París
Alerta: ¿puede España hacer frente al ébola?
Desde el mes de marzo, el virus del ébola está haciendo estragos en el oeste de África, una zona donde nunca antes se había manifestado y que tiene a médicos y expertos en vilo. En anteriores brotes, el país más perjudicado había sido el Congo; sin embargo, en esta ocasión Guinea, Liberia y Sierra Leona ya registran más de 600 casos, de los que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), han fallecido más de la mitad. Y la cifra no deja de aumentar. De ahí que la OMS alerte de la necesidad de tomar «medidas drásticas» para luchar contra este virus que «está rodeado de un aura de misterio desde su aparición», afirma Juan García Costa, virólogo y miembro de la Red Europea para el Diagnóstico de Enfermedades Virales Importadas (Enivd, en sus siglas en inglés). Acaba de aterrizar de una reunión del grupo en Malta, donde siguen cada nuevo dato sobre el avance del virus. Ha seguido con especial atención la sospecha que surgió el pasado martes en Valencia, donde se activó un protocolo de prevención tras recibir la alerta desde un avión. Durante un vuelo Marruecos-Valencia, uno de los pasajeros empezó a sentirse mal. Tenía fiebre y empezó a salirle sangre por la nariz –el ébola también es conocido como fiebre hemorrágica–; ante la duda, a su llegada a Valencia, médicos de Sanidad Exterior se hicieron cargo del caso tras descubrir que el ciudadano viajaba desde Guinea, uno de los principales focos. Fue remitido al Hospital La Fe, donde se le mantuvo aislado a la espera de las pruebas que, como confirmó el Ministerio de Sanidad, fueron negativas. No tenía ébola, pero ¿estaría preparada España si los resultados dieran positivo?
De acuerdo con las cifras que maneja el Ministerio de Sanidad, las posibilidades de contagios dentro de la Unión Europea o la aparición de casos autóctonos son remotas, sobre todo porque este virus no se contagia por vía aérea, sino por fluidos de sangre, saliva o relaciones sexuales. Así lo confirma García Costa que insiste en que se debe distinguir «entre casos autóctonos e importados». Reconoce que «existe una cierta posibilidad de la aparición de casos importados (personas infectadas en un área endémica y que viajan a nuestro entorno)», aunque es muy pequeña. Respecto a la posibilidad de que «se den casos autóctonos, es casi imposible. Nuestro contexto sociosanitario, nuestros sistemas de prevención y control lo hacen sumamente improbable», insiste el experto. Aunque desde la OMS llaman la atención del peligro de esta enfermedad, «no creemos que llegue a Europa, que se extienda por los países de la UE. Es muy raro que los viajeros que lleguen en avión lo transmitan porque no hay muchos vuelos directos y los protocolos de prevención lo evitan», afirma a LA RAZÓN Daniel Epstein, portavoz de la OMS.
Lo cierto es que, desde que a principios de año el virus comenzara a extenderse por varios puntos de África, en todos los países de la Unión Europea se han puesto en marcha los protocolos de prevención, como los que se activan para todo tipo de alertas y de emergencias. ¿Cómo funcionó el protocolo en el avión que venía desde Marruecos? Mar Faraco, secretaria de la Asociación de Médicos de Sanidad Exterior (AMSE), afirma que «cuando la tripulación detecta un caso sospechoso el capitán de la nave emite una declaración de sanidad que activa a los médicos de Sanidad Exterior. Somos nosotros los primeros en entrar en el avión, antes de que desembarquen los pasajeros, por si hay que dejarlos en cuarentena. Dentro se valora la realidad y se desactiva la sospecha. Todo se normaliza». Faraco insiste en que se han reforzado todos los protocolos relacionados con el ébola, pero explica que «en nuestro país es más fácil que pueda entrar el virus por un buque que por vía aérea. A Guinea, en vuelo directo, sólo se viaja desde París. En cambio, sí que llegan barcos directos desde allí y durante la travesía la tripulación pasa mucho tiempo junta, compartiendo muchas actividades«, sostiene. A pesar de que la vigilancia en los puertos está especialmente reforzada, la experta en Sanidad exterior sostiene que «el riesgo real es muy bajo».
Aunque los europeos veamos esta enfermedad desde la lejanía, a los expertos les sigue inquietando su desarrollo. El virólogo español plantea varias de las cuestiones que ni el grupo de expertos en el que trabaja ha sido capaz de responder: «¿Por qué aparece después de largos periodos de tiempo (años) en estado silente? ¿Por qué aparece al mismo tiempo y en zonas geográficas muy alejadas (a veces cientos de kilómetros)? ¿Dónde se acantona y cuál es su mecanismo de reactivación? ¿Cómo se transmite y cuáles son sus reservorios y hospedadores?».
Cambio de costumbres
Alguna de las respuestas que se han dado hasta ahora es que los reservorios que lo mantienen pudieran ser murciélagos y que se lo transmitan a «monos, chimpancés, herbívoros del bosque e, incluso, felinos. A todas estas dudas se suma el problema cultural que hace que los pueblos donde se propaga este virus rechacen la ayuda de sanitarios. «Tenemos a más de 150 personas trabajando allí, sobre todo de Médicos sin Fronteras y Cruz Roja, pero sobre todo les hace falta apoyo logístico, equipos de protección para evitar contagios... Y no siempre llegan a su destino final», comenta el portavoz de la OMS. Por otro lado, una de las principales vías de contagio son los entierros, «son muy personales, las familias alargan los funerales durante días, lavan y cuidan los cadáveres y por ahí se contagian. Es muy peligroso y convencer a la gente para que cambien sus costumbres es casi imposible», añade. «Y es que médicos occidentales han sido atacados con machetes y piedras porque creían que ellos traían el virus».
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