Madrid
El ADN de Cervantes tiene un precio: 20 millones
La carmelita Luisa de Belén, hermana del escritor, puede ser la clave, sus restos están en un osario de un convento en Alcalá.
No habrá certeza matemática ni absoluta de que los huesos encontrados en el convento madrileño de las Trinitarias pertenecen realmente a Miguel de Cervantes hasta que no se compare su ADN con el de algún familiar del escritor. Los investigadores que han rastreado palmo a palmo en el último año la cripta subterránea en la que se ha producido el hallazgo son contundentes: el misterio ha quedado resuelto desde el punto de vista histórico y documental, pero sólo el examen genético de los restos óseos eliminaría el cien por cien de las dudas. Y en este campo, todos los caminos conducen a Alcalá de Henares.
En esta ciudad, conocida como la «pequeña Roma», dentro de los muros de otro convento, el de las Carmelitas Descalzas, recibió sepultura su hermana Luisa. Ella fue la última de los hermanos en morir y la única integrante de los Cervantes –al margen de los abuelos maternos, que recibieron sepultura en la parroquia de San Juan de Arganda del Rey– de la que se conoce su lugar de enterramiento. Fue, además, la única persona de la familia que pasó toda su vida en la ciudad alcalaína. Nació un año antes que el padre de «El Quijote», en 1546, y muy joven decidió seguir el ejemplo de su tía Catalina y «renunciar al mundo y entrar en el claustro», tal y como recoge Astrana Marín en su «Vida de Cervantes». Con poco más de veinte años hizo los votos de la orden y profesó con el nombre de Luisa de Belén coincidiendo con los meses en los que se hospedó en el convento Teresa de Jesús. Los «Apuntamientos de la Comunidad» –en los que no figura la fecha de su muerte– recogen con detalle todos los trabajos que desempeñó la hermana de Cervantes en el convento: fue nombrada sacristana en 1575, clavaria, tornera y subpriora, hasta que en 1602 sus compañeras la eligieron priora, cargo en el que fue reelegida en 1605, coincidiendo con la aparición de «El Quijote», y otra vez más en 1620. Sobre el carácter de sor Luisa, los archivos del monasterio apuntan a que era una mujer «de grande espíritu, prudencia, oración y penitencia y resplandeciendo en el ejercicio de todas las virtudes». Y como en el resto de conventos carmelitas, la vida de Luisa de Belén estuvo marcada por la austeridad. Lo prueba que la orden no permitiera llevar calzado alguno hasta 1576 y que la comida fuera «cuaresmal durante todo el año». Esa vida también marcó la forma en la que Luisa de Cervantes, como el resto de hermanas, fue enterrada. «Salvo que sea una religiosa muy ‘‘milagrera’’ o de familia noble, reciben sepultura sobre la tierra, bajo unas losas de barro», subraya Vicente Sánchez Moltó, cronista oficial de Alcalá de Henares. Cuando comienzan a existir necesidades de espacio, los huesos de las religiosas enterradas se trasladan a un osario común. Se trata de un espacio grande, ubicado dentro del espacio de clausura del convento, con una sepultura en la que no existen lápidas ni epitafios, sólo una figura de la Virgen del Carmen.
Es, por tanto, el osario común en el que descansa el cuerpo de Luisa de Cervantes el que guarda la llave para resolver los interrogantes en torno a los restos de su hermano Miguel. Esta vía de investigación, sin embargo, está plagada de trampas. El hombre que trasladó en 2011 al Ayuntamiento de la capital la propuesta de buscar a Cervantes en las Trinitarias, el historiador Fernando de Prado, apunta a la imposibilidad de acometer esta búsqueda por su desorbitado coste económico: «El convento se fundó hace casi 500 años, han sido enterradas centenares de religiosas. Hay alrededor de 220 huesos por cuerpo y cada prueba de ADN cuesta 150 euros. Eso elevaría el presupuesto de la investigación hasta por encima de los 20 millones. En el osario hay miles de huesos». En ello abunda el catedrático y presidente de la Asociación de Cervantistas, José Manuel Lucía, al sostener que «todo el gasto que se pueda hacer hasta la constatación matemática está de más. No aportará nada. Ahora nos toca hablar a los que queremos la obra de Cervantes». Al escollo presupuestario el cronista Sánchez Moltó añade razones técnicas: «Lo considero imposible por la elevada humedad y el nivel freático del suelo de la ciudad de Alcalá. A veces hay bolsas de agua a sólo un metro y medio de profundidad. Esto provoca una descomposición mucho más rápida de los huesos y se hace más difícil el rastreo del ADN».
El propio Francisco Etxeberria, el forense que ha dirigido la búsqueda de Cervantes, también insiste en que la comprobación genética constituye un «imposible» a pesar del compromiso que la alcaldesa, Ana Botella, adquirió el pasado martes al garantizar la financiación de una eventual tercera fase del proyecto. «Hay que dejar trabajar al profesor Etxeberria para saber si puede afinar en el examen de los huesos encontrados» en la cripta de las Trinitarias. Posibles avances que, en todo caso, no se conocerán hasta que el equipo capitaneado por Etxeberria presente el informe definitivo sobre sus investigaciones. Los tres genetistas que forman parte del proyecto intentarán extraer un perfil de ADN de los restos atribuidos a Cervantes. Sólo con esta base, reconocen los investigadores, tendría sentido plantearse acudir al osario de Alcalá.
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