Medio Ambiente
Catástrofe en la puerta: la sequía precipitada
La gestión de recursos hídricos, el cambio climático y las restricciones provocan la peor crisis del agua
El pasado verano España experimentó nada menos que 552 récords de temperatura, según un estudio de la web eltiempo.es. Las temperaturas diurnas y nocturnas sobrepasaron los máximos de toda la historia en numerosos pueblos. A eso hay que sumarle la escasez de lluvias. Desde octubre de 2022 España recibió casi un tercio menos de lluvia de lo normal. Esto ha provocado que en los embalses de Andalucía y Murcia el agua no pase del 25%, aunque no es una cuestión exclusiva del sur: en Cantabria apenas roza el 32%, en Cataluña es del 40% y La Rioja menos del 55%. Y, aunque no consuela, el fenómeno no es endémico de la península: según un informe reciente de Copernicus Climate Change Services, la humedad del suelo en toda Europa en 2022 fue la segunda más baja de los últimos 50 años.
El Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI), un sistema derivado de satélites utilizado para evaluar las condiciones de la vegetación señala que Andalucía, la mayor región productora de aceite de oliva del mundo, solo había recibido alrededor del 30% de las precipitaciones esperadas en comparación con el promedio de 1981-2010.
Según explica Rosana López Rodríguez , doctora en Ingeniería de Montes y profesora de la Politécnica de Madrid, a los eventos extremos como las olas de calor se le unen en las últimas décadas la las altas temperaturas y la falta de lluvia. Al aumentar la temperatura se produce una demanda evaporativa, lo que llamamos sequía climática: la atmósfera está muy seca, demanda mucha más agua de los árboles y estos pierden más agua».
A la carencia de precipitaciones y al aumento de temperaturas hay que sumarle otro problema: los acuíferos. Estas masas de agua subterránea cubren más del 90% del territorio español y alimentan a más de un tercio de los españoles, pero el 44% se encuentran en mal estado por contaminación o por escasez de agua. De acuerdo con Salvador Sánchez-Carillo, geólogo del CSIC y especialista en ecosistemas, esta no es la primera vez que el país sufre una sequía. «En las zonas áridas y semiáridas de la mitad sur del país el clima siempre se ha caracterizado por baja disponibilidad de agua. Esto explica que se hayan cultivado productos con bajos requerimientos hídricos, como cítricos, olivo y vid. Pero a medida que el país se fue desarrollando, a partir de la década de 1960, se explotaron las aguas subterráneas, principalmente para una agricultura más rentable basada en el riego. Desde entonces, las aguas subterráneas han sido sobreexplotadas y cuando llegan las sequías, como ahora, los ecosistemas que solían recurrir al agua subterránea para sobrevivir ya no pueden hacerlo».
Ramón Llamas, catedrático de Hidrogeología de la Complutense coincide y, de hecho, habla de una «sequía fabricada en casa», para subrayar que a veces nos encargamos de que los efectos sean mucho mayores porque sobrepasamos la capacidad del sistema de proveernos de agua. Y señala que actualmente, después de cinco años de sequía meteorológica, Sevilla sigue teniendo agua suficiente para su abastecimiento. ¿Por qué? Porque consume un 45% menos de agua que hace 30 años, a pesar de tener un 15% más de habitantes. ¿Cómo? Buena gestión.
En comparación con otros países europeos, la caída de la producción agrícola fue mucho mayor en España que en otros países europeos: un 13,6% frente al 4,6% en el conjunto de la UE. Y esto no es un detalle menor.
Las últimas cifras del INE indican que el 2,5% del PIB de nuestro país son responsabilidad de la agricultura. Parece poco, pero es casi el doble de la media de la Unión Europea. Más aún, si pensamos en todo el conjunto de actividades que involucra la agricultura; es decir, los pasos posteriores hasta llegar a nuestra mesa (sin contar el transporte), la cifra casi se cuadriplica, según datos del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, llegando a representar el 9,2% de la economía española. En pocas palabras, es un sector fundamental de la economía, local y europea pero según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el sector agrícola consume más de un 80% de la demanda total de agua de España. Países como Japón o Corea del Sur, también dependientes de la agricultura, han creado alternativas para enfrentarse a la sequía, mejorando su gestión de los recursos. Una opción son los sensores de humedad como los desarrollados por María Martínez y Fernando Carrasco de la Universitat Oberta de Catalunya. «Los sensores pueden medir la humedad del suelo en tiempo real para asegurarse de no regar en exceso. También les ayudan a identificar zonas excesivamente secas para poder proporcionar la cantidad exacta de agua necesaria. Dependiendo del tipo de cultivo de que se trate, se puede ahorrar hasta un 50% del agua del riego».
El cambio climático y la gestión del agua van de la mano. Habrá menos lluvias y, cuando lleguen, serán torrenciales y provocarán inundaciones y pérdidas en el campo, inevitable consecuencia del calentamiento global. Así, si el cambio climático llegó para quedarse a pesar de los esfuerzos, la gestión del agua debería quedarse. Y habrá que esforzarse.
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