Educación

España consigue mantener el 99% de sus aulas abiertas

Lidera el ranking de de la OECD en presencialidad durante este 2021

La vacunación del profesorado y el mantenimiento estricto de las medidas de prevención han logrado un semestre sin apenas cierres de los centros educativos.
La vacunación del profesorado y el mantenimiento estricto de las medidas de prevención han logrado un semestre sin apenas cierres de los centros educativos.Cristina BejaranoLa Razón

Somos uno de los países que menos clases presenciales ha perdido por la pandemia, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que nos ha situado en el puesto número diez de su ranking. Mientras el resto de naciones de nuestro entorno han tenido que mandar a los estudiantes “a casa” una media de 50 días en el último semestre, España ha mantenido el tipo. Los nueve países que nos precedían a principios de año han experimentado más problemas que nosotros. Dinamarca, Alemania, Noruega, Bélgica, Países Bajos, Irlanda y el Reino Unido ceraron temporalmente las aulas durante la tercera ola, Nueva Zelanda cerró todas las escuelas en Auckland, la ciudad más grande, en febrero, y, en Francia, se cerraron bajo el tercer confinamiento nacional.

Pero mantener el liderazgo de la presencialidad no ha sido un reto fácil de conseguir. Desde el Ministerio de Educación lo valoran como el fruto de un esfuerzo común de la comunidad educativa por mantenerse fiel a los protocolos covid. También la vacunación del profesorado y el clima más cálido, que ha permitido mantener la ventilación natural de las aulas, son factores que han jugado a favor.

A punto de finalizar el segundo trimestre del curso 2020-21, el 99,6% de las aulas de centros educativos de toda España están abiertas, y solo el 0,4% se mantienen en cuarentena, según los datos facilitados por las comunidades autónomas. Solo dos centros escolares estaban cerrados la semana pasada, es decir, el 0,01%. Durante estos seis meses, el mayor número de centros cerrados al mismo tiempo ha sido 43 (un 0,15% del total), cifra que se alcanzó a finales de enero, tras las fiestas navideñas.

La historia detrás de este éxito es un buen ejemplo de lo que se consigue cuando las actuaciones se realizan de manera coordinada y sin fisuras. En este caso, la base ha sido aplicar escrupulosamente las «Medidas de prevención, higiene y promoción de la salud frente a Covid-19» , una guía elaborada por Sanidad y sobre la que tanto Ministerio de Educación y Formación Profesional como las consejerías de Educación de las regiones han trabajado al unísono. El sistema educativo ha funcionado, además, como herramienta de detección precoz de los contagios, gracias a los protocolos de actuación que han permitido rastrear y aislar los casos.

Y todo ello se ha desarrollado en un contexto en el que existe aún cierta incertidumbre con respecto al papel que tienen los niños y niñas en la transmisión de la enfermedad. La mayor probabilidad de contagio entre los y las menores ocurre en sus hogares. Varios estudios epidemiológicos observan que el número de casos que tienen lugar entre los contactos de un caso durante su periodo de transmisibilidad pueden ser inferiores en la infancia que en la edad adulta. En China, en un estudio de la transmisión en convivientes familiares, en la estratificación por edades, la tasa de ataque secundario fue de 4,7% en la infancia, comparado con el 17,1% en población adulta (>20 años).

Apuesta por la presencialidad

Los beneficios de la política de “aulas abiertas” van más allá de una cuestión académica. La presencialidad es un aspecto que los organismos internacionales consideran fundamental para luchar contra las desigualdades y ofrecer una educación de calidad. Unesco, Unicef o el Centro Europeo para Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), llevan meses alertando del efecto negativo del cierre generalizado de los colegios en la salud física y emocional de los alumnos y alumnas, además de afectar su rendimiento y desarrollo académico. El riesgo es especialmente preocupante en el caso del alumnado vulnerable, que puede quedar desconectado por falta de recursos, y aumentar la brecha digital. Cuando los centros educativos cierran se ha visto que los niños reducen sus oportunidades de desarrollo. La vida social activa que los niños tienen en la escuela les ayuda a aprender de sus iguales y tiene un impacto muy positivo en su personalidad.