clave. Las enfermeras de los centros de la Comunidad de Madrid han administrado 225.580 vacunas a personas mayores de 80 años, y de este grupo, 28.908 personas han recibido la segunda dosis. A la vez, AP está llevando a cabo la administración de la vacuna a los grandes dependientes, tanto inmovilizados como personas con movilidad, y a sus cuidadores. Hasta la fecha, se han administrado 8.832 dosis a grandes dependientes, de las que 8.078 son primeras y 754 segunda dosis, y se ha inoculado también a 341 cuidadores.

Y ojalá todos hayan disfrutado del momento como lo han hecho Javier Valdehita, de 26 años, joven dependiente con un trastorno del espectro autista, y su madre y orgullosa cuidadora, Amparo Mendo, de 52 años. Javier pregunta el nombre a todo el personal presente, se los mete en el bolsillo. La directora del centro le presta su «gorro de la suerte», de Capitán América, para que todo vaya bien y no se ponga nervioso con el pinchazo. Irradia alegría y, su madre, tranquilidad.

«Estaba deseando que llegara este momento, no te imaginas cuánto. Las personas como mi hijo tienen que estar protegidas, porque, sin querer, se quitan la mascarilla o descuidan el darse gel en las manos… Doy gracias porque vivimos en el campo, y Javier ha podido salir a dar paseos durante toda la pandemia, pero mucha gente no ha tenido esa suerte y, sinceramente, a los niños con autismo les han tenido menos en cuenta que a los perros», denuncia.