Ciencia

«La ciencia no lucha por la inmortalidad, sino por mejorar la calidad del aire»

Paloma Martínez Redondo forma parte del equipo del Laboratorio de Expresión Génica del Instituto Sall (EE UU), donde están a un paso de revertir el envejecimiento

Paloma Martínez Redondo / Científica
Paloma Martínez Redondo / Científicalarazon

Paloma Martínez Redondo forma parte del equipo del Laboratorio de Expresión Génica del Instituto Sall (EE UU), donde están a un paso de revertir el envejecimiento

En España debemos presumir de científicos. Aunque, por desgracia, pocas veces pueden demostrar sus méritos en nuestro país y tienen que atravesar las fronteras para desarrollar con éxito su vocación. En el caso de la majariega Paloma Martínez Redondo ha sido en el Laboratorio de Expresión Génica del Instituto Salk de EE UU, con el equipo internacional capitaneado por el profesor Juan Carlos Izpisúa Belmonte, donde lo consiguió. Junto a sus compañeros, ha logrado atisbar el máximo anhelo de la raza humana: revertir el envejecimiento. Hasta ahora el experimento se ha realizado en ratones, pero parece el principio de algo extraordinario: «La ciencia está avanzando mucho sobre el dicho tema. Actualmente hay consorcios, institutos de gran renombre y filántropos invirtiendo en investigación relacionada con los efectos del paso del tiempo y sus problemas asociados, como es el caso del Alzheimer, los problemas cardíacos, la pérdida de visión... Porque la ciencia no lucha por la inmortalidad, sino por alargar la etapa “sana” de nuestra vida».

El caso es que avanzamos hacia la prevención o hacia el retraso de los problemas asociados a la vejez gracias a los científicos, muchas veces españoles, pero casi siempre investigando fuera de nuestro país: «Yo migré a EE UU porque creo que la ciencia no es algo estático que pueda aprenderse sin moverse de un mismo laboratorio, leyendo artículos y escuchando seminarios. Los científicos necesitamos saber superar nuevos retos, adaptarnos y evolucionar con la ciencia allá donde vamos; pero también me fui por la falta de oportunidades y financiación científica en España».

Futuro y esperanza

La tarea de «reprogramar el envejecimiento», llena de futuro y esperanza, es el eje de la investigación de Martínez Redondo: «Nuestro trabajo se basó en datos anteriores que reflejaban el papel de los cuatro Factores de Yamanaka en el “rejuvenecimiento celular”. Estos son genes que se expresan en las células madre embrionarias y dejan de hacerlo cuando se diferencian y el organismo se forma. Yamanaka demostró que al volver a expresar estos factores en células adultas ya diferenciadas volvían al estado de célula madre, pasando a denominarse células madre inducidas (iPSC), con la capacidad de volver a diferenciarse y dar cualquier tipo celular e incluso contribuir a un nuevo organismo». Paloma explica la investigación con tal pasión que no se da cuenta de que tanto detalle me abruma. Por eso, después de haberme quedado con la idea de la «reprogramación celular», desconecto un poco mientras ella sigue contando con orgullo que es la primera vez que se muestra el efecto beneficioso en vivo de los cuatro factores, tanto en animales con envejecimiento prematuro, como en aquellos normales en los que se consiguió la reparación muscular y del bazo. Después de casi tres años trabajando en el asunto no es raro que la científica esté entusiasmada con los resultados: «Queda camino por andar y muchos pasos que seguir, pero el objetivo es ese». El único «pero» es qué lugar tendrá la ética en todo esto: «El uso de células madre embrionarias sí presenta un inconveniente ético en el campo científico, aunque nuestro estudio no utiliza este tipo, ni llega a reprogramarlas hasta el estadio de células madre, así que no presenta problemáticas morales concretas. Sin embargo, la técnica que estamos usando no puede trasladarse directamente al uso en humanos porque estaríamos hablando de generar uno genéticamente modificado y por el peligro que pudiera suponer si el tratamiento se descontrolara». Su resultado llevará a que, de aquí a diez años, se mejore la calidad y la esperanza de vida e incluso a que se pueda frenar o revertir el envejecimiento. Pero, ¿qué pasará con el aspecto físico? «La expresión “revertir el envejecimiento” hace referencia a mejorar procesos biológicos que empeoran con el paso de los años, como la regeneración de los tejidos, el sistema inmune, la memoria... Es decir, que la persona seguiría manteniendo un aspecto adulto, pero su organismo estará más preparado ante las infecciones. Eso nos permitiría alargar nuestra “vida útil”. Pero, además, favorecería el mantenimiento de la calidad de nuestra piel, y, por lo tanto, nuestro aspecto podría verse beneficiado». Me preocupa pensar que, entonces, en los países desarrollados cada vez habrá más viejos y menos jóvenes que sostengan el sistema: «La economía actual no está preparada para mantener una sociedad con una esperanza de vida un 30 por ciento superior a la actual», comenta.

En lo socioeconómico, la planificación de la jubilación, los costes de salud, los modelos de trabajo y el área de educación se verían afectados en una situación así, y habría que hacer cambios importantes en las políticas públicas. Y, hay que pensar si los recursos disponibles en este planeta serían suficientes y se repartiría equitativamente. Hoy en día ese reparto es desigual; incluso lo es más desde el aumento de la esperanza de vida. La sociedad tendrá que prepararse para ese posible futuro e intentar hacerlo mejor que como se ha hecho hasta ahora.

PERSONAL E INTRASFERIBLE

Paloma Martínez Redondo nació en Madrid, en 1984. Está soltera y se siente orgullosa «de ser una mujer independiente capaz de desenvolverme en un campo altamente competitivo aprendiendo a cada paso». No se arrepiente de nada. Perdona, «aunque a veces cuesta», y no olvida, «no debemos olvidar ni las cosas buenas ni las malas, hemos de aprender del pasado y para ello no debemos olvidarlo». Le hace reír «la vida. La risa es la mejor medicina incluso ante la adversidad» y llorar, «la muerte y las injusticias». A una isla desierta se llevaría «después de ver ‘‘Náufrago’’, una pelota y un rotulador permanente, (risas); pero, como científica, un botiquín, una navaja, una brújula, etcétera. O en su lugar, a mi novio, que es un todo terreno». No tiene manías, su vicio son «los dulces». Dice que, si volviera a nacer y «lo hiciera en EE UU, merecería la pena ser perro: son los bebés de la casa, sobre todo, los ‘‘pugs’’ (carlinos)».