Pobreza

Los sin hogar

Muchos duermen en las calles, albergues mal pensados, garajes áridos. Muchos son, cada vez más, y no se nos cae la cara de vergüenza a los otros. Son el grito de Dios a un mundo sordo

En España, más de 30.000 personas duermen en la calle
En España, más de 30.000 personas duermen en la calleCEDIDO POR PP LPGCCEDIDO POR PP LPGC

Me rompe el corazón hablar de ellos. Los conozco y siento una profunda devoción. Son los caídos del cielo. Son a los que un día les rompieron el corazón y no supieron recomponerlo. Son los que no tienen recursos para defenderse del mal. Son los que llegaron al mundo con un cordón umbilical huérfano. Los que veían cómo el monstruo se emborrachaba y tiraba del hermoso cabello de su madre. Son a los que nadie mira por si acaso. Son los sin colonia. Son los que quizá tengan un gen infrecuente en su cabecita. Son aquellos que prefieren bajar más hondo para ver más.

Son los que no hacían correctamente la fila. Los que preferían enamorarse que jugar al futbol. Los que miraban la tele y no comprendían, miraban el mundo y comprendían menos. Son los que crecieron ansiando un perro grande a su costado. Los que con una manta hacían casa. Los que no soportaron la muerte de la madre. Los que murieron con la esposa ausente y se dieron al vino. Son los sinceros. Los ajenos. Los que rozan el umbral máximo del dolor. Son blancos, negros, hombres y mujeres; aunque ellas sepan combatir mejor con los inhumanos. Son maestros o analfabetos, son de origen diverso. Son pasionales y se tiran desde precipicios.

Son renglones torcidos creados por Dios para que veamos la belleza de lo diferente. Misterios que un día se vieron arrastrados a vivir sin hogar: primero perdieron el suyo del alma, luego el de los ladrillos; al final se quedaron sin cobertura ni respuestas.

Porque cuando empezaron a caer la sociedad les llamo vagos, maleantes, indigentes; y no les dio la mano. Ni siquiera les considero enfermos mentales, ¿para qué? Si no cuenta con esos tratamientos en su medicina.

Muchos duermen en las calles, albergues mal pensados, garajes áridos. Muchos son, cada vez más, y no se nos cae la cara de vergüenza a los otros. Son el grito de Dios a un mundo sordo.