Sociedad
La tradición se reinventa, o más bien se adapta a los tiempos modernos. A veces, cuesta. Remover las raíces de costumbres tan apegadas a la sociedad como la propia vida no es sencillo y quienes dan el salto al vacío se convierten en referentes para algunos y en objeto de críticas para otros. Nunca llueve a gusto de todos. Este año, las fallas cuentan por primera vez en su historia con tres hombres que ocupan un cargo en las fiestas levantinas que hasta ahora tan solo habían ocupado mujeres.
La llegada de los falleros mayores se ha producido con tanto ruido como las mascletás que estos días resuenan en cada rincón de la Comunidad Valenciana. Vicente Llácer, Víctor Belinchón y Erik Lozano son los tres varones que ejercerán este emblemático papel fallero y que ha removido la cuestión de género, rompiendo tabúes y fomentando el principio de igualdad que tanto tiempo llevaba reclamándose.
No ha sido sencillo su camino, en primer lugar, porque el reglamento central, en su artículo 29, establece que «la Fallera Mayor será la única mujer que ejercerá la representación honorífica de la Comisión de Falla en los actos propios y oficiales». De hecho, el 85% de las comisiones asistentes a la asamblea extraordinaria celebrada en noviembre de 2017 rechazó un cogreso para modificar dicho aspecto del reglamento y abrir la posibilidad de que los hombres ostentaran este cargo.
Sin embargo, las comisiones locales de los municipios que ellos representan sí han adaptado (sin represalias) la normativa para que un varón pueda ser fallero mayor. Vicente Llácer nos atiende en medio de los preparativos para el gran día mientras sus compañeros dan los últimos retoques a la falla Barri d’Onda de Burriana. Este año, la figura la componen tres demonios aposentados encima de un taxi a modo de reivindicación sobre los problemas de aparcamiento en este municipio de Castellón.
«Ésta era una espinita que tenía clavada desde hace muchos años, siempre soñé con ser fallero mayor, pero lo veía complicado. Llevo en la comisión desde los 15 años y, pese a que mi familia nunca ha sido muy fallera, a mí es algo que me ha gustado desde pequeño», relata.
Durante una comida celebrada en julio con los organizadores, la fallera mayor saliente, Paula, comenzó a leer su discurso de despedida «y de repente sacaron una banda con la inscripción de fallero mayor y me dijeron si la quería. Yo pensaba que era una broma, me reí, miré al presidente y dije que sí, pero aún creía que no era de verdad hasta que comenzaron a tirar confeti y se confirmó: iba a ser el primer fallero mayor de la historia. Me quedé en ‘’shock’'», relata este joven de 25 años que trabaja como auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos.
Y así comenzó su reinado que hoy llega a su punto álgido. «Había imaginado en muchas ocasiones ese momento y llegó sin esperarlo. Evidentemente, en este tiempo me he topado con opiniones de todo tipo, pero bueno, nunca llueve a gusto de todos. Al principio, había gente más conservadora que pensaba que con mi nombramiento se iba a desvirtuar la fiesta o algo así, pero al ver que no pasa nada han sido muy respetuosos».
Y no, para los más morbosos que piensen que los hombres falleros mayores vestirán con faldones típicos inspirados en el siglo XVIII y el famoso moño en los laterales, nada más lejos de la realidad. «Es algo que se comenta en broma, pero es una tontería, cada uno puede vestir como quiera siempre que se respete el reglamento. En mi caso, me han confeccionado un traje de torrentí azul con chaleco en blanco y otro de saragüell, que es el que tiene los calzones más anchos, con un chaleco de color morado y otro gris oscuro y plata», explica con serenidad y orgullo.
Llácer es el primero de los tres que ha conseguido el cargo de pleno derecho. Belinchón, padre de familia de 50 años y natural de Sagunto, fue elegido antes que Vicente «pero si no me equivoco le pusieron algunas trabas. A mí, ninguna, soy el máximo embajador y la cara visible de mi falla y he tenido el respeto de mis compañeros y del Ayuntamiento desde el primer momento», apunta. «Hay mucha gente que piensa que el querer ser fallero mayor y ocupar un puesto que siempre ha estado reservado a mujeres tiene que ver con la orientación sexual. Pero es una tontería, no hay que ser homosexual para ser fallero mayor. La tradición marca indumentaria femenina y masculina, es absurdo pensar eso», asevera.
Respetar la tradición
«Por el hecho de nacer hombre o mujer no debes estar encasillado en unos cargos específicos en la falla, sino que deberíamos poder ocupar cualquier siempre que tengas los apoyos y el respeto a la tradición. Creo que desde mi nombramiento se han hecho bastantes avances en esta materia, se puede ayudar a la tradición a evolucionar. Es más, si ésta no hubiera evolucionado, las fallas seguirían siendo muebles puestos en una calle», argumenta el joven de Burriana. Por si fuera poco, este año en su falla han tirado la casa por la ventana ya que además de lucir a un hombre como su máximo representante, han invertido «un poquito» más (12.000 euros) para dar forma a su escultura.
«Yo lo que quiero es honrar a la fiesta y es más, desde mi elección se ha modificado la normativa para que ya exista oficialmente la figura de fallero mayor. Esto es un impulso y espero que no se quede aquí. Hay muchos hombres que siempre han querido ser elegidos para este cargo y por miedo o el qué dirán no lo han hecho. No puede haber miedo. Mira, mi falla no se ha deshecho porque un hombre sea el fallero mayor», dice con una sonrisa mientras se dispone a dar las últimas pinceladas de la falla que hoy arderá en llamas.
Normalización total
A una hora de Burriana, en la valenciana Catarroja, Erik Lozano, el segundo (y último hasta el momento) fallero mayor con pleno derecho nos atiende también con entusiasmo y nervios. Este peluquero de 18 años reconoce que el ocupar este cargo «era una idea que ya llevaba rondando en mi cabeza durante bastante tiempo».
Aunque afirma que «solo tengo palabras de agradecimiento hacia el colectivo fallero de Catarroja», reconoce que «no todos los comentarios que he recibido son de mi agrado, pero todo el mundo tiene derecho a dar su opinión de forma respetuosa. Eso sí, yo prefiero quedarme con la aceptación que he recibido por la gran mayoría tanto en mi comisión como en el pueblo».
Para él, el hito que supone su elección es «un avance para la sociedad, introducir la figura del hombre en un cargo representativo que hasta hace poco eran exclusivas para las mujeres. Con esto avanzamos en el largo recorrido de un cambio por la igualdad de género en nuestra fiesta». Según relata, esta celebración ha ido avanzando poco a poco y «llegará el momento en que se permita en todos los lugares y esté totalmente normalizado».
Eso sí, pronostica que «todavía queda mucho camino para que toda persona que se encuentra en la misma situación que yo, llegue a conseguir su sueño: representar lo que hasta hace muy poco solo tenían derecho las mujeres». Y ¿puede haber quienes se sientan ofendidas por «ocupar»' un puesto que tenían reservado solo para ellas? «No creo, mi única intención es representar a mi comisión, no ofender a ninguna persona, todos tenemos derecho a cumplir nuestras metas».
Y es que, si el año pasado la revolución fue la «falla lésbica» en la que dos mujeres besándose sembraron la semilla de la normalización, este año son ellos, los hombres, los que han abierto un nuevo camino en pro de la igualdad, poniendo sobre la mesa el debate del género y como éste sigue limitando varios aspectos sociales. Reminiscencias del pasado que poco a poco prenden al ritmo de la pirotecnia.
Cuando ellas quieren vestir de saragüell
Erik Lozano (en la imagen de arriba), el primer fallero mayor de Catarroja, utilizará la indumentaria que el protocolo establece para los hombres, independientemente del cargo que ostenten. Sin embargo, este año también han surgido reivindicaciones por parte de mujeres que reclaman poder vestir de torrentí o saragüell, indumentarias reservadas solo para ellos.
Tal fue la protesta de Alicia a través de las redes sociales. Mientras que a ella le encanta vestir de valenciana para asistir a la ofrenda de flores de las Fallas, a su novia Laura le gustaría hacerlo con la indumentaria masculina. Esta proclama abrió un encendido debate en las redes que se saldó con una petición de revisión de los estatutos falleros donde se permita la libertad de elección a la hora de elegir vestimenta. Será una cuestión a tratar en el próximo congreso.