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«¡Al suelo, que vienen ‘‘los Perla’’!»
Hoy comienza en Sevilla el juicio contra 14 miembros de este clan por el asesinato de una niña de seis años. LA RAZÓN ha accedido al sumario.
Hoy comienza en Sevilla el juicio contra 14 miembros de este clan por el asesinato de una niña de seis años. LA RAZÓN ha accedido al sumario.
El teléfono sonó insistente. Presagiaba tragedia. «Un anónimo nos advirtió de que escondiéramos a los niños porque en ese momento venían para acá los de ‘‘la Perla’’ con pistolas y escopetas para matarnos». La afirmación es de Sandra Pruna, la mujer de Rafael Gutiérrez, alias «el Faito», y consta en el voluminoso sumario al que ha tenido acceso LA RAZÓN. «Tuvimos miedo de que se hubieran enterado de que habíamos regresado a las Tres Mil Viviendas –barriada marginal de la capital hispalense– y de que viniera a asesinarnos. Teníamos un problema con ‘‘los Perla’’ que venía de lejos», reconoce Sandra. «Mi esposo ha fumado siempre porros, pero luego se enganchó al rebujao –caballo y cocaína–. Compraba la droga en las Tres Mil a la familia de ‘‘los Perla’’. Se la daban fiada hasta que les dejó a deber seis mil euros. Como no pagábamos nos desterraron. ‘‘La Perla’’ nos amenazó con que si volvíamos al barrio nos matarían a mis tres hijos, a mi marido y a mí. Por eso nos fuimos, pero nos quedamos pelaos y tuvimos que pedirle a mi cuñado y a su esposa que nos dejaran vivir con ellos en su casa de las Tres Mil». No habían pasado tres días desde que les dieron cobijo y «los Perla» recibieron el soplo de su retorno. La desobediencia debía ser castigada con plomo y sangre.
«Nada más recibir la llamada de teléfono cerramos las ventanas, apagamos las luces y metimos a los niños en el cuarto de baño porque no tiene ventanas», explicó «el Faito» a los investigadores. «Mi hermano Jonathan salió a la calle para enterarse de lo que ocurría. De repente entró a la carrera y cerró la puerta tras de si. ‘‘¡¡Al suelo, que vienen ‘‘los Perla’’!!’’, gritó. En ese instante comenzaron a disparar contra el domicilio donde estábamos escondidos». Descargaron sus armas durante casi dos minutos, 120 segundos interminables. Las balas entraban silbando a través de persianas y cristales y se incrustaban en las paredes. «Hubo instantes en los que me percaté de que los tiros no entraban en la casa, sino que parecían impactar en la de al lado».
En el bajo colindante vivían Jorge, su mujer, Dolores, y sus tres hijos menores: Teodoro de 10 años, Encarnación, de seis, y el pequeño Jorge, de dos. «Escuchamos gritos en la calle. “¡Me cago en tus muertos!” y similares y entonces comenzaron los tiros», recuerda Jorge padre. «Mi mujer agarró al más pequeño en brazos y gritó: “¡Todos al suelo!”. Vi como los impactos atravesaban el cierre y se estrellaban en el salón. A mi esposa le dio una bala en el brazo derecho, justo con el que sujetaba a Jorge, antes de poderse tirar contra las losetas. Mi hija estaba sentada en el sofá que hay junto a la ventana viendo la televisión. Me incorporé para echarla al suelo y una bala me dio en el brazo izquierdo. Aquello era una locura, tiros por todos lados, como si disparasen al plato». Fue entonces cuando se fijó en el rostro de la pequeña Encarnación. Tenía los ojos muy abiertos, como si a través de ellos se le hubiera escapado la vida. «Estaba herida de bala. Sangraba mucho por la espalda. Entonces acabaron los tiros. La cogí en brazos y salí a la calle gritando y pidiendo ayuda a mis vecinos. Uno que pasaba por allí, no sé ni quién era, nos llevó al Hospital Virgen del Rocío». Nada pudieron hacer por la niña.
En cuanto comenzaron a silbar las balas, el 112 se inundó de llamadas.
–Mujer: «¿Oiga? ¡Hay tiros, muchos tiros!».
–112: «¿Desde dónde llama?».
–Mujer: «¡Quitarse de las ventanas! Aquí desde las Tres Mil Viviendas, en Sevilla. Los pisos amarillos».
–112: «El lugar sería los pisos amarillos, ¿no?».
–Mujer: «Sí ‘‘miarma’’. Desde aquí se oyen perfectamente».
–112: «Lo que escucha son tiros, ¿no?».
–Mujer: «¡Ayyyyyy! Le han dado a una niña».
–112: «¿Qué le han dado a una niña?».
–Mujer: (llorando) «¡Ay, por favor!».
La conversación se alarga durante unos segundos más. Lo necesario para recabar los datos necesarios y avisar inmediatamente a la Policía.
Los agentes no tardan en presentarse en el lugar y comprobar lo que había pasado. Su primera impresión es que aquello parecía una zona de guerra. Los dos bajos acribillados estaban vacíos. La familia de la pequeña Encarnación estaba en el hospital y la de Rafael, el desterrado, había salido por pies después de que «los Perla» huyeran quemando rueda, por si se les ocurría regresar con los cargadores llenos otra vez. Enseguida recabaron declaraciones. Los testigos identificaron a los autores de los tiros como miembros del clan de «los Perla», encabezados por la matriarca. «Yo escuché perfectamente a ‘‘la Perla’’ decir: “¡Matar al Faito!”. Y después empezaron los disparos», dice una mujer cuyo testimonio obra en el sumario y que tendrá que declarar en el juicio que comienza hoy lunes en la Audiencia Provincial de Sevilla. El juicio ha sido considerado de máximo riesgo, y habrá un enorme despliegue policial para evitar posibles incidentes y venganzas, ya que ‘‘la Perla’’ se enfrenta a 54 años de cárcel.
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