Cuestión de inconstitucionalidad
Testimonios
La odisea de 6 españoles en Mongolia tras un grave accidente con una oveja
Una furgoneta colisionó con otro vehículo al esquivar a un animal y los viajeros sufrieron heridas de gravedad. Tuvieron que ser trasladados a España en un avión medicalizado tras 11 días
Un rebaño de ovejas y muy mala suerte convirtieron el viaje a Mongolia de un grupo de españoles en una verdadera odisea. Una de las furgonetas en las que viajaban el pasado 17 de agosto sufrió un grave accidente tras esquivar a un animal y colisionar de forma violenta con un vehículo que venía de frente. El resultado fue: una mujer mongola fallecida y los seis ocupantes españoles con heridas severas. Jaime Ruiz, Adela Bonmatí, Montse Gomà, Silvia Martín y Miguel y Àlex Jurado aterrizaron en España la pasada semana después de doce días de angustia e incertidumbre.
“Entre las furgonetas se comunicaban por walkie y no contestaban. Era un lugar con cobertura y cuando empezaron a llamar al chófer les extrañó que no cogiera el teléfono”, explica Teresa Goñi, la esposa de uno de los heridos testigo del viaje. Ella viajaba en una de las dos furgonetas que habían contratado. El viaje lo completaban 12 españoles divididos en dos de estos vehículos de seis personas cada uno. Iban con dos chóferes y una guía local que llevaba diez días explicándoles el país asiático. En una carretera a unos 20 kilómetros del pequeño pueblo de Tariat la furgoneta que iba delante dio la vuelta para buscar a su igual y encontró un escenario terrible.
“Fui corriendo y vi al chófer sentado con la cabeza inclinada sobre el volante goteando sangre. Habían sacado de la furgoneta a algunos heridos y los habían extendido. Yo vi ahí a mi hijo, mi marido estaba atrapado dentro”, explica Goñi. Su pareja fue el herido español más grave, Miquel Jurado, crítico musical de El País sufrió un traumatismo craneal, fractura múltiple de la mandíbula y varias costillas y el húmero rotos. Eran las cinco de la tarde y se dirigían a ver un volcán en la zona. No era la primera vez que en el camino se cruzaba un rebaño, pero es algo habitual en Mongolia tocar la pita. Sin embargo, el conductor se encontró con que uno de los animales no se apartó y con un volantazo entró en el otro carril y chocó de frente con un coche que venía a toda velocidad.
En el coche contrario una señora falleció casi en el acto. “Los sacaron con cuidado en posición de seguridad para que no se ahogara con la sangre que le salía por la boca, pero fue perdiendo el pulso”, explica Goñi. Ella y su hija, estudiante de quinto de Medicina, fueron guardianas de los heridos durante los 12 largos días que el seguro tardó en enviar un avión medicalizado para traerlos de España. “Estuvimos abandonados. Se merecen un monumento porque todo lo que tenía que haber hecho el seguro lo hicieron ellas”, dice Jaime, que sufrió la rotura de nueve costillas.
Conductores que pasaban por allí los fueron llevando al hospital más cercano. “Hospital por llamarlo de alguna manera. Para que te hagas una idea, no había ni cuarto de baño en el edificio. Para ir a hacer tus cosas te tenías que ir a una fosa séptica a un cuarto de hora de camino”, describe Jaime. Allí, tuvieron la suerte de ser atendidos por un neurocirujano. “En el hospital público de Ulan Bator [capital de Mongolia] cuando llega el verano envían médicos a los puntos conflictivos unos 15 días de refuerzos. Él estuvo estabilizando a todos. Por ejemplo, mi marido tenía el hombro salido”, relata Goñi. Entre los heridos había una chica con el fémur y los tobillos rotos, otra con diferentes fracturas, hemorragias internas...
“El mismo día del accidente me llamó la cónsul honoraria [España no tiene embajada en ese país, la más cercana está en China]. Se había enterado y había informado a la embajada de Pekín. Le dije que tenían que repatriarnos porque había heridos muy graves. El que menos tenía al menos 3 o 4 fracturas”, cuenta Goñi. El Ministerio de Asuntos Exteriores estuvo al tanto de la situación, pero la responsabilidad era de la aseguradora porque todos tenían cubierto ese tipo de accidentes. El relato de los testigos refleja mucha frustración tras tantos días de “abandono”.
Un helicóptero militar que pagó la agencia de viajes trasladó a los españoles desde el pueblito hasta la capital. “Era un helicóptero militar muy grande e iban con una camilla en cada altura. Era un trayecto de 10 horas de coche, pero el helicóptero nos llevó en tres”, explica Jaime. Ya en Ulan Bator fueron ingresados en una clínica privada, aunque al poco tiempo a Jurado lo trasladaron a la UCI del hospital público. “UCI era el nombre porque donde estaba no había ni máquinas”, dice Jaime. “Cada día que pasaba peligraba la vida de esa gente, por eso no sabemos por qué el seguro tardó tanto”.
Los viajeros se quejan de que no enviaran a un médico que supervisara lo que estaban haciendo los profesionales de Mongolia a los que muchas veces no entendían por el idioma. “Te decían que lo estaban valorando, que necesitaban más informes. Claro los informes decían que no estaban aptos para viajar, pero en un avión normal, lo que necesitábamos era uno medicalizado”, lamenta Goñi. Su marido lleva desde que todos aterrizaron en Barcelona, el pasado 29 de agosto, hospitalizado y ha recibido ya varias intervenciones. “Tiene fracturas y muchos traumatismos y debido a que no se le ha operado antes ahora es más difícil”, explica.
“Hemos pasado mucho desamparo. La sensación de impotencia”, lamenta Goñi. De los seis repatriados hay cuatro que continúan en el hospital esperando cirugías y dos están ya en casa bajo supervisión. Explican que el servicio de las guías y los locales de Mongolia para comer, traducir, prestarles teléfonos, etc, fue inconmesurable y les ayudó a sobrellevar la terrible estancia hasta su aterrizaje.
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