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Las cenizas que explican los agujeros negros

Stephen Hawking reabre el debate entre los que estudian el fenómeno

El profesor Hawking, durante una charla en la Universidad George Washington
El profesor Hawking, durante una charla en la Universidad George Washingtonlarazon

Hawking vuelve al ataque. A sus 73 años de edad, el físico británico no descansa. Ayer, durante su charla en un encuentro que reúne a los 32 físicos más importantes del mundo en el Instituto Real KTH de Tecnología de Suecia dio una nueva vuelta de tuerca a la teoría sobre los agujeros negros.

Hawking formuló en los años setenta su conocida teoría sobre la radiación que emana de los agujeros negros con la que se ganó la rivalidad de otros científicos de su misma área, como John Preskill. Tras varias reformulaciones posteriores, Hawking dio ayer un paso más, pero para entenderlo, primero se debe comprender qué es un agujero negro. De acuerdo con el divulgador científico del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), Emilio García, éstos «son el resultado del colapso de un objeto. Por ejemplo, una estrella masiva que, al llegar al fin de sus días, colapsa por su propio peso, crea un objeto tan compacto alrededor del cual se crea un campo de gravedad del que ni la luz puede escapar». Así, se crea una superficie invisible alrededor que atrapa, por la que «si entras no puedes volver a salir». Nada entra ni sale. Éste es el agujero negro. Esa superficie invisible es lo que los físicos denominan «horizonte de sucesos». «Si estoy fuera de él, me escapo del agujero, pero si lo sobrepaso no salgo», describe García. Acaba convirtiéndose en una región desconectada del universo. Todo esto no deja de ser un objeto teórico porque aún no se ha construido un telescopio tan potente que sea capaz de captar este fenómeno.

Principal problema: que al colapsar no hay manera de saber qué objeto fue el origen de ese agujero negro. No hay forma de conocer su pasado, lo único que queda es una masa con carga y rotación. Pero según la «teoría de la radiación de Hawking», ese «pasado» se convierte en radiación. Es decir, se va evaporando, pero no se puede reconstruir. «Es la paradoja de la pérdida de información. O sea, que todos los agujeros son similares porque extraer datos de esa radiación es inviable», añade el divulgador. Es en este punto donde entra en juego la enciclopedia de béisbol.

Hawking se apostó con Preskill que le regalaría la obra si demostraba que esa información no se perdía. Preskill lo confirmó en 2004, por lo que ganó la apuesta y el físico británico admitió su derrota. Ayer volvió a la carga y si su teoría se publica recuperará la enciclopedia, porque mantiene que esos datos que permitirían recuperar los estados del objeto que colapsó no se pueden recuperar.

El científico explicó ayer que, aunque la información no cae en el agujero negro –se quedaría en el «horizonte de sucesos»– queda almacenada en una superficie de dos dimensiones. «Es como si antes de caer se hiciera un panel de fotografías», argumenta García. Estas imágenes se evaporan –según la radiación de Hawking– y «quedan tan desordenadas que no se puede recuperar». Es como si se rompiera un castillo de piezas y éstas se dispersaran por un espacio muy amplio; volver a construir el castillo sería imposible.

Con esto, Hawking no hace más que volver al ataque, a la espera de que Preskill o cualquier otro físico rebata su idea por la cual la información de un agujero negro podría recuperarse pero hecha añicos, cenizas. Es un problema que a físicos y astrofísicos no hace más que causarles dolores de cabeza, porque es la única forma de vincular las dos teorías por excelencia: la de la mecánica cuántica y la de la relatividad, por las que se rige el mundo.