Espacio

La capa de ozono no está a salvo

El diclorometano, químico usado para la fabricación de limpiadores industriales, no es tan inofensivo como se creía. El 50% de las emisiones procede de China.

La capa de ozono no está a salvo
La capa de ozono no está a salvolarazon

El diclorometano, químico usado para la fabricación de limpiadores industriales, no es tan inofensivo como se creía. El 50% de las emisiones procede de China.

Pensábamos que estaba arreglado. Pero parece que no lo está. El famoso agujero de la capa de ozono (que en realidad no era un agujero, era un adelgazamiento progresivo del manto gaseoso protector de la Tierra) vuelve a preocupar a los científicos. Los más veteranos recordarán la zozobra que produjo en los años 80 del siglo pasado el estudio del ozono estratosférico. El descubrimiento de una evidente pérdida de densidad en esa zona del cielo encargada de filtrar los rayos ultravioleta del Sol hizo saltar todas las alarmas. Si la capa de ozono terminaba por desgarrarse, la vida en el planeta estaría en peligro, expuesta a la energía solar sin remedio.

Pronto se identificó al culpable del desaguisado: la emisión descontrolada de gases CFC (Clorofluorocarbonos) utilizados, entre otras cosas, para la industria de la refrigeración. Y pronto se determinó una solución: en 1987 el Protocolo de Montreal prohibía el uso de esos gases y apuntaba a una futura recuperación de la atmósfera.

De hecho, aquel protocolo pasó a la historia como un ejemplo de cómo la comunidad internacional sí puede ponerse de acuerdo en ocasiones para solucionar globalmente un problema medioambiental, al menos cuando la ciencia es inequívoca y la solución simple y factible.

Pocos años después de la firma del acuerdo, la capa de ozono comenzó a dar signos de recuperación. Pero ahora, una nueva investigación parece venir a echar un jarro de agua fría a toda tentación de entusiasmo.

Científicos liderados por el investigador David Oram, de la Universidad de East Anglia en Inglaterra, acaban de encontrar un peligro inesperado, escondido, para la capa de ozono... Un peligro que sigue latente y del que nadie parecía haber tomado nota anteriormente. Una serie de sustancias químicas que seguimos arrojando a la atmósfera y que hasta ahora no habían sido consideradas dañinas. Sustancia que se pensaba que tenían una vida media demasiado corta como para poder llegar a la estratosfera y catalizar cualquier tipo de reacción con los gases protectores. Entre ellas, una se lleva la palma de la peligrosidad: el diclorometano. Puede que él sea el nuevo «coco» de la capa de ozono.

El diclorometano o cloruro de metileno es un líquido incoloro que se utiliza en la fabricación de disolventes y sustancias limpiadoras industriales. La fabricación y el uso de este componente arroja grandes cantidades de gas a la atmósfera. Hasta ahora se creía que, una vez liberado, el diclorometano se descomponía de manera espontánea en dos o tres meses. Por eso se pensaba que los peligros de su emisión quedaban relativizados al no poder acumularse durante largas temporadas.

Las cantidades de esta substancia emitidas al cielo descendieron considerablemente entre 1990 y 2000. Pero desde 2010 se ha experimentado un aumento muy evidente: cerca de un 60 por 100 más de cloruro de metileno hay hoy en el aire que hace 30 años, según el nuevo estudio de East Anglia. Y el dato ha resultado toda una sorpresa para los expertos. «Acabamos de detectar un agujero en el protocolo de Montreal, algo que tenemos que plantearnos corregir si no queremos tirar por tierra el trabajo realizado en favor del ozono estratosférico», ha declarado David Oram.

Los datos indican que China es responsable del 50 por 100 de las emisiones y que si se unen otros países asiáticos como India la cantidad puede superar el 70 por 100. El Este de Asia es la región que más diclorometano produce, con creces.

Tras analizar muestras de aire y de tierra recogidas en Malasia y Taiwan, los expertos han detectado una inusual abundancia de este producto químico. Más tarde, se utilizaron sensores colocados en aviones comerciales que sobrevuelan Asia para descubrir que estos no caen al suelo y se descomponen con la rapidez que se creía, sino que se quedan durante mucho más tiempo en el aire. No sabemos hasta dónde llegan, pero si estas sustancias son capaces de alcanzar la estratosfera, interactuarán con el ozono del mismo modo que en su época hicieron los CFC. Los expertos están preparando nuevos experimentos a mayor altura para determinar la gravedad de la situación, pero todo indica que, quizás, el protocolo de Montreal necesite pronto un parche.