Narcotráfico
Marihuana, km. 0
Cataluña se consolida como la principal región productora y exportadora de Europa
Los Mossos d’Esquadra vienen alertando de este fenómeno que se originó en Cataluña pero ya se ha extendido con fuerza por todo el arco mediterráneo. La comunidad autónoma se consolida como la principal región de Europa en producción de marihuana. Cerca de un 15-20 por ciento de la producción autóctona, según estimaciones policiales, se consume en Cataluña. Es la marihuana de km. 0 que se suele vender en las cercanías del lugar donde se cultiva. Porque es tan masivo el cultivo que raro es el municipio donde no se cultiva. El resto, un 80-85 por ciento se exporta y distribuye por toda Europa.
Negocio rentable
Lo determinante y atractivo para meterse en el negocio de la marihuana es el bajo coste de su producción, por eso el precio de venta de este estupefaciente en Cataluña (y en España) es mucho menor que en la mayor parte de Europa. De media, un gramo de marihuana se vende en Cataluña a 6 euros mientras que son 18 en Europa. Hasta cinco veces menos que en Alemania. Diez, en Groenlandia. Con lo que producirla aquí y venderla en otros países es un negocio de muchos ceros. Y eso explica buena parte del éxito de la marihuana en la región. Aunque hay otros.
La «crisis del tocho» dejó en Cataluña infinidad de naves, pisos y casas vacías. Una situación que aprovecharon las mafias para los cultivos indoor, que son la mayoría. No pagan alquiler, ni luz (lo que más encarece una plantación de marihuana). El negocio es redondo.
Los beneficios de una plantación indoor son un atractivo difícil de igualar. El rendimiento de una modesta plantación interior de 50 metros cuadrados (712 plantas) es de 12 kilos de cogollos por cosecha, tras una inversión inicial de 6.000 euros. El beneficio que se obtiene se estima entre 25.000 y 33.000 euros, dependiendo de la variedad.
Si multiplicamos esa cantidad por cuatro (las cosechas de un año), la cifra supera con creces los 100.000 euros. Los Mossos d’Esquadra, al igual que el resto de cuerpos policiales, llevan años tras estos cultivos ilegales. El problema es que por cada uno que desmantelan parece que proliferan un par. Y es que, en esta región se dan las condiciones ideales además del clima y la situación geográfica. Otras, la despoblación rural que facilita el anonimato, la mencionada crisis inmobiliaria y la aceptación social.
A pesar de estas circunstancias, la Policía catalana no cesa en su empeño por erradicar las plantaciones de marihuana que proliferan por doquier en toda la comunidad. Además, el negocio del estupefaciente está generando progresivamente una mayor y más violenta criminalidad.
Al punto que en la actualidad no hay semana sin un tiroteo, casi siempre entre grupos rivales. Y va a más, ante el estupor de la Policía Autonómica, impotente ante la proliferación de bandas y plantaciones pese a la eficacia policial y al incremento de detenciones y decomisos. Las bandas se arman cada vez más. El crimen de Susqueda –que acabó con la vida de dos jóvenes– tiene su explicación precisamente en el vigilante de una plantación outdoor de marihuana que iba armado con una pistola. Este es un modus operandi habitual en las plantaciones en el campo.
Grupos organizados –casi siempre de Europa del Este– cruzan la frontera y localizan previamente o con posterioridad un emplazamiento idóneo. Para ello se instalan en cualquier lugar y viven en condiciones a menudo insalubres. El proceso se puede repetir hasta cuatro veces en un año; es decir, las cuatro cosechas. Por eso los Mossos afirman que Cataluña exporta marihuana e importa delincuencia en forma de crimen organizado.
Aunque también hay catalanes que ven una oportunidad en la marihuana para paliar los efectos de sus negocios en crisis. Es el caso de payeses, hartos de ver como cosechar el producto tradicional es un mal vivir. Aseguran que con la marihuana salen de apuros.
Otro fenómeno diferente e infinitamente más grave se localizó en el barrio de Sant Roc, en Badalona, cuando la Policía detectó cómo las mafias de la marihuana echaban a vecinos de los pisos que «okupaban» para convertirlos en un vivero de la preciada planta: verdadero oro verde. Una práctica que también se ha detectado en el barrio de la Mina de Sant Adrià de Besòs.
No hay semana sin tiroteo
La creciente criminalidad asociada a la marihuana empieza a ser un problema serio, según admiten sin tapujos los mandos policiales catalanes. «No hay semana sin un tiroteo», dijo en RAC1 el intendente Ramón Chacón, jefe de la Comisaría General de Investigación Criminal de los Mossos. La mayoría de esos tiroteos tiene que ver con la marihuana. Más de la mitad de las organizaciones dedicadas al tráfico de este estupefaciente cuentan ya con armas de fuego.
De esta forma, además de decomisar marihuana, los Mossos d’Esquadra incautan armas de fuego en un 12 por ciento de esas plantaciones que desmantelan. Y la cifra no deja de subir de manera alarmante. Lo que provoca otros efectos colaterales que generan una espiral de delincuencia y violencia marginales hasta la fecha. El precio de esas armas, mayormente pistolas, cada vez es menor y más accesible.
Así, por un revólver por el que hace unos años se pedían 6.000 euros, hoy se piden 600. Las armas en poder de las bandas se están multiplicando y la derivada es que se extienden y llegan a otros ámbitos de la delincuencia.
Por ahora, los tiroteos suelen ser entre bandas rivales que pretenden quitarse la cosecha. Lo que ha dado pie a enfrentamientos armados. De ahí que el vigilante de Susqueda fuera armado. Es lo que la Policía conoce como «narcoasaltos».
Vista puesta en Alemania
Alemania es uno de los mayores mercados de la marihuana catalana que se produce ilegalmente. Pero esa situación puede cambiar significativamente. Así lo advierte Joan Ignasi Elena, consejero de Interior del gobierno catalán, ante los cambios legislativos anunciados por el Gobierno alemán. Esto es, Alemania se plantea legalizar la venta el cannabis.
Y eso, sin lugar a dudas, puede provocar un cambio de tercio en la actual problemática. Además de un previsible efecto dominó entre otros países europeos. Para el consejero de Interior catalán, responsable político del cuerpo de Mossos d’Esquadra (más de 17.000 agentes), «si los cambios de enfoque político y legislativo (en Alemania) se acaban produciendo tendrán un efecto directo en la actividad delictiva asociada al cultivo de la marihuana».
Elena defiende «el trabajo policial impecable e eficiente» pese «al problema global que supone el negocio de la marihuana». Y destaca el creciente número de incautaciones de la Policía, lo que demuestra «los avances que estamos haciendo para atajar esta lacra cada vez más profesionalizada». En ese sentido pone en valor «la experiencia de los Mossos, cada vez mayor», lo que le permite ver «el futuro con esperanza».
Marihuana con impuestos
Rasquera, un pueblo de 900 habitantes situado al sur de la Ribera de Ebro, apostó por un plan anticrisis para dinamizar la economía local cediendo unos terrenos para el cultivo de marihuana con fines terapéuticos. Ocurría en 2011 y se montó tal polémica que el alcalde, el republicano Bernat Pallisa, decidió someter la cuestión al veredicto de los vecinos.
Eran 1,3 millones de euros en dos años, un pastizal para el municipio con unos ingresos propios anuales de menos de 400.000 euros en la actualidad. La polémica tenía algo de hipócrita. En la misma comarca está Ascó, con sus dos reactores nucleares. Y eso permite al municipio y sus vecinos el mejor tren de vida de todo el Ebro. Tal vez incluso de Cataluña en cuanto a prestaciones y ayudas por habitante se refiere. Con sus cerca de 1.500 vecinos, el ayuntamiento cuenta con 16 millones anuales.
Cerca del 90 por ciento proceden de la Nuclear de Ascó, un maná de dinero para sus vecinos y aunque menos también para los pueblos colindantes. El asediado Pellisa arriesgó y aguantó la presión. Los vecinos votaron masivamente. Cerca de un 60 por ciento dieron el visto bueno a la propuesta.
Pero el edil –en aras de un amplio consenso para apaciguar la polémica– había situado previamente el listón en el 75 por ciento de votos favorables, con lo que pese a ganar perdió. Y, además, dimitió.
Lo que Pellisa quiso hacer con luz y taquígrafos con el fin de engrosar las modestas arcas municipales, hoy se hace en Cataluña ilegalmente y se ha generalizado, al punto que es la puerta de entrada a Europa de este psicotrópico y ostenta así el liderazgo europeo en cultivos y exportaciones.
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