El caos de las segundas dosis

Los vacunados con AstraZeneca podrán elegir Pfizer o repetir

El Comité de Bioética considera «ético y legal» que los que renuncien a la segunda dosis con Pfizer deban firmar un consentimiento informado con carácter previo

Algunas comunidades creen que la decisión de Sanidad generará «caos» logístico
Algunas comunidades creen que la decisión de Sanidad generará «caos» logísticoFRIEDEMANN VOGELAgencia EFE

Consentimiento informado, y por escrito, para el millón y medio de menores de 60 años (en su mayoría trabajadores esenciales) que, habiendo recibido la vacuna de AstraZeneca hace al menos 16 semanas, decidan completar la pauta con el mismo suero, tal y como se establece en la ficha técnica. Y no solo eso, sino que tienen que rechazar, ex profeso, la pauta heteróloga, con una segunda dosis de una vacuna de ARNm, recomendada por Sanidad en contra de los dictámenes de los principales organismos sanitarios internacionales: la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El documento, que ha propuesto y avalado el Comité Nacional de Bioética (CNB), como «ética y legalmente recomendable, a petición del departamento que dirige Carolina Darias, dice así: «Usted ha expresado su rechazo a vacunarse con Comirnaty, de Pfizer/BioNTech, en la segunda dosis, y para evitar los riesgos que para su salud y la salud de la colectividad tendría no completar las dos dosis de vacuna que están pautadas, y conforme a lo que dispone el artículo 2 de la Ley 41/2002, cuyo apartado 4 establece que la negativa al tratamiento por el paciente o usuario constará por escrito». Además, el paciente deberá expresar su petición de ser inmunizado con una segunda dosis de Vaxzevria, manifestando que conoce «el infrecuente riesgo de desarrollar un síndrome de trombosis con trobocitopenia». Esta es la resolución final con la que se ha zanjado uno de los episodios más controvertidos de la campaña de vacunación, que comenzó el pasado mes de marzo cuando la EMA, acepto la relación entre algunos casos de trombos, muy infrecuentes pero con consecuencias graves, y la vacuna de AstraZeneca. Después de que muchos países europeos (incluida España) suspendieran temporalmente la inmunización con Vaxzevria, se tomó la decisión de reservar esta vacuna para personas entre 60 y 69 años, dado que la mayoría de los episodios trombóticos se habían dado en menores de 55 años, mayoritariamente mujeres. A partir de ahí, empezó una especie de «purgatorio» para los profesionales esenciales (profesores, policías, farmacéuticos, entre otros) que habían recibido la primera dosis del fármaco anglosueco.

Una parte esencial de este «capítulo» de la pandemia es que la decisión de con qué vacuna se deben terminar de inmunizar este millón y medio de personas ha sido tomada por Sanidad, única y exclusivamente en relación a los resultados de un estudio muy criticado por la comunidad médica y científica.

El trabajo, realizado por el Instituto de Salud Carlos III y cinco hospitales españoles con 600 pacientes solo estaba diseñado para responder a la pregunta de si administrar la segunda dosis de Pfizer a los que habían recibido la primera dosis de Astrazéneca les proporcionaba una respuesta inmunitaria robusta. A 400 de ellos se les inoculó la vacuna de Pfizer ocho semanas más tarde de haber recibido la primera de Vaxzevria. A los otros 200 no se les administró ninguna vacuna como segunda dosis. Por ello, se le ha achacado un sesgo importante que solo permite concluir que vacunar con Pfizer provoca una respuesta inmunitaria más potente que no vacunar con nada.

De hecho, las únicas conclusiones que serán relevantes sobre cuál es la mejor opción para las personas que han recibido la primera dosis de AstraZeneca serán los que arrojarán en junio los estudios Com-Cov y Com-Cov2, que coordina la Universidad de Oxford.

La decisión, sobre el paciente

La postura adoptada por Sanidad, sobre la que ya solo queda la aceptación de las comunidades autónomas, contrasta con la mantenida desde que se diseñó la estrategia de vacunación. En ella, se establece una negativa tajante a la elección de fármacos: «No puede ser una elección individual, sino que debe basarse en la eficacia y la indicación de las vacunas para los diferentes grupos de población», reza el documento. El propio Comité de Bioética incluye en su informe que, ni siquiera en el caso de excepcionalidad surgido por la aparición del evento adverso «muy infrecuente pero grave» como es el síndrome de trombosis con trombocitopenia, «deben alterarse los criterios para la toma de decisiones en la estrategia de vacunación ni permitir a las personas menores de sesenta años que recibieron una primera dosis de dicha vacuna elegir la vacuna de la segunda dosis».

Entonces, siendo contrarios a aceptar la libertad de elección de la vacuna por parte de dicho grupo de población, ¿cómo ha justificado este organismo su decisión de avalar el consentimiento informado? Pues bien, lo ha hecho aludiendo a un supuesto «bien mayor». Así lo expresan en el documento: «Sin perjuicio de todo ello, cabría aplicar una segunda dosis de Vaxzevria a aquellas personas en las que, constatado su firme rechazo a vacunarse con un esquema heterólogo (AstraZeneca con Pfizer) como el propuesto por la Comisión de Salud Pública, quedaran sin completar la vacunación, no como expresión de facultad alguna de elección, sino por el bien de la salud colectiva y de su propia salud individual». Y prosigue, «no se les ofrece elegir la vacuna, sino que, constatado su firme rechazo a vacunarse con segunda dosis de vacuna de ARNm, vacunarles con la de AstraZeneca, se entiende como mal menor desde la perspectiva de la salud del propio individuo y de la salud colectiva».

En este punto, el paciente tendrá que tomar una decisión sobre un tema que escapa a su comprensión y sobre el que no tiene toda la información, y los gobiernos regionales serán los responsables últimos de cualquier efecto secundario grave que se produzca por no haber seguido las indicaciones de la ficha técnica de la vacuna. Así, los afectados por esta decisión, seguirán en el purgatorio de la incertidumbre, sin ninguna certeza por parte de quien debería dárselas.