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Alarma medioambiental

España, en el ojo del huracán del cambio climático

La cuenca del Mediterráneo es una de «las zonas calientes» a nivel mundial, y sufrirá fenómenos extremos como olas de calor, sequía o el aumento del nivel del mar

En la imagen un hombre fotografía ayer un termómetro en el Puente de San Rafael de Córdoba Rafa AlcaideEFE

A principios de esta semana saltaba la bomba: la actividad del ser humano ha causado sin duda «daños irreversibles en el planeta para los próximos siglos o milenios», que afectarán a todas las regiones del mundo y provocarán fenómenos meteorológicos extremos, entre los que se encuentran olas de calor, fuertes precipitaciones, sequías o ciclones tropicales, así como la acidificación de los suelos y la desoxigenación de los océanos. Éstas eran las conclusiones más llamativas de un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático de la ONU (IPCC), que indicaba asimismo que los cambios en el clima «no tienen precedentes», y que si se mantiene el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero la temperatura mundial aumentará 2,7 grados a finales de siglo respecto a la media de la era preindustrial (1850-1900).

Ante estos datos demoledores el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no dudó en afirmar que este documento es un «código rojo» para la humanidad, ante lo que es necesario tomar medidas inmediatas para detener el calentamiento global.

Aunque los efectos se van a dejar sentir sobre todo en el aumento del nivel del mar y el derretimiento de los polos, ninguna parte del planeta está a salvo de las consecuencias. Un ejemplo serían las inundaciones del pasado mes de julio que provocaron cerca de 200 víctimas en Alemania y Bélgica, o los incendios que devoran Grecia, Italia, Turquía o Argelia, agravados por las altas temperaturas registradas en estos países. El informe del IPCC prevé asimismo en los próximos años fuertes precipitaciones en África y Asia, y sequías severas en América del Sur, África y Europa.

No obstante, España y el Mediterráneo serán unas de las zonas del planeta a las que más afectará el cambio climático y por tanto los fenómenos extremos que vienen aparejados. «El Mediterráneo es una zona particularmente sensible, donde se aprecia con mayor rapidez el impacto del calentamiento global», ha señalado Francisco Javier Doblas Reyes, director del departamento de Ciencias de la Tierra del Centro de Supercomputación de Barcelona-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), que ha participado en la redacción del documento del organismo de Naciones Unidas. «La cuenca del Mediterráneo es donde se observa un mayor calentamiento y más rápido del continente europeo y del norte de África. Es una de las zonas calientes del calentamiento global junto a algunas zonas del Ártico y otras en los Trópicos», señaló este experto en una entrevista a la agencia Efe.

Entre las consecuencias más directas del aumento de la temperatura en el Mediterráneo están la migración de especies en busca de climas más fríos, la acidificación del suelo o el aumento del nivel del mar, que pondrá en riesgo zonas como La Manga en Murcia, el delta del Ebro o la albufera de Valencia.

Este hecho requerirá «esfuerzos de adaptación a estos cambios muy serios y a gran escala, no solo de un puerto o una playa, sino de todo el litoral de la Península Ibérica y de las islas», continúa Doblas Reyes. Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos es el de la reforestación de miles de hectáreas sin arbolado, lo que «permite fijar parte del dióxido de carbono» de la atmósfera y «evitar que aumente el efecto invernadero» asociado a los gases. Además, una mayor cobertura vegetal aumentaría la capacidad de retención de humedad del suelo, como en zonas del interior peninsular.

Aumento de las temperaturas

El calentamiento global afecta ya de forma severa a nuestro país. Así, las 52 ciudades de España, que albergan a más de 15 millones de habitantes, aumentaron su temperatura una media de 0,73 ºC en la década de 2011-2020 en comparación con el periodo de referencia de 1981 a 2010. Esta es una de las conclusiones del informe «Aumento de las temperaturas por ciudades en España» que se basa en datos de la Agencia Española de Meteorología (Aemet) y que fue presentado el miércoles en el Observatorio de Sostenibilidad. El documento indica que en las capitales de provincia aumentó más la temperatura que en el conjunto del país como media: en las ciudades fue de 0,73ºC, mientras que en España fue de 0,53ºC. No obstante, hay grandes diferencias entre ciudades. Así, donde más subió la temperatura fue en Lérida (1,79ºC), Jaén (1,40ºC), Barcelona (1,32ºC), Cuenca (1,18ºC) o Ávila (1,17º). En el extremo contrario estarían León y Cádiz (ambas con 0,38º), Santa Cruz de Tenerife y Almería (0,39ºC).

Otra de las conclusiones más destacadas es que en el periodo que va de 1987 a 2018 casi se duplicó la superficie artificial del país, que pasó de 670.000 hectáreas a 1.367.000. Las superficies urbanas se multiplicaron por 1,5 y las zonas industriales, comerciales y de transportes por 3,5. El efecto de la proliferación de espacios artificiales es la aparición del efecto «isla de calor» en las ciudades, que no pudo ser compensado por la multiplicación por 4,5 de las zonas verdes. Así, en ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga o Valencia se ha llegado a detectar nueve grados de diferencia entre el centro y las zonas limítrofes.

La previsión es que si para 2050 «continúa la tendencia actual y no se realizan actuaciones de mitigación» las temperaturas sigan aumentando con una media de 2,6ºC.

¿Qué se puede hacer para contrarrestar el efecto de ese aumento? Algunas soluciones pasan por aumentar el número de árboles, jardines y fachadas verdes; la cantidad de agua en las ciudades con fuentes o humedales; instalar pavimentos drenantes para favorecer la infiltración de agua, así como crear anillos verdes, bosques urbanos o corredores ecológicos.

«Es necesario adoptar medidas muy serias y muy radicales para adaptarse al incremento ya detectado del aumento de temperaturas en cada ciudad teniendo en cuenta la gran diversidad de situaciones ecológicas, económicas y sociales», afirma el documento.

Por su parte, Mario Mingarro, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, ha subrayado «la importancia de un enfoque científico para determinar las acciones a realizar en los ecosistemas urbanos para disminuir el riesgo ante el cambio climático».

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