Kenia
Así es el primer barco del mundo fabricado 100 % con desechos plásticos
Todo tipo de objetos plásticos abandonados en la costa norte de Kenia o regurgitados por las olas, fundidos después y solidificados en moldes en una fábrica en Malindi, a unos 150 kilómetros de Lamu, han dado vida a esta asombrosa embarcación.
En la exótica isla keniana de Lamu descansa el único barco del mundo construido en su totalidad con plástico reciclado: su casco son restos de botellas, cepillos de dientes, cubos o palas revestidos por unas 30.000 chanclas usadas
En la exótica isla keniana de Lamu descansa el único barco del mundo construido en su totalidad con plástico reciclado: su casco son restos de botellas, cepillos de dientes, cubos o palas revestidos por unas 30.000 chanclas usadas. Informa Patricia Martínez/Efe.
Todo tipo de objetos plásticos abandonados en la costa norte de Kenia o regurgitados por las olas, fundidos después y solidificados en moldes en una fábrica en Malindi, a unos 150 kilómetros de Lamu, han dado vida a esta asombrosa embarcación.
Un navío único en su especie que busca llamar la atención sobre el inmenso potencial de reutilizar plástico, así como subrayar la urgencia de hacerlo antes de que más y más toneladas de este desecho acaben en los océanos.
"El barco no deja de ser un símbolo, el objetivo final es continuar nuestra campaña global contra el plástico de un solo uso", explica a Efe en Nairobi uno de los cofundadores de este proyecto, el keniano Dipesh Pabari.
El pasado sábado, este "dhow"(velero tradicional árabe usado en actividades comerciales) de plástico reusado navegó por primera vez la costa de Lamu, dando lugar a una fiesta de música y platos tradicionales a la que acudieron lugareños, además del ministro keniano de Turismo, Najib Balala.
La idea nació hace dos años, cuando Pabari y su compatriota Ben Morison fundaron el proyecto Flipflopi -en referencia a las miles de chanclas ("flip-flop"en inglés) escupidas por el mar- con el fin de actuar contra la rápida degradación de la costa marítima.
Gracias a la colaboración de varios grupos locales, el año pasado recogieron en dos meses más de treinta toneladas de plástico en la playa de Lamu, un tercio reutilizado después en la construcción de esta embarcación.
"El plástico es uno de los principales desafíos medioambientales de nuestro tiempo, queríamos crear algo que abordara este problema de una forma innovadora e hiciera a la gente pensar sobre ello", continúa Pabari.
"Queríamos ofrecer una solución africana a un problema global", reflexiona.
Kenia, a la vanguardia en esta lucha, prohibió por ley las bolsas de plástico hace poco más de un año, con multas de entre 16.000 a 32.500 euros, y penas de uno a dos años de prisión para quienes las fabriquen, importen o usen.
"Sin duda, se necesitan más medidas drásticas como esa para conseguir algún cambio", señala Pabari a Efe.
Porque si nada cambia, ocho millones de toneladas de plástico seguirán encontrando cada año su camino al mar; hasta que en 2050, el plástico supere en número a los peces, según un estudio presentado por el Foro Económico Mundial.
A escala global, cinco países (China, Indonesia, Filipinas, Tailandia y Vietnam) vierten en conjunto más plástico en los océanos que el resto del planeta, según un informe de Ocean Conservancy de 2017; aunque naciones africanas como Egipto o Nigeria también contribuyen a esos vertidos.
"Vivimos en la revolución del plástico. Está en todas partes y no pasa un día sin que los medios de comunicación traten este problema -remarca Pabari-, pero no es habitual encontrar una historia innovadora y positiva que provenga de este lado del mundo".
Está previsto que el barco Flipflopi, de nueve metros de eslora, navegue hasta la isla tanzana de Zanzíbar a principios de 2019 -con apoyo de ONU Medioambiente-, llevando su mensaje ultramar y demostrando que hay vidas más allá del plástico de "usar y tirar".
Y habrá un desafío más a largo plazo: se espera que un nuevo "dhow"de 25 metros de largo, que será igualmente construido al 100 % con desechos plásticos, recorra los 5.250 kilómetros de océano Índico que separan Kenia de Sudáfrica.
"Se trata de repensar cómo vivimos. Nos encontramos en un contexto de consumo fácil en el que no reflexionamos sobre las consecuencias: vemos que es barato, lo compramos", medita el confundador del proyecto.
"Pero tenemos que empezar a repensar qué es barato y qué es caro -añade-, porque lo económico para tu bolsillo, muy a menudo, es caro para el planeta y para las generaciones venideras".
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