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Alonso de Contreras, un aventurero en el siglo de oro

Un cómic de historia para todas las edades relata las andanzas del célebre capitán de los tercios españoles.

Viñetas de la batalla de Doullens del cómic «Alonso de Contreras, soldado de los Tercios»
Viñetas de la batalla de Doullens del cómic «Alonso de Contreras, soldado de los Tercios»larazon

Un cómic de historia para todas las edades relata las andanzas del célebre capitán de los tercios españoles.

«La vocación de aventurero es paradójica: es la vocación de no tener vocación. Es la vida a salto de mata, una epopeya compuesta solo de episodios. Hilos de existencia que no forman trama. Casi a diario se muere a una vida para renacer en otra. Con la vigésima parte de las heroicidades a que Contreras dio cima se podría componer la vida de un héroe». De esta manera caracterizaba José Ortega y Gasset al capitán Alonso de Contreras en el prólogo a su autobiografía, «Vida de este capitán», publicada en 1943 por «Revista de Occidente». Alonso de Contreras vivió entre finales del siglo XVI y mediados del siguiente, en pleno Siglo de Oro, en esa época en la que en el Imperio no se ponía el sol. Desde Sicilia a México, recorrió las esquinas de la Monarquía Hispánica en un momento en el que esta se batía en todos los frentes, potencia universal de orgullo desmedido, sostenida por hombres que, como nuestro protagonista, compartían ese orgullo y una confianza ilimitada en sus posibilidades. Y, ¿cómo no entenderles, cuando los españoles habían conquistado imperios como el de los aztecas o los incas, habían sido los primeros en circunnavegar el globo o habían cortado las barbas al sultán en Lepanto? Pero el mundo de Alonso es también uno de pobreza, el de un chiquillo que se hace soldado para escapar del hambre. Alonso había nacido en la «muy noble villa de Madrid» el 6 de enero de 1582, hijo de Gabriel Guillén y Juana de Roa y Contreras. Y aunque le hubiesen bautizado como Alonso de Guillén, al empezar a servir al rey tomó el apellido de su madre, y así pasó a la posteridad. Sus progenitores eran pobres y tuvieron dieciséis vástagos, de los cuales quedaban vivos solo ocho cuando el padre murió, un buen ejemplo de la tremenda mortalidad infantil de la época. Con catorce años Alonso decide que lo que quiere es ser soldado, así que convence a su madre para que le deje marchar. Una camisa y un par de zapatos es todo lo que la buena mujer le pudo regalar, y los zapatos los perdió al día siguiente jugando a los naipes... Alonso llegó a Italia, y de Milán bajó a Nápoles y a Sicilia, curtiéndose como un bravo en diferentes percances de taberna, para entrar al servicio de las galeras de la Religión, la flota de la Orden de Malta. La interminable guerra de corso que esta y la Monarquía Hispánica libraban contra el Turco por todo el Mediterráneo le iba como anillo al dedo a nuestro héroe –o antihéroe, que esto de la heroicidad es muy relativo–, que pronto asciende para capitanear una nave. Abordajes, persecuciones a cañonazos, acciones de comando... todo para gastarse el botín jugando a los naipes. Y como si de un forajido del oeste se tratase, un «se busca» con su retrato empapeló los puertos del Levante y Berbería, perseguido sin éxito por un bey turco que hervía de rencor porque Alonso le había levantado una bella querida húngara. Contreras regresará a Madrid, para, convertido en alférez, reclutar soldados y verse envuelto en lances galanes y de espada, hacerse ermitaño, arrepentido de su mala vida, sobrevivir al desastre de la Mahometa ¡y hasta ser acusado de querer encabezar una rebelión morisca! De ahí, a América, a pelear contra el pirata inglés Guatarral –Walter Raleigh– en el Caribe, de regreso a Italia para contemplar en Nápoles la erupción del Vesubio y sobrevivir a un intento de envenenamiento en Roma.

rosario de aventuras

Pero al repasar la «Vida de este capitán» asalta la duda de si este rosario infinito de aventuras es fruto de la imaginación de alguien empapado de novelas de caballerías. Y, sin embargo, podemos afirmar que lo que cuenta Alonso es real –al menos en su mayor parte–, no solo por la coherencia de los datos que proporciona sobre personas, lugares y fechas, sino además por dos memoriales que recogen sus méritos y que se guardan en el Archivo General de Simancas, y también por la dedicatoria que Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, le hace en su obra «El rey sin reino». Con estos mimbres, Alonso de Contreras se dibuja casi como un epítome de lo que fue la España de su tiempo, y es por ello por lo que Desperta Ferro Ediciones le ha dedicado el segundo volumen de su colección «Historietas», destinado a acercar al público infantil y juvenil a momentos clave de la historia. Con el poderoso lenguaje visual del cómic, merced al pincel de Juan de Aragón (alter ego de El Fisgón Histórico), pero siempre recurriendo a las fuentes históricas, «Alonso de Contreras, soldado de los Tercios» nos asoma a la España de Cervantes y de Quevedo, de Quijotes y de Buscones, a un Mediterráneo surcado por galeras corsarias y a un mundo de horizontes ampliados merced al arrojo de tantos y tantos Alonsos. Que si no señero por cuna, sí lo fue por talla.