Ensayos clínicos

¿Debe la ciencia sacrificar al año 100 millones de animales?

Neuralink, de Elon Musk, se enfrenta una investigación federal por posibles violaciones al bienestar animal. El debate sobre los ensayos clínicos está abierto

Imagen de archivo de un roedor de laboratorio
Imagen de archivo de un roedor de laboratoriolarazon

Neuralink es una de las empresas, junto a Paypal, Space X o Tesla, fundadas por Elon Musk. Su objetivo es construir una interfaz de chip cerebral que se puede implantar dentro del cráneo para ayudar a personas con movilidad reducida a moverse y comunicarse nuevamente. Otra de sus metas es restaurar la visión en personas con problemas visuales. La idea es que el microchip y el cerebro se conecten para suplir los problemas motores y así, por ejemplo, poder controlar un teclado, una silla de ruedas o un ordenador directamente con la mente. Podría enviar, por ejemplo, mensajes de texto solo pensando en ello.

«El primer producto de Neuralink permitirá que alguien con parálisis use un teléfono con la mente y sea más rápido que alguien que usa los pulgares”» dijo el propio Musk. Otro de los objetivos de Neuralink está vinculado a curar afecciones neurológicas como el Alzheimer y la demencia.

Y una de las estrategias para avanzar en este campo es la experimentación con animales: ratones, cerdos y primates no humanos. Hasta ahora Neuralink ha tenido diversos grados de éxito. Uno de los más importantes fue un video en 2021 que mostraba a un macaco jugando un videojuego después de que le implantaran un chip cerebral.

Por esto mismo, Neuralink sería objeto de una investigación federal sobre su programa de ensayos con animales. La investigación pretende descubrir posibles violaciones al bienestar animal. Aparentemente parte de los empleados de Neuralink se han quejado señalando que las pruebas se están acelerando, causando sufrimiento y muertes innecesarias. A ello se suman las quejas de que la presión de Musk para acelerar el desarrollo del microchip han resultado en experimentos fallidos. Estos fallos han provocado que se repitan los ensayos (con nuevos animales).

Miles de años de experimentación

Los documentos de la empresa que se están analizando incluyen mensajes, grabaciones de audio, correos electrónicos, presentaciones e informes no publicados anteriormente. En total, según diversas fuentes, la empresa habría sacrificado unos 1.500 animales, entre ellos más de 280 ovejas, cerdos y monos desde 2018.

Esta es apenas la última polémica vinculada a los ensayos con animales en experimentos científicos. La realidad es que llevamos miles de año experimentando con animales, ya Galeno recurría a ellos para comprender mejor la anatomía. A finales del siglo XIX Louis Pasteur recurrió a ovejas para demostrar su teoría de los gérmenes. En la misma época Robert Koch recurría a ratones y conejillos de india para allanar el camino al desarrollo de tratamientos contra la tuberculosis, entre otras enfermedades. La penicilina también está vinculada profundamente con los ensayos animales. La insulina, utilizada por diabéticos en todo el mundo, se aisló por primera vez en perros. Más cerca en el tiempo, en los años 1970, se desarrollaron tratamientos con antibióticos y vacunas para la lepra utilizando armadillos.

Esto fue posible gracias a un incremento exponencial en el uso de animales en laboratorios durante el siglo XX. Así se ha avanzado en nuestro conocimiento del cáncer, los trasplantes de órganos, el tratamiento del VIH y muchas vacunas, entre ellas la del Covid. De acuerdo con datos de la Fundación para la Investigación Biomédica (FBR por sus siglas en inglés) «de los 225 premiados en la categoría de Fisiología o Medicina, 188 utilizaron modelos animales en sus investigaciones».

Cada año, según cifras de la mencionada fundación, se sacrifican cerca de 100 millones de animales en ensayos. Y cada año el número aumenta debido a la posibilidad de desarrollar ratones modificados genéticamente para analizar enfermedades específicas. Pero los ensayos están (o deberían al menos) regulados. La legislación vigente en Europa, por ejemplo, se basa en los principios conocidos como «Las Tres R» es decir reemplazo, reducción y refinamiento. Descritas por primera vez en 1959, estas normas señalan que se debe buscar el reemplazo (métodos que evitan o reemplazan el uso de animales en la investigación), la reducción (métodos que permitan a los investigadores obtener niveles comparables de información de menos animales, u obtener más información del mismo número de animales) y el refinamiento (métodos que alivian o minimizan el dolor, el sufrimiento o la angustia potenciales y mejoran el bienestar animal de los animales utilizados).

En la Unión Europea, la legislación se basa en la directiva 2010/63/UE y su alcance es aún mayor que las Tres R «e incluye – como se puede leer en la directiva– fetos de especies de mamíferos en su último trimestre de desarrollo y cefalópodos, así como animales utilizados con fines de investigación básica, educación superior y capacitación. La directiva establece estándares mínimos para el alojamiento y el cuidado, regula el uso de animales a través de una evaluación sistemática del proyecto que requiere, entre otras cosas, la evaluación del dolor, el sufrimiento y el daño duradero causado a los animales. Requiere inspecciones periódicas basadas en riesgos y mejora la transparencia».

Evaluación del dolor

Obviamente esto es muy complejo de controlar teniendo en cuenta la cantidad de laboratorios y experimentos que se llevan a cabo en todo el continente. Más aún si se piensa en aquellos experimentos que no son publicados. Para darnos una idea, un informe del Animal Legal Fund de Estados Unidos, señala que el país cuenta con 120 inspectores responsables de controlar el bienestar de los animales en los ensayos científicos en más de 12.000 instalaciones.

¿Qué alternativas hay al uso de animales? Una opción es el cultivo de células o tejidos/órganos que permiten llevar a cabo ciertos experimentos. También los científicos han reemplazado a los animales por modelos computacionales basados, por ejemplo, en la generación de datos que ayudan en la predicción de ciertos tratamientos. Una opción más reciente y muy bien recibida es la creación de miniórganos (cerebros, corazones, hígados, etc.) a partir de células madre. Gracias a ellos se aprende sobre tratamientos y evolución de diferentes enfermedades.

El problema es que una enfermedad o un tratamiento no se puede analizar únicamente en el órgano diana, nuestro cuerpo es una serie de complejas interacciones que no pueden reducirse a una enfermedad/un órgano. Y, al mismo tiempo, los animales constituyen un modelo muy bueno para ello, pero uno que no es perfecto: si bien grandes avances y curas se han conseguido gracias a ellos, muchos tratamientos que han demostrado servir en animales, no han tenido éxito en humanos. Se trata de un debate de enorme calado y muy complejo pero necesario en la sociedad actual.

Clave para las enfermedades raras

La definición de enfermedad rara (ER) en Europa es de una enfermedad con una prevalencia de menos de 1 cada 2.000 personas, mientras que las ultra-ER afectan a menos de 1 cada 50.000. Las ER comprenden más de 7000 afecciones diferentes, generalmente graves, clínicamente complejas y crónicas y la mayoría de los cuales son niños. El hecho de que cada ER afecte a un número relativamente pequeño de pacientes ha resultado en un conocimiento limitado de estas dolencias, lo que a menudo retrasa un diagnóstico temprano y preciso (los pacientes pueden esperar 8 años antes de recibir un diagnóstico) y una posible terapia. En este tipo de enfermedades, los modelos animales son indispensables para identificar las bases genéticas y los mecanismos moleculares, así como para comprender su patología.