Viaje

El Papa en Chipre: «Los campos nazis y de Stalin también existen hoy»

Francisco estalla en un encuentro con migrantes contra «la esclavitud universal»

Francisco, ayer por la mañana, en la misa celebrada en Nicosia
Francisco, ayer por la mañana, en la misa celebrada en NicosiaAMIR COHENREUTERS

Segunda jornada más que intensa del Papa en Chipre, con una mañana en una misa multitudinaria y un encuentro con los ortodoxos, junto a una tarde en la que literalmente estalló en defensa de los migrantes. Poco tenía que ver el descafeinado discurso previsto originalmente en su encuentro con un grupo de extranjeros en la iglesia de la Santa Cruz de Nicosia, con las reflexiones que lanzó finalmente de forma espontánea al ver el rostro y emocionarse con sus heridas en primera persona.

Francisco llegó a afirmar que el drama de la emigración es hoy el equivalente de una guerra y que los centros de detención o de estancia que existen en algunos países del norte a África son como los «lager» establecidos por los nazis durante la II Guerra Mundial.

«Nos quejamos cuando leemos las historias de los campo de concentración del siglo pasado, de los nazis, de Stalin. Esto está ocurriendo hoy en las costas cercanas», aseveró visiblemente molesto con lo que definió como «una esclavitud universal». Aclaró después que «la migración forzada no es una práctica ‘cuasi turística’», en relación a quienes buscan desdramatizar este exilio. Pero no se quedó ahí. El Papa lamentó asimismo que la opinión pública se haya vacunado de indiferencia ante esta tragedia humanitaria: «Acostumbrarse –dijo improvisando una vez más– es una enfermedad y no hay antibióticos contra esta enfermedad. Tenemos que ir contra ese vicio de acostumbrarse a estas tragedias que leemos en los periódicos o vemos en la televisión».

Antes de tomar la palabra, el Santo Padre había escuchado los testimonios de cuatro jóvenes emigrantes procedentes de la República Democrática del Congo, Camerún, Irak y Sri Lanka. «Como tú has dicho –aseguró el pontífice a Thamara procedente del antiguo Ceylan– no somos números ni individuos que haya que catalogar: somos hermanos».

Bergoglio deseó que esta isla «marcada por una dolorosa división pueda convertirse con la gracia de Dios en taller de fraternidad». Era una manera de reconocer y agradecer que Chipre sea el país de la Unión Europea que recibe un mayor número de refugiados en proporción a su población.

Actualmente conforman esta nación 1,2 millones de personas y solo este año han recibido a unos 10.000 refugiados (un 38% más que el año pasado), lo que nos permite pensar que estamos alrededor de un uno por ciento per cápita de emigrantes.

Dentro de su agenda de encuentros y celebraciones, no menos reseñable resulta su cita por la mañana con Crisóstomos II, máxima autoridad de la Iglesia ortodoxa chipriota. En la catedral ortodoxa de San Juan, más que las palabras de Francisco, resonaron las del arzobispo anfitrión, que lanzó una diatriba anti turca sin algodones, nunca vista antes en este líder religioso.

Así, Crisóstomos II denunció que «han confiscado nuestras históricas iglesias bizantinas con sus preciosísimos mosaicos, los iconos que introducen al misterio y han robado a los sacerdotes con inaudita barbarie… No solo imitaron la sanguinaria barbarie de Atila, sino que incluso hicieron cosas mucho peores que él». Por eso no dudó en pedir al Papa, que le escuchaba sin pestañear, su activo empeño para librarles de la ocupación y, por tanto, de Erdogan. «Esperamos con impaciencia –dirigiendo hacia él su mirada– su ayuda para la protección y respeto de nuestro patrimonio cultural y para la supremacía de valores incalculables de nuestra cultura cristiana que hoy son violentamente violados por Turquía».