Brasil
Regresa la cámara oculta: ¿la realidad sin filtros?
Allá por 1948, gracias al programa estadounidense «Candid Camera», la cámara oculta irrumpió en los programas de televisión para quedarse con mayor o menor éxito durante décadas como uno de los puntales de la televisión de entretenimiento. Durante este tiempo se ha convertido en un espejo para los espectadores, ya que les ha mostrado, a través de personas anónimas como ellos, la diferencia entre cómo nos gustaría ser y cómo somos realmente. Quizá sin pretenderlo, la cámara oculta fue el germen de un género televisivo que se ha implantado con fuerza, la telerrealidad –«Gran Hermano», «Supervivientes»–, que desbancó de la programación los programas «blancos» de cámara oculta... Hasta esta temporada, donde pasan con nota su presencia en el «prime time». El septiembre, Antena 3 estrenó la primera temporada de «Los mayores gamberros» –con un promedio de cuota de pantalla del 13 por ciento y más de dos millones de espectadores– y, el domingo, a las 22:30, laSexta estrena «LAB: tal como somos», un espacio de cámara oculta –cuyo narrador es Iñaki López, el presentador de «laSexta Noche»–, con el que se pretende romper clichés y derribar o, por el contrario, afianzar tópicos sobre cuáles son las creencias de los españoles o cómo nos comportamos ante determinadas situaciones.
Radiografía sociológica
«Es un formato de entretenimiento que se podría considerar como un experimento sociológico –explica el director de «LAB: tal como somos»– sobre nuestra verdadera esencia, ya que las personas, al no saber que son grabadas, se comportan como son, sin más filtros que los que impone la realidad». En el primer programa se planteará una cuestión que se está poniendo a prueba en estos momentos: ¿somos honrados? Para responderla recurrirán a varias situaciones como, por ejemplo, saber si nos marcharíamos, sin pagar de una tienda o un bar, si estamos dispuestos a aceptar cualquier cosa con tal de tener un trabajo o cómo influye nuestro estado de ánimo, y principalmente las prisas que tengamos, si hay que socorrer a alguien. Para resolver estas incógnitas, el equipo de «LAB: tal como somos» ha recurrido a «cámaras ocultadas», Jiménez prefiere denominarlas así, que, escondidas en habitaciones o detrás de ventanas, muestran la reacción de las personas. «Es evidente que no hay guión en este programa, sólo un planteamiento previo, una selección de localizaciones, y unos actores que utilizamos como gancho», afirma Jiménez. El resto depende del comportamiento de los sujetos que han sido grabados. En este programa no se puede hablar de «víctimas» de las cámaras ocultas, aunque el comportamiento de algunos de ellos no pueda ser del todo edificante. «Evidentemente, después de la situación que recreamos les informamos a las personas que aparecen que han sido grabadas para el programa –explica Jiménez–, y nadie nos ha prohibido el uso de su imagen; es más, han reaccionado con naturalidad. Hay que tener en cuenta que en ningún momento nos burlamos de ellos, ni les dejamos en mal lugar y, finalmente, no salen en pantalla sin que haya un consentimiento previo».
Bien es verdad que, aunque sus contenidos sean blancos, hay programas de cámara oculta que se están pasando de revoluciones por las experiencias extremas a las que someten a sus protagonistas. Acaba de ocurrir en Brasil, donde una ocurrencia de una cadena de televisión, la SBT, ha recorrido el mundo al mostrar cómo casi se quedan en el sitio –la mayoría salieron corriendo– unos viandantes que veían cómo salía de una marquesina de publicidad Chucky, el muñeco diabólico, blandiendo su cuchillo. Ahí, no ha habido permisos de los viandantes que valgan. Se ha emitido sí o sí y ha tenido un enorme éxito viral con más de 1,7 millones de visitas en YouTube. El caso de «LAB: tal como somos» no es tan radical y reivindica un formato que ha funcionado en televisión porque, como indica Álvaro de la Torre, director de OnCeu y profesor de la Universidad San Pablo CEU, «al espectador le gusta ver cómo caemos en nuestras propias contradicciones como, por ejemplo, recoger a una persona que reniega de todo lo español y, luego, filmarla pasándoselo en grande bailando un pasodoble».
Con todo, para Álvaro de la Torre el éxito de este tipo de programas pasa en estos momentos por su repercusión viral. «Cuanto más impacto tenga en la audiencia social, más sea citado en Twitter o que sus imágenes sean colgadas en YouTube», será mejor y más valorada su emisión en televisión». De la Torre pide a los productores y directores que sean más creativos y se diferencien más de lo ya visto. De ahí que «LAB: tal como somos» se enfrente a la prueba del nueve: sorprender al espectador con un formato tradicional pero con contenidos innovadores.
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