Sanidad

Illa: “El único desafío serio a la autoridad del Gobierno en la pandemia fue con Madrid”

El ex ministro Salvador Illa arremete contra el Gobierno de la comunidad en su libro sobre la gestión del primer año de coronavirus

El primer secretario del PSC y exministro de Sanidad, Salvador Illa, ha asegurado que “el único desafío serio a la autoridad del Gobierno de España” durante la pandemia lo percibió con la Comunidad de Madrid, cuando el Ejecutivo decidió cerrar la región y otras nueve ciudades de la comunidad para frenar la propagación del virus.

Así lo ha sostenido en su libro ‘El año de la pandemia’ (Ediciones Península, 2022), que se ha salido publicado este miércoles, prologado por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes), Fernando Simón, y en el que detalla diversos episodios de lo ocurrido durante su etapa como ministro de Sanidad durante la pandemia de Covid-19 en España.

En concreto, Illa dedica todo un capítulo a hablar sobre la tensión entre el Gobierno central y la Comunidad de Madrid en cuanto a las medidas a adoptar para frenar el ascenso de los contagios de coronavirus: “Nadie entendía que no se hiciera nada”.

En el libro, el exministro socialista explica que llamó al consejero de Sanidad de Madrid, Enrique Escudero, para “confirmar las medidas que iban a tomar, según lo acordado el día anterior”, en referencia al cierre de Madrid, pero concreta que no consiguió hablar con él por teléfono y que le dijeron que estaba reunido con su presidenta, en referencia a Isabel Díaz Ayuso.

Illa recuerda que antes de salir en rueda de prensa a pedir estas medidas para Madrid envió un mensaje al consejero madrileño: “Lo siento, pero saldremos públicamente a pedir más medidas. Aceptamos que la iniciativa es vuestra, pero no podemos jugar con la salud pública. Ayer habíamos llegado a un acuerdo, Enrique”.

También lamenta que esa misma noche Escudero “intentó desvirtuar el acuerdo en una entrevista en Telemadrid”, en la que acusó al Gobierno de querer imponer sus medidas a la Comunidad de Madrid, algo que Illa ve como una voluntad de querer confrontar, sembrar desconfianza y crispación.

“He pensado una y mil veces si pudimos hacer algo distinto, si en algún detalle no supimos generar la suficiente confianza en nuestros interlocutores de Madrid. Y seguro que es así, y que algo pudimos hacer mejor”, ha reconocido Illa, pese a que considera que en general el Gobierno actuó correctamente.

También detalla un episodio con el entonces presidente de la Generalitat Quim Torra, que pidió no levantar el confinamiento reforzado en Cataluña y aseguró que haría todo lo que estuviese en su mano para salvar vidas, a lo que Illa respondió: “Nosotros también estamos salvando vidas, president, pero no se puede mantener sine die este confinamiento estricto. No estoy seguro de entender lo que me dices, pero te recuerdo que estamos en un contexto de estado de alarma y hay decisiones que no te corresponden tomar”.

Illa también recuerda una conversación tensa en su despacho con el presidente de la Alianza de la Sanidad Privada Española (Aspe), Carlos Rus, a quien le ordenó que entregasen los respiradores que no se estaban utilizando y los pusieran al servicio de las UCI de Madrid o de lo contrario “iría la Guardia Civil a por ellos”.

Menciona que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, logró “agilizar el proceso de compra” de material sanitario y permitió el cierre de un pedido por valor de 432 millones de euros gracias a una conversación telefónica que mantuvo con el presidente chino, Xi Jinping.

Su llegada

Aunque cuando aterrizó en el Ministerio de Sanidad ya llevábamos unos días escuchando alarmas sobre un extraño virus al otro lado del mundo, Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) nunca imaginó el desafío que iba a afrontar aquel 13 de enero de 2020, cuando puso por primera vez un pie en su despacho del Paseo del Prado: una crisis sanitaria sin precedentes provocada por una pandemia que, a día de hoy, sigue dejando muertos en nuestro país. Ya ha pasado un tiempo prudencial para hacer balance y plasmar en papel, gracias al Grupo Planeta, la experiencia de los meses más intensos de su trayectoria política y vital.

Así, acompañado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la que fuera «cara visible» de la pandemia –y que prologa el texto–, Fernando Simón o el presidente de los Grupos Planeta y Atresmedia, José Creuheras, o la presidenta del Congreso, Meritxel Batet, entre otras personalidades, Illa ha presentado esta tarde en la Casa América de Madrid su libro «El año de la pandemia. Del estado de alarma al inicio de la vacunación» (Ed. Península), que resume la trastienda de aquel imborrable 2020 narrado en primera persona por quien entonces llevaba las riendas de Sanidad y hoy es primer secretario del PSC.

De aquellos meses se lleva en la mochila, según explica, la gestión de la mayor crisis sanitaria en un siglo y habiendo puesto en el brazo de Araceli la primera piedra de la mayor campaña de vacunación jamás vista. La obra pone luz a las decisiones tomadas, describe el clima en el que transcurrieron aquellas semanas en el ministerio y desvela muchos de los obstáculos que debieron superarse.

La mesa de Ernest Lluch

La tensión de aquellas semanas –de la el lector no podrá aislarse– comenzó aquel primer día de Illa al frente del Ministerio con una «inocente» petición: la mesa de Ernest Lluch durante su etapa como ministro, que todavía se mantenía. Una mesa, según describe en las primeras páginas, «de madera maciza, con tapete de cuero rojo y con la marca de quemadura de uno de sus cigarrillos».

La dureza de aquellas semanas también hizo mella en el entonces ministro y confiesa que «al rememorar meses después algún episodio, no soy capaz de contener mis emociones. Como si todavía no hubiera procesado emocionalmente lo vivido».

Al margen de todo, la obra es, en sí misma, una profunda reflexión sobre la importancia del sistema público de salud: «Vimos, en medio de la pandemia, la diferencia entre tener una sanidad pública, universal y gratuita y no tenerla, como ocurría en otros países», y destila en cada página un sincero agradecimiento a esos miles de sanitarios que nos cuidaron en los días de mayor incertidumbre.

«Me molesta cuando escucho críticas hacia los funcionarios o los empleados públicos. En la gestión de esta pandemia los profesionales de salud pública y los profesionales sanitarios han dado el mayor ejemplo de generosidad y compromiso que se puede dar».

El presidente del Gobierno quiso destacar ayer el “enorme reto” que tuvo que afrontar Illa ante un “enemigo colosal” del que “solo sabíamos su extrema virulencia”. Un virus, recordó ayer Sánchez, con un “impacto asimétrico” en el territorio español (grandes urbes más castigadas que pequeños núcleos poblacionales) y contra el que se libró un “combate muy desigual” al principio.

Sánchez, muy cariñoso en su intervención con “Salva”, resaltó el “temple” del exministro: “Es algo de él que admiro mucho y en Cataluña se necesita mucho”, dijo, en alusión a su nueva misión al frente del PSC. Y lamentó los “insultos” que tuvo que soportar un “hombre bueno” que “nunca perdió la compostura”.

Un mercado de Wuhan

Pero retrocedamos en el tiempo. Illa recuerda cuándo tuvo las primeras noticias de aquel virus que parecía haberse originado en un mercado mayorista y de animales vivos de Wuhan, una localidad al sureste de China. Fue precisamente en su primer contacto con Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), cuando el experto le habló del coronavirus. Según explica en el libro: «Me informó de que, a la espera de las indicaciones de la OMS, el ministerio había comenzado a elaborar, en colaboración con el Instituto de Salud Carlos III, un protocolo de actuación ante posibles casos en España».

De esta forma, a finales de enero de 2020, trasladó a su equipo tres decisiones. «La primera, a partir de ahora, mantendríamos una reunión diaria de seguimiento, cada día. La segunda, teníamos que estar preparados para gestionar posibles casos sospechosos en España. La tercera, necesitábamos un plan de comunicación de crisis y un portavoz técnico; sería Fernando».

De hecho, Illa sostiene que «cuando el 6 de marzo la OMS publicó por primera vez los objetivos estratégicos a seguir en la lucha contra el covid-19, España ya tenía incorporados buena parte de ellos». Pero, a pesar de la premura con la que asegura que se actuó, el virus ya estaba en Europa y bien cerca. El primer contagio del que se tiene constancia se produjo en Italia aunque no se tomó ninguna medida con respecto de los vuelos italianos.

En este sentido, el exministro plantea que él esperaba que «la movilidad en Europa se acordara conjuntamente porque si no serían medidas de parche. No podrías moverte en avión, pero sí por carretera, por ejemplo». Y remata: «No había entonces razones de salud pública para prohibir las marchas al aire libre y tampoco los países de nuestro entorno las encontraron.

Así que las movilizaciones del 8 de marzo se celebraron en toda Europa, a excepción de Italia». Se refiere a la polémica manifestación del Día Internacional de la Mujer, una marcha muy concurrida y que fue foco de contagios masivos en Madrid.

De esos días, Illa recuerda que «había una sensación de miedo a lo desconocido, una percepción clara de la necesidad de coordinarse (...) Se trascendieron, es esta fase inicial, las divisorias políticas y actuamos como un bloque”.

Los desencuentros con Madrid

Un clima de cooperación que no tardaría mucho el saltar por los aires, especialmente con la Comunidad de Madrid. «Madrid se había convertido en el epicentro de la pandemia a nivel europeo (...). Nadie entendía que no se hiciera nada». Y comenzaron los primeros desencuentros que se convirtieron en un rifirrafe político entre Moncloa y Sol –que encararía también poco después un enfrentamiento con Génova–.

“Desafío a la autoridad”

Illa asegura en el libro que, “de los muchos episodios desagradables que he vivido durante la pandemia, este fue uno de los más destacados. He pensado una y mil veces si pudimos hacer algo distinto, si en algún detalle no supimos generar la suficiente confianza en nuestros interlocutores de Madrid. Y seguro que es así, y que algo pudimos hacer mejor. Pero no tengo ninguna duda de que, con carácter general, actuamos correctamente, haciendo lo que debíamos. De hecho, el único desafío serio a la autoridad del Gobierno de España que yo percibí en toda la pandemia es el episodio que he descrito en este capítulo».

“No podía decirlo en voz alta”

Aunque sin duda el momento más incómodo, que incluso describe que vivió con «escalofríos» fue al tener que decretar el estado de alarma y el confinamiento de todos los ciudadanos. «Recuerdo que al terminar (el Consejo Interterritorial del 9 de marzo) me quedé un rato charlando con algunos periodistas; querían saber si era posible pasar de las recomendaciones a las prohibiciones. No lo era, entrábamos en el terreno de la restricción de derechos. No añadí más, me excusé y salí de la sala. No podía decir en voz alta lo que ya llevaba días en mi cabeza: todo parecía conducirnos a un estado de alarma”.

Cinco días después, sucedió: «No me equivocaba en mis sospechas. La discusión en el Consejo de Ministros [del sábado 14 de marzo] fue minuciosa. Se revisó artículo por artículo, con un detalle tal que en ocasiones llegó a exasperarme. (...) Sobre todo, había un artículo fundamental que, en mi opinión, fue uno de los aciertos de la gestión de la crisis sanitaria. El artículo 12 recogía explícitamente que las comunidades autónomas mantenían las competencias en la gestión de los servicios sanitarios, respetando en todo momento sus competencias en materia de gestión y dejando al ministerio la coordinación en materia de salud pública.

«Sinceramente, tampoco yo había visto en las comunidades autónomas un espíritu contrario a que el ministerio llevase la voz cantante en la toma de decisiones. La prueba es que, aunque las comunidades tenían las competencias para adoptar medidas, nos llamaban para consultar y para pedir apoyo a sus decisiones, porque todos tenían claro que había que coordinarse».

Cómo tumbar “la curva”

Y llegó el confinamiento. «Teníamos ya a la gente en casa, colegios y universidades cerrados, teletrabajo... y me decían que había que parar la actividad al nivel de los fines de semana. “Habrá que hacer mucha pedagogía. La población tiene que entender que es un confinamiento más estricto durante un periodo corto para no colapsar las UCI en el pico, no para tumbar la curva”, apuntó Fernando.» «Si en algún momento cobró especial significado la frase repetida de que la salud estaba antes que la economía fue este. Es cierto que sin economía tampoco hay salud, pero entonces el objetivo primero era evitar el colapso del sistema».

Mientras la gente se quedaba encerrada, el Gobierno comenzó a buscar en el mercado internacional un material sanitario con los precios por las nubes: llegábamos tarde y todo el mundo demandaba lo mismo a cualquier precio.

Restringir los funerales

«Fue en esos días, el mismo 29 de marzo, cuando tuvimos que aprobar la orden de la que peor recuerdo tengo. Prohibía los velatorios en todo el país y restringía la comitiva fúnebre en los cementerios a tres familiares o allegados, los cuales debían guardar una distancia entre sí de al menos un metro. Nada de abrazos, en un momento, el de la muerte de un ser querido, en el que tanto reconfortan».

Illa ha recordado hoy en Casa América que uno de sus días más complicados fue el 9 de abril, cuando hubo 950 fallecidos.

El exministro reconoce: «Creo que nunca reconoceremos lo suficiente lo que hicieron en aquellos días los profesionales sanitarios, que además de la atención sanitaria dada a todos los enfermos, fueron los acompañantes en los últimos momentos de los fallecidos y de sus familiares y allegados en la distancia, con la tremenda carga emocional que ello implica».

Cuando todo el mundo estaba encerrado en casa y el miedo a lo desconocido hacía mella en la ciudadanía, les tocó salir a explicar, a diario, lo que ocurría. «Enseguida me acostumbré [a las ruedas de prensa casi diarias] y fui cogiendo mi tono. A ello contribuyó mucho la preparación previa que hacía en la sala comedor del edificio Portavoz de la Moncloa, con Iván Redondo, Paco Salazar, Miguel Ángel Oliver y Miriam Lorenzo».

Prohibió la moto a Simón

«Durante esas semanas, pedí expresamente a Fernando que no utilizara la moto para trasladarse. El ritmo de trabajo que llevábamos, el nivel de estrés que soportábamos le podía restar reflejos y no podíamos permitirnos que a Fernando le pasara algo, así que le insistí en venir conmigo en coche a Moncloa o trasladarse en taxi».

«Cada día buscábamos la frase adecuada para insuflar ánimo, para dar esperanza sin restar la crudeza de las cifras: “Este virus lo paramos unidos”, “Para que haya economía tiene que haber salud”, “Entramos juntos en esto y saldremos juntos de esto”...».

Cómo desescalar

Tampoco fue tarea sencilla la desescalada, quizás más complicado que el confinamiento. «Nadie en el mundo sabía cómo desescalar bien. No había un plan coordinado a nivel europeo, por lo que cada país tendría que diseñar el suyo propio. Pero si había algo que todos teníamos claro era la necesidad de tener datos buenos, que en ese momento no teníamos».

«A finales de marzo vino a España Bruce Aylward, subdirector de la OMS […]. Me dijo que la anticipación con la que estábamos trabajando podía servir de modelo a otros países y me pidió volver en unas semanas. También me advirtió: “Es muy importante que lo que hagáis a partir de ahora, lo hagáis bien. Es imprescindible trazar todos los casos y garantizar el aislamiento de las personas en hoteles porque los sanitarios no van a aguantar una segunda ola de estas dimensiones. Este es vuestro mayor peligro”».

Y advirtió a Sánchez: «—Presidente, pienso que la desescalada nos la jugamos básicamente en Madrid y Barcelona, que además son los dos hubs más importantes de movilidad en España. En otros territorios, si hay un rebote de la curva, cerramos y el impacto es controlable, pero en Madrid y Barcelona por densidad de población y por movilidad esto es mucho más difícil. Además, son dos territorios con Gobiernos de coalición divididos políticamente en este tema […]. Pocas semanas después, vimos que estas tensiones políticas en ambos Gobiernos de coalición se tradujeron en las dimisiones de los directores generales de Salud Pública de sendas comunidades autónomas.»

El éxito de la vacunación

Algo que sí dejó en Illa buen sabor de boca fue la campaña de vacunación. «La estrategia europea de vacunas es la historia de un éxito. El triunfo de la acción coordinada, de la unión de Gobiernos de distinto signo político bajo el liderazgo de la Comisión Europea para trabajar con las grandes compañías farmacéuticas».

«Éramos conscientes de que los efectos adversos graves con una incidencia menor solo se detectarían cuando se vacunaran millones de personas. “Es inevitable que aparezcan noticias de reacciones adversas graves que no distingan relación temporal o causal, presidente”, señaló Chus Lamas. “Es necesario estar preparados para ello”, le advertí, consciente de la repercusión social que podría tener cualquier incidente en el proceso de vacunación.»

«Explicar, razonar y convencer en lugar de ordenar, mandar e imponer. La clave de la vacunación, además de la credibilidad de nuestro sistema sanitario, fue esta. No obligar, sí explicar». «”Vacuna que llega, vacuna que se pone”, ese era nuestro lema. Y lo conseguimos desde las primeras semanas, con porcentajes de administración siempre superiores al 90 % de las vacunas recibidas. De hecho, desde el comienzo España se situó entre los países de la UE con mejores coberturas de vacunación».