Papel
Matthew Weiner: «Escribir sobre el triunfo y la frustración ha sido increíble»
El creador de «Mad Men», hace balance
de una trama alegórica que creó hace catorce años.
Antes de «Mad Men» Matthew Weiner no era un cualquiera. Venía de ser guionista de la quinta y sexta temporadas de «Los Soprano», lo que ya era un aval. Sin embargo, eclosionó cuando salió de su mente ese prodigio llamado «Mad Men», que afronta su temporada final. «Surgió en parte por mi propia experiencia. Yo trabajaba en un canal de televisión que era muy parecido al de la publicidad: siempre había una pelea entre los creativos y el negocio, entre las finanzas y la creatividad. Me encanta esa falta de respeto a la autoridad que se tolera a las personas creativas», afirma. Pero su propósito no era únicamente reflejar el envés del glamuroso mundo de la publicidad; también quería mostrar la explosión política, social y artística que vivió Estados Unidos en los 60: «En esos años, Nueva York era el corazón mundial de las finanzas, la literatura, el teatro y la televisión. Era el mejor sitio y la publicidad formaba parte de ello. Más tarde, poco a poco y casi sin darnos cuenta, como contamos en la serie, llegamos a 1977, cuando la ciudad está en la bancarrota y piensas: ‘‘¿qué ha pasado?’’».
Matthew conocía el proceso de ser guionista, de pergeñar una historia y hacer que funcione. Con este aspecto de la creación de una serie ya dominado, le quedaba un reto: ¿cómo elegir el reparto? David Chase, el creador de «Los Soprano», le hizo una sugerencia que sería de gran valor: «Entrarán y leerán tu guión y te parecerá horrible: no cambies nada. Cuando encuentres a la persona adecuada, funcionará». Y así fue, en especial con Jon Hamm, que forma parte del imaginario colectivo por su trabajo pluscuamperfecto como Don Draper. «Pasó, hizo su lectura y se fue. Le dije al director de reaparto: ‘‘es nuestro hombre’’. Cuando le vimos estaba claro que era un hombreinteligente, muy atractivo y versátil como actor, que tenía conciencia de algo que no se podía expresar con palabras, una especie de tristeza... parecía profundo», afirma Weiner. Mucho más impacto le causó Elizabeth Moss, «Cuando salió, me fui al servicio, me miré en el espejo y me emocioné. Era Peggy, sin duda».
Uno de los aspectos más cuidados de la ficción es el diseño de producción, que ha traído de vuelta al siglo XXI una estética que ha dejado a muchos espectadores con la boca abierta. Weiner reconoce el trabajo de Dan Bishop, fundmental para el resultado final. Weiner le da una libertad absoluta a partir de algunas pinceladas. «Por ejemplo, le digo: ‘‘Don se ha divorciado. Siempre había vivido en zonas residenciales y ahora se traslada a Manhattan, al Village porque está lleno de jóvenes y hay mucha vida nocturna. Pero su vida es un fracaso. Lo sabe y se avergüenza porque sabe que la culpa es suya... ‘¿Cómo sería su apartamento?’’».
Muchos piensan que «Mad Men» pasará como una de las mejores series de la historia y que siempre tendrá su público. Weiner defiende su valor atemporal, «porque tiene un toque universal, ya que su trama es básicamente humana. La época en la que se desarrolla nos distancia de la historia en cierto modo y la convierte en algo ligeramente alegórico... pero los problemas de celos y de amor son universales».
Para el recuerdo de su creador, «Mad Men» ha sido un viaje emocional que va mucho más allá de los premios y una audiencia fiel. Han pasado catorce años desde que escribió el capítulo piloto y siete de producción. A Don Draper no puede por menos que echarle de menos, aunque todavía no se ha ido. «Escribir sobre la ambición, el triunfo, la insatisfacción, sobre el envejecimiento, el amor y la fantasía ha sido increíble».
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