Entrevista

“El cansancio es una fuerza invisible que influye de forma persistente en nuestra vida”

El investigador David Jiménez Torres retrata en “El mal dormir” (Libros del Asteroide) la experiencia cotidiana del maldurmiente en una sociedad acelerada.

El investigador David Jiménez Torres, autor de “El mal dormir”
El investigador David Jiménez Torres, autor de “El mal dormir”Jesús G. FeriaLa Razon

Franz Kafka consideraba que el fragor interno de la creación literaria le impedía descansar. A este club de divagadores nocturnos pertenecieron también ilustres autores como José Luis Borges, William Wordsworth o Ernest Hemingway. Pero no son los únicos. Esta incapacidad para dormir lo suficiente durante la noche pese a tener ocasión y necesidad de hacerlo es una experiencia más común de lo que imaginamos. Como comenta David Jiménez Torres, “el mal dormir es algo que, sencillamente, sucede”. Apoyándose en la historia social y cultural del sueño, así como en vivencias propias y ajenas, David Jiménez Torres retrata en El mal dormir (Libros del Asteroide) la experiencia cotidiana del maldurmiente en una sociedad acelerada. Su obra ha sido reconocida con el Primer Premio de No Ficción que otorga la editorial.

¿Por qué decides escribir un libro sobre el mal dormir?

Siempre he dormido mal. Y hubo un momento en el que me apeteció escribir sobre esa experiencia. En un principio, era más bien un ejercicio literario, una serie de apuntes para entender mejor mi relación con la noche y con el día. Lo que pasa es que el sueño es un tema tan amplio que, en cuanto empiezas a tirar de algún hilo, descubres muchos temas muy interesantes. Y así me ha salido un texto que junta la experiencia personal, la historia social del sueño, la huella del mal dormir en la literatura… Me interesa la dimensión del cansancio como una fuerza invisible (o, al menos, que nos cuesta delimitar y cuantificar) que influye de forma persistente en nuestra vida.

¿Qué diferencia hay entre un insomne y un maldurmiente?

En el libro trazo una distinción entre los insomnes graves y los maldurmientes. Es una distinción completamente arbitraria y acientífica que, sencillamente, se basa en un grado menor o mayor de falta de sueño por las noches. Lo hago porque lo que me interesa no es tanto la experiencia del insomne agudo, que puede ser muy dramática y acongojante, sino la de quienes encontramos maneras de ir tirando con vidas bastante normales e integradas pese a nuestras dificultades para dormir. Tenemos trabajos corrientes, participamos en grupos de whatsapp, tenemos críos, regamos las plantas cuando toca. Sencillamente, dormimos poco y por el día estamos cansados. Muchos ni siquiera llegamos a buscar activamente ayuda profesional, o desistimos pronto de encontrar una cura para nuestros problemas. De tanto en tanto, por alguna razón insondable, incluso nos despertamos habiendo dormido ocho gloriosas horas. Pero esto no significa que el mal dormir no nos afecte. Es una suerte de cristal empañado a través del cual nos debemos asomar a la vida.

Según tus indagaciones, ¿por qué hay personas que duermen mal?

Hay muchas razones diferentes; los expertos han reconocido la existencia de más de cien tipos de trastornos de sueño distintos. Algunos son muy específicos, como la apnea o el síndrome de las piernas inquietas, y otros son más ambiguos, como la mera dificultad para conciliar el sueño o para retenerlo. En mi caso sospecho que tiene bastante que ver con el cronotipo vespertino, que es una predisposición genética a tener el horario de sueño escorado hacia la noche. Quienes tienen esta predisposición suelen ser incapaces de dormirse antes de la una o las dos de la mañana, pero luego podrían dormir una cantidad razonable de horas si el despertador se lo permitiera. Lo que me interesa, en cualquier caso, es dibujar un tronco común de experiencias de quienes vivimos peleados con el sueño. De manera que una persona cuyo mal dormir tenga motivos distintos del mío pueda reconocer la misma frustración, la misma soledad o el mismo cansancio que se describen en el libro.

Nos angustiamos cuando no dormimos bien y no se debe a ninguna perturbación externa. ¿Cómo debemos manejar eso?

Hay un estereotipo muy extendido, según el cual quienes duermen mal tienen algún remordimiento o preocupación concretos. Es algo que tiene mucha presencia en obras literarias. Por ejemplo, cuando Macbeth comete el asesinato que le perseguirá el resto de sus días, cree escuchar una voz que grita “¡Macbeth ha asesinado el sueño!” Esto es muy dramático y sugerente, claro. Pero conviene señalar que, para muchos, el mal dormir es algo que sencillamente sucede. No podemos establecer una causalidad ligada a nuestras acciones o nuestro comportamiento. Por esto puede llegar a ser tan frustrante.

En mi caso, sentía que si no dormía bien era por culpa mía, porque no era lo suficientemente disciplinado o maduro como para controlar correctamente mis pensamientos. Lo que más me ha ayudado ha sido reconocer esta experiencia, pensarla y finalmente escribir sobre ella. También leer y encontrar experiencias parecidas a las mías. Wordsworth, por ejemplo, tiene un soneto dirigido al sueño en el que le pregunta “sin ti, ¿qué queda de las riquezas de la mañana?” Al leerlo, me identifiqué perfectamente con esa sensación de que la llegada del día, que puede ser algo maravilloso y estimulante, queda diluida o aguada si uno viene de una mala noche. Como si el día del maldormido no fuera día del todo.

¿Crees que se estigmatiza a quienes tienen problemas para arrancar por las mañanas?

Creo que perdura cierto estigma de la persona que es un poco desastre por las mañanas, que bosteza, que tarda en empezar a responder a emails. Como si se asumiera que su cansancio se debe a que no es lo suficientemente adulto, lo suficientemente maduro como para regular sus horarios y dormir cuando tiene que dormir. También es posible que esto sea solo paranoia de maldurmiente, parte del síndrome del impostor que muchos sentimos en el trabajo.

¿Qué reflexiones tratas de conseguir en el lector con este libro?

En general, me gustaría que el lector se plantease el papel del sueño en su vida, en nuestra sociedad, en nuestra historia. En buena medida porque creo que esto es algo medianamente novedoso, o sobre lo que reflexionamos poco para lo importante que es. Más en concreto, me gustaría que los lectores maldurmientes se puedan ver reflejados en las experiencias que se cuentan en el libro, y que incluso les permita tomar su condición con cierta ligereza; no he querido escribir un libro quejumbroso ni autocompasivo. Por otra parte, me gustaría que los lectores biendurmientes descubran en este libro un aspecto de la vida, de la experiencia humana, que les es desconocido.